Por NIRANJAN SHRESTHA
KATMANDÚ, Nepal
Agencia (AP)
Las familias Chitrakar en Katmandú, la capital de Nepal, eran renombrados pintores y escultores tradicionales que pintaban dioses y diosas en templos, máscaras de deidades hindúes y carteles para varias celebraciones religiosas.
Ese arte y esa tradición están en vías de extinción debido a los carteles y postales de dioses impresos a máquina, que son más baratos y populares. Hay apenas una decena de familias dedicadas a pintar en este estilo, caracterizado por su vívida paleta de pigmentos vegetales. Las nuevas generaciones de Chitrakar se dedican a otras profesiones o se van del país en busca de trabajo.
Para la pareja Chitrakar de Tej Kumari y Purna, que continúan la tradición en su casa en Bhaktapur, un suburbio de Katmandú, es un sacrificio mantener vivo este arte frente a la competencia de las imprentas.
Los Chitrakar recibieron su título, que se convirtió en su apellido, en el siglo XIV. El rey Jayasthiti Malla clasificó el grupo étnico newar de Katmandú bajo un sistema de castas de acuerdo con los oficios transmitidos de generación en generación. Las familias cumplían las funciones de sacerdotes, artesanos, pescadores, agricultores, comerciantes y muchas más. También se crearon castas superiores e inferiores.
El historiador y especialista en la cultura nepalí Satya Mohan Joshi dijo que el sistema tenía aspectos positivos y negativos.
“Lo malo era que sentaba las bases para la discriminación. Lo bueno era que capacitaba a cada sector”, lo que permitió que floreciera y perdurara el estilo singular de los Chitrakar.
“Si el hijo del pintor, un Chitrakar, quería ser un artesano del cobre, un Tamrakar, no se lo permitían”, dijo. “Lo mismo sucede ahora. Pero la transmisión de estas destrezas a gente de distintas castas y orígenes que quieran aprenderlas podría salvar estas tradiciones”.
Tej Kumari y Purna aprendieron el estilo Chitrakar de sus padres y abuelos, un conocimiento transmitido durante generaciones. Pero no están seguros si la generación siguiente querrá continuar. Sus dos hijos mayores son negociantes, pero el menor ha demostrado algo de interés en aprender el oficio.
Mientras pinta dioses en forma de víbora para el festival hindú de Naag Panchami, Tej Kumari recuerda cuando pintaba miles de láminas para que la gente las sujetara a sus puertas en agosto. Este año hizo unas 50.
Dijo que las impresas a máquina han ganado en popularidad, lo que ha provocado una reducción drástica de la cantidad de clientes. Muchos de la generación anterior que apreciaban su arte han muerto.
“He conocido y practicado este oficio durante años”, dijo. “Si alguien en Nepal quisiera aprenderlo y mantener viva la cultura, sería feliz de ayudarlos”.