(Según la Mitología griega)

Vicente Antonio Vásquez Bonilla
Escritor

Buceando en las profundidades de la mitología griega nos encontramos con Pandora, la primera mujer, según ese mito de fundación.

Quien no ha oído hablar de la Caja de Pandora, se asegura que de esa caja salieron todos los males que aquejan a la humanidad, y por esa razón todo está como está.

En un principio, sobre la faz de la Tierra, sólo existían los hombres, quienes suponemos, vivían tranquilos, sin problemas maritales ni funestas suegras que pretendieran controlar sus correrías, que pudieran ser de cualquier tipo, pero de ninguna manera causantes de celos.

Mientras que en el Olimpo, los dioses y las diosas, tenían conflictos entre sí, por diversas razones que más parecen humanas que divinas, y que en estos momentos, no vienen al caso tratar.

Los dioses, en aquellos primigenios tiempos, solían interactuar con los hombres, quienes sabedores de la existencia del fuego, ambicionaban poseerlo; porque estaban seguros que con la ayuda del sagrado elemento, podrían desarrollar tecnologías que los elevarían al rango de dioses. Con la ayuda del fuego podrían fabricar instrumentos de caza, de labranza y armas, amén, de calentarse en tiempos de frío y mejorar los sabores de los alimentos.

Los hombres, con la complicidad del dios Prometeo lograron apropiarse del fuego.

Zeus, el dios Sol, quien era el mandamás del Olimpo, mantenía a buen resguardo el ambicionado fuego, Y como es de suponer, cuando Zeus, el Rey del Olimpo, se enteró del robo del sagrado elemento, se cabreó de tal manera que dispuso vengarse de los traidores mortales.

Y, ¿qué creen que hizo? Piensen, piensen…

Le ordenó a su hijo Nefesto que con barro y agua moldeara a una mujer, para cobrarse la afrenta e introducir como castigo, todos los males entre los habitantes del mundo.

Una vez moldeada la mujer, Zeus le echó una miradita por los cuatro costados y no quedó complacido, algo le faltaba. Llamó a Atenea, quien con un soplo le dio vida y la instruyó en las artes domésticas propias de su género. Hermes, el dios alado, fue su maestro en las artes de la astucia y el engaño; y Afrodita le indicó qué hacer para que todos los hombres la desearan. No está por demás decir, que fue una aventajada alumna.

Para mejorar su apariencia física. Las diosas tomaron a la chica de barro y adornaron su cuerpo con atributos que, a su juicio, serían de fatal atracción para los inocentes varones, entre ellos, le moldearon un par de atractivos promontorios por aquí, unas suaves curvas por allá, una rayita por acullá, una frondosa cabellera y así continuaron con su labor, hasta que se dieron por satisfechas. (Quizás, este sea el antecedente más remoto de los actuales y prósperos salones de belleza) Y la bautizaron con el nombre de Pandora.

De las milagrosas manos de las diosas salió una bella núbil, poseedora de la más peligrosa y engañosa hermosura. Y para finalizar su magna obra, la vistieron con bellos atuendos, le colocaron llamativas joyas y adornaron su cabeza con una multicolor guirnalda de flores.

Zeus, al verla, esbozó una pícara sonrisa de satisfacción, se frotó las manos y dijo: ¡Ahora sí!

De inmediato le indicó cuál sería su misión ante los puñeteros mortales y, a continuación, llamó al dios Hermes, y le ordenó que llevara a la bella tentación a la Tierra. Y como si se tratase de un inocente antepasado del Caballo de Troya, la soltara ante los hombres, sin saber que en su interior llevaba escondidas las instrucciones para causarles el mal.

Los hombres al verla, abrieron tamañas bocas de admiración y se les cayeron las babas. De inmediato, notaron que no era igual a ellos. La recién llegada era de piel tersa, de mirada seductora, de voz agradable al oído y de un caminar armonioso y provocativo. Su cabellera adornada con flores, atraía, como la luz a los insectos y además, despedía un agradable y desconocido aroma. Todos esos atributos despertaron las hormonas de los machos que, hasta ese momento, permanecían aletargadas y de inmediato se les levantó… el espíritu.

Como la primera representante del género femenino ya venía aleccionada en su función y cometido, de inmediato se entregó a la misión de hacerlos que se creyeran felices, los extenuaba, y mientras las primeras víctimas de los encantos femeninos, dormían; ella se dedicaba a registrar sus pertenencias. (Advertencia: Cualquier parecido con algunas esposas del presente, es pura coincidencia.)

La deseable Pandora iba abriendo cajas, cofres vasijas y cuanto encontraba a su alcance, hasta que encontró una caja que bajo ninguna circunstancia tenía que ser abierta, pues contenía todos los males que asedian al mundo, tales como la pobreza, la vejez, la enfermedad, los celos, los vicios, etc.. Pandora asustada, al ver la fuga de los males, trató de cerrar la caja, pero ya era demasiado tarde, sólo la esperanza, quedó en el fondo a resguardo de su malévola misión y de esa suerte, los humanos lograron sobrevivir.

Para el género humano, la esperanza es la única razón para seguir viviendo en este valle de corruptos y ambiciosos políticos.

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