Nakil Yannick Ak’abal Biéri/Hijo de Humberto de Ak’abal

Los recuerdos de un padre tierno y cariñoso. Los de un maestro culto y apasionado. Los de un hombre sencillo que iba todos los días al mercado de Momostenango a bromear con las vendedoras y los compradores. Me recuerdo cuando regresabas a la casa con las verduras frescas de las aldeas. Me recuerdo de tus talentos de chef cocinero, de cómo mezclabas hábilmente las tradiciones culinarias de Europa y del mundo maya. Nunca tocaste un cabello de mi cabeza para corregirme. Me educaste con mucho amor y comprensión. Aún me recuerdo de cómo me leías con aquel inimitable talento de narrador las novelas de Emilio Salgari y de J.R.R Tolkien. Me recuerdo de tus chistes y de tus payasadas, de aquel sentido del humor que las penas de tu vida nunca lograron ahogar.

¡Qué difícil fue tu vida! Cuántos obstáculos tuviste que superar. Cuántos desprecios tuviste que sufrir. Cuántos abusos tuviste que soportar. Leer tu historia es oír el grito silencioso de millones de guatemaltecos. Es comprender cuán duro es crecer pobre, maya y cojo en este país. Solo pudiste completar la educación primaria. Perdiste a tu propio padre a la misma edad que te pierdo yo. Tuviste que sostener a ocho hermanitas y hermanitos. Esa carga te robó tu juventud. Saliste de la pobreza de las áreas rurales de Guatemala occidental. Luego caíste en la explotación despiadada de las maquiladoras en la capital, como un Odiseo huyendo de Escila para caer en Caribdis. Dormiste en la calle, fuiste barrendero y cargador de bultos a pesar de tu impedimento. Aguantaste el terror cotidiano de la guerra civil. Aguantaste las humillaciones sufridas por todos los que viven el éxodo rural. Extraordinariamente, te aferraste a tu amor a la lectura, leyendo a luz del ocote libros que buscabas y recogías en los basureros de la ciudad. ¡Cuánto amaste a los libros! ¡Cuán vasta era tu cultura literaria…!

Sin embargo, aunque sufriste del racismo visceral de la sociedad guatemalteca, tu obra nunca fue vengativa. En las palabras de tu gran amigo español Francisco José Cruz era “un acto de reconciliación entre las dos culturas”. La lengua de Cervantes y Neruda vino a estas tierras con el fuego y hierro de Alvarado y Ursúa, pero eso nunca te impidió amarla, estudiarla y saborearla. En tus palabras, –esta lengua es el recuerdo de un dolor y la hablo sin temor ni vergüenza porque fue comprada con la sangre de mis ancestros. También supiste valorar tu propia lengua Maya K’iche’, te apasionaste por su belleza poética intrínseca, la defendiste y dejaste impregnar con ella todas las traducciones de tu obra.

Estos últimos años nuestras conversaciones habían cambiado. Ya hablábamos de hombre a hombre. Tenías una cultura general tan vasta que podíamos hablar tanto de literatura como de historia o de geopolítica. Me doy cuenta de la suerte que tuve de nacer tu hijo, tanto por la infancia feliz que me diste, como también por el capital intelectual y cultural que es mi herencia. Eso me permite ahora desenvolverme en los círculos intelectuales y académicos de Europa. Gracias por haberme introducido tan temprano a la lectura y a la literatura universal. Tan grande era tu humildad que nunca me diste a leer uno de tus libros, haciéndome descubrir ya de niño a otros autores como Victor Hugo o George Orwell. Al volverme adulto me di cuenta de la bendición que fue crecer contigo. Veo aquellas amigas o amigos que no pudieron gozar de la fortuna de padres cariñosos o de una infancia armoniosa. Aquellos años de sol que viví en el altiplano me dan la fuerza y el alimento moral, psicológico y espiritual para enfrentarme a cualquier dificultad en esta vida.

K’amo chi awe tata, chab’ej chik tata Ajkem Tzij. Bon voyage papa, j’espère continuer à te rendre fier là où tu es.

Presentación

Nos complace ofrecer en esta edición el reconocimiento que el diario La Hora hace al escritor momosteco, Humberto Ak’abal. Un tributo merecido que trasciende la calidad de su producción literaria en virtud de su capacidad humana atestiguada por varios de los colaboradores que han participado en la producción de este Suplemento Cultural.

Ak’abal realizó durante sus 67 años de vida una producción literaria reconocida, que lo sitúa como uno de los principales poetas en el concierto de escritores más allá de nuestras fronteras. Así, desde una sensibilidad particular fue capaz de atisbar el misterio y traducirla en líneas de acceso gozoso para sus lectores.

Quizá sea Mario Monteforte Toledo quien mejor describa la esencia de la literatura de Humberto con las siguientes palabras.

“Campea en la poesía de Ak’abal igual animismo que en la ética, el arte y la religión de su pueblo. El hombre y la naturaleza son iguales evidencias de la vida, se entienden y comunican. Hablan las piedras y las hojas, los vientos, los vivos y los muertos. Con similar facilidad los seres humanos se transforman en fantasmas y los fantasmas en seres humanos. Este coro multitudinario otorgó a la antigua plástica maya su ilimitada elocuencia, y es la responsable de la dinámica de las leyendas mayances actuales y del trabajo de Ak’abal, aunque nunca dejará de parecer extraño al mundo occidental, porque lo es”.

La edición no hubiera sido posible sin el concurso de nuestro amigo, Guillermo Paz Cárcamo, quien reunió los textos no sólo como un homenaje al escritor k’iche’, sino con el ánimo de dar a conocer una voz poética guatemalteca de estatura universal como es la de Ak’abal. Nuestro agradecimiento por el esfuerzo de periodismo cultural y generosidad con La Hora.

No dudamos de la calidad de la edición, por ello le invitamos a que disfrute la lectura de nuestros colaboradores, Mario Monteforte Toledo, Lina Barrios, Max Araujo, Guillermo Paz Cárcamo y, particularmente, Mayulí Biéri y Nakil Yannick Ak’abal Biéri (esposa e hijo del poeta). Hasta la próxima.

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