Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras
La palabra canon entre sus tantas acepciones es la de: catálogo o lista, catálogo de autores u obras de un género de la literatura o del pensamiento tenidos como modélicos.
Esta palabra viene a colación en momentos en que circula en el ámbito artístico el libro Museo Nacional de Arte Moderno Carlos Mérida, Colección Patrimonio Nacional de Guatemala, el cual ha sido recibido con algarabía por parte de la comunidad artística y el mundo del arte local. Esta acción del museo bajo la administración del artista Rudy Cotton, incluido en el libro, lo que hace es establecer el canon de las artes visuales.
Hacerlo como institución del Estado es un hecho trascendental, se remarca la presencia de unos y se deja fuera a muchos, pero eso es el canon, una lista oficial. Los artistas ahí consignados se convierten en canónicos. Para fines de investigaciones futuras esto es sumamente importante porque el museo es una institución que se supone es la máxima instancia en materia de arte visual del país.
Este libro en cierta forma sustituye a Galería Guatemala, editado años atrás por la Fundación G&T, por muchos años el único libro que validó a algunos los artistas nacionales y que fue referencia obligada. La publicación del MAM incluye más artistas, y brinda una visión de la pintura y escultura, con una perspectiva propia del museo –modernista– y que fuerza la inclusión de algunos artistas recientes, que no podrían situarse dentro de esa corriente. Un acierto es la mirada amplia e inclusiva a la pintura maya, excluyendo el término “naïve” o primitivista, del cual solo aparecen algunos representantes. Su circulación en formato pdf también es algo que se agradece.
En el apartado introductorio no hay nada nuevo, es lo que se sabe del museo y que consta en varias tesis universitarias. Otro texto brinda una visión de lo que es el recorrido de la colección. Por la formación de su autor se hubiera esperado más, si estuviera más vinculado a las artes visuales.
El MAM no tiene fondos para la adquisición de obra de arte, y el Viceministerio del Patrimonio Cultural tampoco, por lo tanto no existe una política para acrecentar la colección del museo. Las obras más recientes han sido donaciones de los propios artistas, puede decirse que en un afán por dotar al museo de obra y con las mejores intenciones.
Hasta la fecha solo un coleccionista ha donado al museo de obra contemporánea. Existen colecciones más amplias como la de la Fundación Paiz, que duerme el sueño de los justos, ya que no es posible visitarla. Mucho de lo que debería estar en el museo está en colecciones privadas. Un hecho inverso a los museos estadounidenses donde los coleccionistas brindan obras, a cambio de exención de impuestos. La falta de instalaciones idóneas, un equipo profesional de curadores y gestores culturales, una junta que vele por la colección, hace que todo el poder de decisión quede en el director de turno, puesto por el ministro de cultura, lo que da poca confianza para donaciones privadas.
Pronto este libro se difundirá en los establecimientos educativos y es ahí donde el canon establecido entrará a surtir efecto, reconocerán como “artistas de Guatemala” a los incluidos en la lista. Cualquier canon es restrictivo y en este caso abona a cierta confusión entre lo moderno y lo contemporáneo, si no se tiene claridad en los conceptos. El más beneficiado con esta publicación es el sector mercado del arte.
Muchos autores vivos y en producción están consignados en el libro, un excelente material promocional para los artistas y “las galerías que los representan”. Obras antiguas de autores, ahora canónicos, subirán de precios, o saldrán de colecciones para suplir necesidades económicas de sus propietarios en un mercado de segundo orden que siempre ha existido.
Con todo lo que representa esta publicación del 2018, es un esfuerzo laudable que solo pudo ser posible por un patrocinador externo. Un aspecto negativo es no haber colocado las referencias bibliográficas. El ser muchas y de diferente procedencia no excusa para no incluirlas, pues la información ahí consignada queda en duda, y relegaría este valioso documento a un coffe table book y no a un documento de partida para la Historia del Arte en Guatemala. Con todo y todo, algo es algo.