Gustavo Sánchez Zepeda
Escritor
Haz pasar de largo tu nave y, derritiendo cera agradable como la miel, unta los oídos de tus compañeros para que ninguno de ellos las escuche. En cambio, tú, siguieres oírlas, haz que te amarren de pies y manos, firme junto al mástil –que sujeten a éste las amarras–, para que escuches complacido la voz de las dos Sirenas; y si suplicas a tus compañeros o los ordenas que te desaten, que ellos te sujeten todavía con más cuerdas.
Homero.
Los sistemas económicos dominantes de la primera mitad del siglo XX, capitalismo y socialismo, se erigen como ilustrados, pero se dirigen hacia la barbarie. El capitalismo se alza como una sociedad integradora y manipuladora, el socialismo pierde el horizonte por el estalinismo y los Estados fascistas están intentando imponer su ideología por medio de la guerra.
Lo señalado en el párrafo anterior no se quedó en el siglo pasado, nos acompaña en el preámbulo del siglo XXI. La dialéctica de la ilustración se manifiesta en que la historia del hombre sufre un proceso que, en términos darwinianos, llamaríamos involución. Max Horkheimer y Theodor Adorno se alejan de la concepción lineal marxista de la historia, pues la visión que se les impone es desastrosa: los adelantos tecnológicos impulsan los instintos primitivos. El hombre retrocede en su proceso evolutivo como resultado de la dialéctica de la ilustración, aquello que lo liberaría lo está esclavizando.
MUERTE Y REINVENCIÓN DEL MITO
A partir de la poética de Aristóteles al mito se le empieza a entender como relato. Pero el mito es algo más, también es una forma autónoma de pensamiento y vida, que responde a la necesidad del ser humano de entender lo desconocido, así como a la necesidad de transmitir el conocimiento y las tradiciones. Al mito se le ha considerado como una verdad imperfecta o disminuida, a la cual se le atribuye una validez moral o religiosa. El mito no sólo ha sido y es el medio por el que nos explicamos nuestros orígenes, también ha sido y es un instrumento de control social. Es en este sentido que Nicola Abbagnano (2000), afirma: …la consolidación de la tradición o la rápida formación de una tradición capaz de controlar la conducta de los individuos, parece ser la función dominante del mito (p. 810).
Evocando un segmento de la conferencia El encuentro del mito y la ciencia, de Claude Lévi-Strauss, él mantiene que la separación de lo científico con lo mitológico sucede durante los siglos XVII y XVIII. Hasta esa época, el pensamiento místico y el mítico sostenían que el mundo sensorial era aparente y que el mundo real –el matemático–, no necesitaba de los sentidos. Fue por medio de Bacon, Descartes, Newton y otros, que la ciencia impuso una nueva posición y se consolidó frente a las mencionadas corrientes de pensamientos. De acuerdo a Lévi-Strauss (1999), la ciencia contemporánea supera una etapa y la explicación científica se consolida pues posee una verdad que puede ser explicada mediante los datos de los sentidos (p. 24). Es decir, el movimiento de ideas científicas –la ilustración–, libera al hombre del mito.
La mitología es fantasiosa y las explicaciones que ofrece carecen de base científica, pero poseen en sí mismas un sustrato importante, Lévi-Strauss (1999) afirma: …las historias de carácter mitológico son, o lo parecen, arbitrarias, sin significado, absurdas, pero a pesar se diría que reaparecen un poco en todas partes (p. 30). A esa universalidad del mito le confiere importancia y, hacia el final de su conferencia, se aleja del cientifismo a ultranza, al manifestar que la ciencia no es la solución a todos los problemas humanos.
Ya antes Augusto Comte había propuesto como estadios de la historia a la etapa mítica, la etapa metafísica y la etapa positiva, donde cada una de ellas es la superación de la anterior. Para él es claro que, en una etapa donde domina la ciencia positiva, el conocimiento ilustrado supera al conocimiento mítico y la cosmovisión científica acabará con la cosmovisión mítica.
A pesar de observar que en la época actual el mito y lo mítico no tienen un espacio científicamente reconocido, Hans-Georg Gadamer (1997) observa que la palabra mito como tal expresa: …un más allá del saber y de la ciencia en la vida del lenguaje y de las lenguas (p. 23). Este autor distingue tres oleadas ilustradas en la historia: la primera culminó con la sofística radical ateniense en el siglo V a. C.; la segunda es la del siglo XVIII, con el racionalismo cartesiano y el empirismo inglés; la tercera en el siglo XX, con la religión del ateísmo. El problema del mito ha estado cercanamente relacionado con las tres etapas del pensamiento ilustrado. Es la última de ellas la que nos interesa especialmente, pues conduce a la formación de creencias implantadas artificialmente, estas creencias son instrumentos de dominación a los que se les ha otorgado una validez mítica que no necesitan de comprobaciones posteriores (p. 24). La deificación de la razón condujo a la humanidad a la deificación del ateismo y, actualmente, a la deificación de nuevos mitos ideológicos donde lo que se mitifica es la ilustración misma.
Pero Horkheimer y Adorno (2001) van más allá: la humanidad no sólo no ha avanzado hacia la libertad –punto que se alcanza con la plenitud de la ilustración–, sino que ha retrocedido. El fin de la ilustración no es la negación de esta por un estadio superior, es su propia autoliquidación. El mito que permanece –o mejor aún, se reinventa–, denuncia que el principal objetivo de la ilustración –el dominio objetivo de la naturaleza– no se ha alcanzado, prueba de ello es el desequilibrio ecológico de nuestro planeta y el exterminio de especies animales y vegetales. ¿A qué se debe que no se alcance el objetivo? Estos autores proponen dos tesis complementarias: el mito es ya ilustración; la ilustración recae en mitología (p. 56).
El objetivo primordial de la razón es dominar la naturaleza, que ella esté al servicio de la humanidad. Para ello era necesario que el hombre se liberara del temor a lo desconocido, el que había sido explicado a través de los mitos. Pero el mito mismo es un inicio de ilustración –el mito es ya Ilustración– y, aunque no ofrece explicación científica, es un principio de dominio. La ilustración desconoce lo desconocido, busca encontrar el porqué de los fenómenos, sus causas últimas. Con base en este principio se inicia el proceso de desmitologización y de deificación de la razón. Juan José Sánchez, en su introducción a la obra Dialéctica de la Ilustración, de Horkheimer y Adorno (2001), afirma: El proceso de Ilustración (…) se revela como un proceso de progresiva racionalización, abstracción y reducción de la entera realidad al sujeto bajo el signo del dominio, del poder (p. 13). Esto significa que un proceso que pretende ser liberador es, en el fondo y desde su inicio, un proceso de dominación que se ha desarrollado como tal.
La ilustración ha nacido bajo el signo del dominio, el proceso de civilización acaba no sólo con el mito sino con todo lo que trascienda al hecho en sí: es el fin de la mitología y la metafísica. El fin de la trascendencia implica que no puede haber búsqueda de ningún tipo de verdad metafísica, el conocimiento es para ser dominado y deberá ser útil de alguna manera. No hay búsqueda del sentido del conocimiento, hay búsqueda del conocimiento sin más. Es un conocimiento que sirve para satisfacer las necesidades –reales y creadas– de los seres humanos. Primero investigamos y luego nos preguntamos para qué puede servir. Y si no hay alguna aplicación práctica inmediata se crea la necesidad para consumir lo que se ha inventado. Esta pérdida del sentido del saber conduce a que la humanidad es coaccionada para que consuma las últimas novedades del avance tecnológico. La humanidad es víctima de la ilustración, vuelve a la mitología –la Ilustración recae en mitología–, y es presa de aquello que esperaba que lo liberara. La ilustración, entonces, no se contrapone al mito: lo reinventa.
EL NUEVO CANTO DE LAS SIRENAS
Homero se apropia de diversas tradiciones populares, las organiza y las universaliza, pero al apropiarse de los mitos entra en contradicción con ellos. A partir de la apropiación ilustrada de la mitología ctónica se introduce en la nueva mitología, la homérica, un nuevo elemento: el dominio. De acuerdo con Horkheimer y Adorno (2001), la Odisea anuncia –con siglos de antelación–, a la dialéctica de la ilustración: En Homero, poema épico y mito, forma y contenido, no sólo divergen simplemente, sino que más bien se enfrentan recíprocamente. El dualismo estético da testimonio de la tendencia histórico-filosófica (p. 97). La mitología ctónica es el sustrato de la mitología homérica. Pero al mismo tiempo que es mito, el regreso de Odiseo es la huida del mito. Una y otra vez el héroe se ve rodeado de fuerzas míticas y él –el hombre–, escapa del mito utilizando el saber y su astucia: se libera del mito a través del conocimiento ilustrado. Pero el fin del mito es el nacimiento del mito ilustrado, así como el nacimiento del ateismo es producto de la deificación de la razón; y la reificación del espíritu se origina en la deificación del industrialismo.
A Odiseo no se le permitirá regresar a su hogar inmediatamente, Homero (1994) escribe: …Poseidón, el que sacude la tierra, no mata a Odiseo, pero lo hace andar errante lejos de su tierra patria (p. 48). Sin embargo, no es una simple aventura de un héroe contra monstruos fabulosos, al respecto, Horkheimer y Adorno (2001), afirman: La odisea desde Troya a Ítaca es el itinerario del sí mismo (…) a través de los mitos (p. 85). Es un viaje donde el héroe se encuentra, en ocasiones, impotente frente al destino. Debe recurrir a la sagacidad y al sacrificio para volver a su hogar. Los episodios que Odiseo supera son obstáculos en el camino que Poseidón –principalmente–, pone en el camino; ellos representan los peligros que debe enfrentar el sí mismo en su búsqueda. Y para superarlos emplea el conocimiento.
Es el saber el arma más efectiva del sí mismo, un conocimiento que es empleado astutamente por Odiseo y que no comparte con sus compañeros de viaje, pues son subalternos. Muchos de los errores de los miembros de la tripulación provienen de su ignorancia, se meten en problemas y mueren porque no saben. Odiseo sabe. Y emplea el saber. El conocimiento ilustrado ejemplifica su importancia en la Odisea, es el héroe quien posee el saber y sabe buscar las fuentes de donde proviene: es un saber que es poder.
Esto lo sabe perfectamente la ilustración contemporánea: la ciencia positiva se puede divulgar hasta cierto punto, cuando esta ciencia es poder se debe mantener en secreto. El conocimiento no está al servicio de la colectividad –la tripulación–, sino de quien detenta el poder –Odiseo–. Esto forma parte de la importancia de la individualidad del líder que se refleja hasta en el castigo: nótese que no es únicamente Odiseo quien no puede regresar a su hogar, es él y su tripulación. La colectividad se alinea –¿aliena?– en torno al guía, quien posee un liderazgo heredado que lo apuntala con el liderazgo del saber. El dominio de la naturaleza pasa a través del dominio del trabajo humano por el líder, al respecto, Horkheimer (2000) afirma: La medida del progreso en la historia universal está en conceder el honor al interés individual, no al de la tribu; y la tarea del futuro consiste en conservar y superar (aufheben) al colectivo, a la nación, en el individuo plenamente desarrollado, sin recaer en niveles de barbarie. Fanatismo colectivo es barbarie manipulada (p. 73). La barbarie manipulada a la que se refiere Horkheimer es, claramente, el fascismo.
La fuerza de la ilustración está basada en la fuerza de la individualidad, un individuo plenamente desarrollado dará como resultado una sociedad igualmente desarrollada. A esto es a lo que le podríamos denominar el desarrollo ilustrado, no a un desarrollo de la sociedad como tal sino al desarrollo de varias individualidades que conformen una sociedad de ilustrados. Así como los ciudadanos griegos necesitaban de esclavos, Odiseo de tripulación, el señor feudal de siervos de la gleba, la sociedad de ilustrados necesita de personas que ejecuten las ideas de los ilustrados.
Los primeros beneficiados serán, por supuesto, quienes tengan la capacidad económica de producir y acceder a los nuevos bienes y servicios que genera la sociedad ilustrada. En teoría, el progreso llega a todos los miembros de la sociedad por el método del rebalse: cuando las necesidades –básicas y superfluas– de los ilustrados están completamente satisfechas, lo que sobra cae de la mesa y se resuelven las necesidades del resto de la sociedad. Pero no sobra nada, lo que no se vende, se capitaliza, se consume o se destruye –para mantener el precio–, jamás se regala.
El saber que confiere poder continúa en manos de la ilustración y de los poseedores de los medios de producción, hasta que sea superado por un nuevo conocimiento que confiera más poder y no sea peligroso que la masa acceda al conocimiento viejo: los nuevos conocimientos continúan en poder de la ilustración. Por eso afirman lapidariamente: el progreso es regreso. Pero lo que se critica no es el progreso ni el avance del conocimiento positivo en sí mismo: es el uso que del mismo se hace; es la concentración del bienestar y, sobre todo, la pérdida de humanismo en pro del crecimiento de un estado individualista.
La sociedad se convierte en una sociedad en busca del máximo bienestar, un bienestar que se identifica con el tener por el tener mismo. No importa si lo que se tiene sirve o no, lo que importa es tener. No se adquieren los bienes para satisfacer necesidades específicas, se obtienen para poseerlos. Es desde aquí es que se comprende la afirmación de Horkheimer y Adorno (2001): El animismo había vivificado las cosas, el industrialismo reifica las almas (p. 80). La gran contradicción es que, al maximizar la individualidad, se elimina al individuo y se tiende a la igualdad para poder ser aceptado socialmente. En una sociedad donde se proclama la igualdad de oportunidades hay personas que tienen más oportunidades y, por tanto, son más iguales que otras. La meta parecer ser alcanzar la máxima igualdad a través de la diferencia, pero aumenta la diferencia por medio de la pérdida de la originalidad.
El dominio de la naturaleza es el camino que ha elegido el hombre para librarse del sometimiento a las mismas fuerzas naturales. Al respecto, Horkheimer y Adorno (2001), afirman: Los hombres habían tenido siempre que elegir entre su sumisión a la naturaleza y la sumisión de esta al sí mismo. Con la expansión de la economía mercantil burguesa, el oscuro horizonte del mito es iluminado por el sol de la razón calculadora (p. 85). Pero es un sol que no puede librarse del signo del dominio. El dominio de la naturaleza es el canto de las sirenas que impide llegar a la liberación, la cual se pierde en su propia búsqueda. Ciertamente Odiseo se amarró para no caer seducido por el canto, pero, al escucharlo, lo llevó consigo en su regreso a Ítaca; el regreso al hogar no es más que la búsqueda del poder a través del sí mismo, un poder que no hace sino acrecentar el dominio sobre la naturaleza, es un poder al que nunca renunció. Al referirnos al dominio del hombre no hablamos únicamente del dominio del sí mismo, es el dominio del hombre sobre la naturaleza que se extiende al otro: al otro hombre.
Bibliografía
Abbagnano, Nicola (2000) Diccionario de Filosofía México: Fondo de Cultura Económica.
Gadamer, Hans-Georg (1997) Mito y Razón España: Paidós Studio.
Homero (1994) Odisea Edición de J. L. Calvo. España: Ediciones Cátedra, S. A.
Horkheimer, Max; y Adorno, Theodor (2001) Dialéctica de la Ilustración España: Editorial Trotta.
Horkheimer, Max (2000) Anhelo de justicia, teoría crítica y religión España: Editorial Trotta.
Lévi-Strauss, Claude (1999) Mito y significado España: Alianza Editorial.
La ilustración o el reinvento del mito
PRESENTACIÓN
Los textos clásicos de filosofía tenían – o tienen aún hoy – un capítulo que era infaltable y que los profesores hemos repetido sin apenas dudarlo: “El paso del mito al logos”. Los libros de historia del pensamiento, quizá influidos por el racionalismo cartesiano, sostenían que la humanidad llegó a la mayoría de edad, al raciocinio, solo cuando fue capaz de superar el pensamiento mágico, esto es, el mito.
Los relatos muy al estilo del Génesis, se afirmaba, por ejemplo, eran productos de gente que debía recurrir a la fantasía para descubrir los misterios que intentaban explicar. ¿De dónde procede el mal? ¿Cuál es nuestro origen? ¿Por qué la muerte? El hagiógrafo, que no era filósofo, por supuesto, creaba mitos (la creación en siete días, Adán, Eva, la serpiente, Caín, Abel…) para dar sentido a los grandes interrogantes del género humano.
No fue sino hasta hace algunas décadas que fue revalorado el mito y su pervivencia en el mundo de la filosofía y la ciencia en general. Todo ello, gracias a pensadores como Claude Lévi-Strauss, Ernst Cassirer, Joseph Campbell y Michel Foucault, entre otros. En esa tónica, es que G. Kavvadias afirma que “El mito no explica, sino que recrea lo real. En ese mismo momento inspira la convicción de que lo que propone es verdadero, porque puede dar satisfacción al alma y también al espíritu”.
En esta edición, será el profesor de filosofía, Gustavo Sánchez Zepeda, quien nos explique lo que llama “el reinvento del mito”. Dará cuenta de la evolución del pensamiento, pasando por la influencia de la ilustración hasta la crítica de la escuela de Frankfurt. Las ideas de Horkheimer y Adorno le ayudarán a encontrar las contradicciones de algunas posturas contemporáneas.
Deseamos que las propuestas de nuestros otros colaboradores, Miguel Flores, Rolando Castellanos Portillo y Catalina Barrios y Barrios, sean de su agrado y contribuyan al enriquecimiento de su cultura y disfrute de placer estético. Siempre es un gusto llegar hasta su hogar para establecer una comunicación espiritual a través del pensamiento y la literatura en general. Hasta la próxima.