Por Kristin Palitza
Kigali
Agencia (dpa)

En un país en el que el presente sigue ensombrecido por un brutal genocidio, una generación de jóvenes empieza a contar sus propias historias ayudados por el director de cine alemán Volker Schlöndorff. En Kigali, capital de Ruanda, el ganador del Oscar a la mejor película de habla no inglesa por «El tambor de hojalata» (1979) apoya al instituto cinematográfico Kwetu con talleres y clases magistrales.

En el edificio de color naranja chillón ubicado en el barrio de Nyarutarama un puñado de estudiantes está preparando una entrevista. Otros editan material que acaban de grabar en las salas de edición y en el estudio de sonido. El grupo produce con ayuda de docentes europeos una miniserie de cuatro partes sobre la explotación de los jornaleros.

Los capítulos de unos ocho minutos de «Karani Ngufu» (que en el idioma local Kinyaruanda significa cargadores de peso) tratan sobre el destino de mujeres jóvenes como el de una asistenta o una cajera en un supermercado.

Ruanda, que es gobernada con puño de hierro por el presidente Paul Kagame, está considerado actualmente un país políticamente estable. Sin embargo, pese a los avances en materia de desarrollo, los derechos humanos y la pobreza siguen siendo un tema clave en una nación en la que, según datos del Banco Mundial, más de un tercio de sus 12 millones de habitantes vive con sólo un euro al día.

El catedrático Klaus Keil, que durante muchos años dio clases sobre la industria cinematográfica en Múnich y ha producido numerosas películas alemanas, ha viajado hasta Kigali en representación de Schlöndorff para apoyar a los alumnos. Este es ya el quinto año que Keil imparte clases en Kwetu y está impresionado por la calidad del material. «A lo largo de los años no sólo ha mejorado el oficio, sino que también han crecido la responsabilidad y la conciencia de los estudiantes», dice.

Schlöndorff califica la miniserie de «realista», escrita «con mucha dignidad» y alaba que aborde abiertamente un tema tan delicado. El realizador de 79 años explica que sobre todo le importa que los estudiantes desarrollen su propio modo de contar historias en vez de intentar imitar a Hollywood. Todavía no hay una fecha de estreno para la serie, que primero se emitirá por YouTube a comienzos de 2019. «Espero que a largo plazo la televisión en Ruanda y otros países se interesen por la serie», señala el director de «Muerte de un viajante» (1985).

Schlöndorff descubrió Kwetu por casualidad durante un viaje a África en 2008 con el entonces presidente alemán Horst Köhler. En Kigali se reunió con el premiado director y productor Eric Kabera, que había fundado el instituto en 2001 tras haberse hecho un nombre a nivel internacional con películas sobre el genocidio de Ruanda en 1994. La cinta «100 Days» (2001), una historia de amor y traición durante la masacre que costó la vida a 800.000 tutsis y hutus moderados en tan sólo cien días, consiguió tres nominaciones al Oscar.

Después siguieron otros títulos como el incónico «Hotel Ruanda» (2004). La mayoría han sido producidos por extranjeros, cuenta Kabera y explica que eso fue precisamente lo que él quiso cambiar. Así fue como fundó una escuela cinematográfica en un país en el que entonces ni siquiera había un cine. «Estaba impactado de que alguien tuviera el valor y el entusiasmo de emprender algo así», recuerda Schlöndorff. Entretanto Kwetu a formado a cientos de estudiantes.

Schlöndorff implicó en el proyecto al centro cinematográfico Babelsberg y al Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo para impartir cursos de varias semanas de duración sobre producción, cámara, sonido, montaje y dirección. Además se ofrecen clases magistrales para estudiantes avanzados, así como una formación de dos años en diseño gráfico. En enero Schlöndorff tiene previsto viajar de nuevo a Kigali, ya que a partir de 2019 quieren transformar el programa docente que hasta ahora se basa en talleres en una carrera a tiempo completo.

Las clases estarán planteadas de manera artesanal para que los alumnos puedan aprender todo lo posible a través de la práctica, explica Schlöndorff. Pero para él, además de teoría y práctica, los jóvenes realizadores necesitan «deshacerse de aquello que les arde en el alma.»

Schlöndorff me ha enseñado cómo contar historias de manera auténtica, asegura Gakombe. «Nos ha dejado claro que no se trata de tener el mejor equipo técnico, sino de nuestras ideas y creatividad.» Así se dio cuenta de que se puede producir algo increíble pese a tener un presupuesto escaso, señala este hombre de 38 años. Schlöndorff también es un perfeccionista que no tolera ningún fallo en el set y que piensa en cada detalle, añade. «Me ha dado una visión para mi carrera que ha cambiado mi vida», asegura.

También Kabera recuerda perfectamente su primer encuentro con Schlöndorff. «Me ofreció apoyo moral y se convirtió en mi consejero, defensor y decano», cuenta. Ahora su sueño es abrir escuelas de cine por toda África.

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