José Manuel Fajardo Salinas
Académico e investigador UNAH
“Un amable oyente nos escribe desde la aldea El Naranjo, en el municipio de Azacualpa, Santa Bárbara, Honduras, y nos envía la siguiente pregunta: ¿Me pueden explicar por qué al escribir el nombre México, lo hacemos con la letra “x”, pero al pronunciarlo, lo decimos con la letra “j”? Gracias y quedo esperando su respuesta…”
Las palabras anteriores corresponden a lo que ha sido el ir y venir de preguntas y respuestas de un programa radial de grato renombre en la región centroamericana: “Oigamos la respuesta”, producido por el Instituto Centroamericano de Extensión de la Cultura, dentro del proyecto “Escuela Para Todos”, con sede en San José de Costa Rica. Este intercambio de dudas y aclaraciones, desarrolladas por una parte, desde la autenticidad de la curiosidad campesina y del sincero deseo por aprender; y por otra, del afán de explicar la realidad de un modo claro e inteligible para la mentalidad campesina, siguiendo el lema de que “Comprender lo comprensible es un derecho humano”, lleva ya más de medio siglo de vida en nuestra región e incluso ha extendido sus fronteras al ser escuchado por la población centroamericana residente en los Estados Unidos de Norteamérica.
Narrar la forma en que este emprendimiento radial llegó a tener un lugar preferente en el corazón y alma de la población rural de América Central es algo que excede el límite de estas líneas. Sin embargo, y gracias a una valiosa iniciativa promovida desde el sur del continente, tanto esta historia como una serie de reflexiones educativas centradas en la educación inclusiva, podrán ser vistas y escuchadas a partir del presente mes de septiembre, cuando entramos al trienio que anticipa la conmemoración de los doscientos años de la independencia política de Centroamérica.
Si bien, para los próceres de dicha gesta la educación era una clave indubitable para elevar el desarrollo de nuestros pueblos, parece que algo ha fallado en su aplicación, pues a pesar de la ampliación de los rangos de cobertura educativa -particularmente en los primeros niveles de escolaridad- no se nota que ello haya significado una mejora ostensible en la calidad de vida a nivel general. Más bien pareciera que en no pocos casos, la educación favorece o profundiza la inequidad y el desequilibrio de oportunidades para quienes tienen acceso a sus programas de atención pública.
Teniendo como trasfondo tentativo este leve y sencillo diagnóstico, que puede extenderse al resto de la región latinoamericana, el Centro de Estudios Latinoamericanos de Educación Inclusiva (CELEI), concentra la mirada de la academia regional e instala una plataforma de debate que ayuda a considerar la educación como una estrategia de “inclusividad”, es decir, de integración y consolidación social, y no tanto de exclusión y superación (entendiendo esta última palabra como una forma de colocarse por encima de los otros, o sea, la lógica de competir para elevarse por sobre el promedio).
Para ello, el CELEI, desde Chile, propone un Ciclo de Conferencias internacionales, donde desfilarán una serie de académicos que, con sus investigaciones en variados temas educativos, aplicarán lo mejor de su pensamiento crítico para indagar nuevas categorías que ayuden a problematizar el modo en que se ha abordado la posibilidad educativa hasta el actual momento.
¿Qué relación guarda este evento con el proyecto “Escuela Para Todos” de Centroamérica con cuya alusión inicié estas ideas? Pues que se le ha concedido la honrosa distinción de inaugurar el Ciclo mencionado, ya que su novedad educativa será destacada en una de las dos conferencias que dan inicio a las veinte que compondrán la experiencia total. La oportunidad de inscribirse y participar es abierta y está disponible en el enlace:
¿Desde dónde se puede hablar de “Escuela Para Todos” como un proyecto inclusivo? Seguramente ello parte del diagnóstico que motivó su arranque a inicios de los años 60. En el documento titulado: “Exposición de Motivos de la Ley de Creación del ICECU”, se habla de la historia regional como la narrativa de una población dividida, debido a la forma de su nacimiento cultural, es decir, los países latinoamericanos no disfrutamos de una cultura nacida en nuestro suelo: de un lado, la clase intelectual y media dispone de una cultura cuyo origen no está en esta tierra, procede más bien de Europa o de países desarrollados; y del otro lado, los habitantes del mundo rural son afectos a tradiciones de origen autóctono y más bien marginales a otras influencias.
Debido a esta falta de unidad en la población, es lógico que no se logre desarrollo, ya que, al faltar unidad espiritual, falta la concepción de un destino; así, lo que se construye es para resolver transitoriamente los problemas, pero rara vez para proyectarse hacia un futuro. Visto de modo superficial, ello puede tildarse de irresponsabilidad, pero en el fondo, más bien es un problema de falta de identificación o de identidad.
Hasta ahí el diagnóstico del año 1963, y aunque de esa época a la actualidad, la proporción poblacional ha cambiado en Centroamérica, favoreciendo el poblamiento urbano en contra del rural, se podría afirmar que en lo básico el juicio esbozado se mantiene vigente aún hoy, con una gran masa rural y suburbana disociada de los beneficios de la modernidad, y supeditada a los azares de los juegos de poder en democracias más bien formales que reales.
De este modo, al mantenerse en lo básico las causas profundas del subdesarrollo latinoamericano, la opción propuesta por los iniciadores del proyecto “Escuela Para Todos” podría confirmarse para nuestra actualidad; ¿cuál fue la alternativa planteada en aquellos años? “No informar, sino interesar”, como lo dice el mismo documento. Es decir, fomentar el interés por cultivarse cognitivamente, particularmente entre aquellos grupos de población distanciados de la educación formal, para re-crear una base cultural unificada que lograse la identificación común de la población, y así fortalecer un imaginario social que se proyectara espacio-temporalmente de modo armónico.
Tal tarea, nada fácil por su magnitud y alcance, tuvo una respuesta sumamente positiva por parte de la población rural centroamericana. Lo testimonian así los archivos del ICECU, donde en una sala denominada: “el Corazón”, reposa la correspondencia postal base del programa radial, con más de medio millón de preguntas venidas de todos los rincones de América Central. A todas ellas se ha dado respuesta y se ha satisfecho de este modo el deseo de conocer, lo cual ha ayudado en cinco décadas de continua labor a cultivar algo que va más allá de la educación profesional o vocacional, tocando esa región de lo humano donde se juega el sentido de lo cotidiano, como lo es el aprender por el propio gusto de hacerlo, no por premio o castigo, sino por placer.
Esa es la inclusión anhelada por el proyecto en sus inicios, y que se concibe como una posibilidad alentadora para animar y guiar políticas públicas incidentes para la contemporaneidad latinoamericana en ruta de justicia y equidad social. Es lo anterior un pequeño anticipo del rico banquete de conceptos e iluminaciones que tanto este proyecto, como otras presentaciones del Ciclo internacional aludido, pondrán a disposición de quienes se animen a seguirlo.