Por Wolfgang Marx
Berlín
Agencia (dpa)

Pese a su avanzada edad sigue igual de luchadora que siempre: Olivia de Havilland, que cumplió 102 años, cree que la serie «Feud» ha dañado su reputación y por eso ha recurrido a los tribunales.

La actriz británico-estadounidense acusa a la cadena FX y al director Ryan Murphy de haberla retratado sin permiso y además de hacerlo faltando a la verdad. Entre otras cosas exige una compensación por daños y perjuicios.

La serie de televisión que imita en partes un documental trata de la larga rivalidad que hubo entre las divas de Hollywood Joan Crawford (Jessica Lange) y Bette Davis (Susan Sarandon). Catherine Zeta-Jones se encarga de interpretar a De Havilland, quien critica que en la serie se le atribuyen declaraciones falsas en una entrevista inventada.

La actriz es una de las últimas estrellas vivas de la época dorada de Hollywood. Su nombre irá siempre unido a «Lo que el viento se llevó» (1939), donde dio vida a la inteligente y virtuosa Melanie Hamilton junto a Clark Gable.

En la noche de los Oscar de 1940, el drama fue coronado con ocho estatuillas, pero ella, nominada como actriz de reparto, se fue con las manos vacías. El hombrecillo dorado fue para su compañera de reparto Hattie McDaniel, que encarnaba a la entrañable criada Mammy.

De Havilland supo resarcirse de aquella derrota y en 1946 se alzó con el Oscar, esta vez como joven madre soltera y protagonista de «To Each His Own». Tres años más tarde, volvió a recibir el aplauso de los académicos por el drama de venganza «The Heiress».

Los comienzos de la actriz en Hollywood fueron color de rosa. Hija de padres británicos nacida en Tokio, llegó de niña a California y el austríaco Max Reinhardt la «descubrió» cuando sólo tenía 19 años para el papel de Hermia en la shakesperiana «El sueño de una noche de verano». Los estudios Warner Brothers le ofrecieron de inmediato un contrato para siete años y la convirtieron en estrella junto a Errol Flynn.

En total, De Havilland rodó ocho películas junto a este galán temerario y aventurero de sangre australiana, entre ellas «The Adventures of Robin Hood», «Four’s a Crowd» o «Dodge City». Pese a la química entre ellos en la gran pantalla y los rumores que desataron, nunca tuvieron romance alguno, afirma la actriz.

Pero la temprana fama tuvo su precio. De Havilland confesó a la revista Vanity Fair que en aquel entonces no tenía «amigos de verdad» y sufría mucho por la ardua competencia.

Pese a todo continuó su carrera cosechando éxitos. Sus últimas grandes interpretaciones fueron como neurótica en «The Dark Mirror» (1946), en el drama romántico «My Cousin Rachel» (1952) y junto a su amiga Bette Davis en el thriller psicológico «Hush… Hush, Sweet Charlotte» (1964).

De Havilland siempre ha sido testaruda, como demostró con su campaña contra el poder de los estudios cinematográficos. A principios de los 40 se querelló con éxito contra Warner Bros. para liberarse de su contrato. Y ahora espera finalmente también alcanzar su objetivo. Aunque a finales de marzo De Havilland sufrió una derrota en los tribunales en el caso de «Feud», sus abogados presentaron en mayo una apelación. De Havilland sigue luchando.

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