Eduardo Flores Arróliga
Profesor de filosofía
Universidad Centroamericana (UCA)
Managua, Nicaragua

La historia cambia a conveniencia de quienes la gobiernan. Por eso es importante contextualizar a nivel internacional las causas que actualmente han llevado a estudiantes de distintas universidades del país a salir a las calles para reclamar sus derechos y por qué la Policía Nacional los está matando.

Luego que el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, perdió las elecciones presidenciales de 1990, en un entorno de guerra y extrema pobreza en el país, este partido comenzó a fragmentarse, las diferencias internas causaron que muchos dirigentes e intelectuales que lucharon contra la dictadura somocista se salieran de las bases del Frente. Durante la década de los noventa el Partido desarrolló una lucha constante contra los gobiernos neoliberales, quienes entre su corrupción e inoperancia de gobernación no sacaron al país de la pobreza.

En 2007 Daniel Ortega, presidente del FSLN, regresó al poder, la población necesitaba un cambio y creyeron que utilizando los símbolos de la revolución nacional podían encontrar un refugio y crear cambios positivos para el país. Al menos así fue el discurso de Ortega y su esposa Rosario Murillo, quienes hasta la fecha han gobernado a su conveniencia. Ambos se apropiaron de la simbología del sandinismo para crear bases sólidas en distintos sectores de la población. Su poder incrementó hasta desestabilizar a todo tipo de oposición. Entre ellos, diferentes grupos universitarios que se han manifestado por las acciones contradictorias de este gobierno mal llamado sandinista.

Los símbolos y discursos del gobierno se acrecentaron con los años. Rosario Murillo comenzó a promover un discurso de paz, amor y solidaridad desde una óptica homogénea que, para ella, su familia y un grupo de seguidores selectos consideraron como los símbolos de esta nueva etapa sandinista. Son estos los símbolos que hoy se esparcen por todas las calles del país con el objetivo de crear una presencia omnipresente y autoritaria, como por ejemplo los árboles de la vida (árboles de metal de 17 y 21 metros de largo y un ancho de hojas de 13 metros por 9, en material de acero, 7 toneladas de peso y 15 mil bombillos tipo led por árbol) y los mega rótulos con las imágenes de sus autoridades, los mismos contra los que la población ha canalizado su descontento en las manifestaciones recientes, en un intento de destruir los símbolos de este gobierno dizque sandinista de la última década. Desde la cúpula de poder también se ha promovido un discurso tergiversado sobre las causas por las que los primeros sandinistas lucharon, actualmente dejadas en el olvido y la manipulación propagandística.

Por eso es importante aclarar que el pueblo nicaragüense actualmente no está peleando contra aquel partido sandinista que una vez puso a Nicaragua en la discusión mundial, tampoco se pelea contra una Juventud Sandinista que organizó una de las mejores cruzadas de alfabetización en la historia contemporánea. Tampoco se lucha en contra de los errores de la guerra que se cometieron durante la generación de los años 80, junto con sus dirigentes. ¿Por qué lucha hoy, entonces, el pueblo nicaragüense?

Hoy se lucha contra una familia que utiliza a su conveniencia ese pasado con discursos retorcidos que, más allá de convencer a los ciudadanos por una unidad reconciliatoria, ponen en evidencia sus políticas autoritarias que censuran cualquier tipo de diálogo distinto al de ellos. Este mes de abril de 2018, las problemáticas en Nicaragua se rebalsaron. Las decisiones arbitrarias del presidente Daniel Ortega y la vicepresidente Rosario Murillo han hecho que los estudiantes salgan a las calles pacíficamente a marchar en contra de esos errores. Las autoridades, por su parte, arremetieron con mano de hierro contra los estudiantes pensando que con el miedo iban a silenciarlos, pero más bien provocaron un giro de tuerca que tiene al país en el desenfreno total. El gobierno de Nicaragua ha olvidado las consignas de aquel partido de Carlos Fonseca Amador y los ideales que lograron que muchos países se sumaran a la causa.

Tranquilidad, una palabra que derraman las voces autoritarias que no ponen en práctica sus consignas trasnochadas. Estos líderes expresan cierto carácter pasivo agresivo por las protestas de estudiantes de la UNI, UNA, UCA, UNAN, UNAN-LEÓN, UPOLI, quienes junto a ciudadanos y ciudadanas que no soportan la intolerancia del gobierno nicaragüense han sido desestabilizados por el abuso de poder que se vive en este territorio.

Esta intranquilidad por los nicaragüenses es un ejemplo, entre muchos, de no aceptar ningún tipo de represión. Almas vacías y mediocres les llamó Rosario Murillo a los estudiantes que han salido a pronunciarse desde hace semanas por las vicisitudes acontecidas en este mes de abril. Sobre todo, porque el pasado 16 de abril de 2018 el gobierno anunció una nueva reforma del Instituto Nacional del Seguro Social que perjudica a la población trabajadora nicaragüense.

En diversos departamentos la población se ha movilizado para visibilizar su malestar, pero la opresión es la misma por la Policía Nacional y las turbas que vestían con camisas blancas llenas de mensajes solidarios, pacíficos y reconciliatorios, y ahora se disfrazan de civiles para sembrar el caos y el terror entre la población. Ellos han organizado a delincuentes que portan cuchillos, tubos, palos, piedras y cada utensilio cortopunzante que pueda dañar la integridad de cualquier persona que sale a las calles a reclamar sus derechos como ciudadanos nicaragüenses. Mientras la Policía Nacional protege a delincuentes que desgraciadamente utilizan el nombre de los que una vez realmente fueron la Juventud Sandinista.

El miércoles 18 de abril las marchas autoconvocadas por estudiantes universitarios y demás ciudadanos, en distintas zonas del país, fueron asediadas y amedrentadas por los brazos represivos del Gobierno. La situación nacional se puso más compleja, al punto que diversos medios televisivos fueron censurados para que la población no se enterara de lo que estaba ocurriendo, pero fue demasiado tarde porque el jueves 19 de abril se intensificó la represión y cayeron los primeros estudiantes.

El 20 de abril aumentaron los muertos y las persecuciones a universitarios; muchos están desaparecidos. Los pobladores están encendidos, no duermen; y sus ciudades se consumen entre el incendio y el terror. Pero nadie quiere ser afectado por las autoridades que no permiten a los ciudadanos de distintos rincones del país expresar sus intrínsecos sentimientos de crítica cuando se sienten ofendidos por el despotismo descarado.

La paranoia incrementa y la búsqueda de organización es latente a nivel nacional. Hace tiempo que no se veían manifestaciones fuertes en Nicaragua. Diversos pobladores salen a las calles a cualquier hora. Pensando en esos estudiantes que duermen en casas de desconocidos o en las mismas aulas donde reciben clases para agarrar fuerzas y seguir enfrentándose al régimen de los Ortega Murillo. Estudiantes que deberían de estar en clases, aprovechando sus años de adolescencia para crecer y construir sus futuros, pero hoy recuerdan a los muertos que en cinco días han caído por el terror de la injusticia. Se reportan más de 30 muertos. La mayoría eran estudiantes universitarios que participaron en las protestas, civiles, policías, un niño de 15 años y un periodista. También, estos enfrentamientos han dejado a más de 200 personas heridas y varios desaparecidos.

Las autoridades de este país están asustadas al ver a su Policía Nacional desestabilizada, defendiéndose con bombas y gases lacrimógenos, armas de fuego y saqueando armerías porque no esperaban que las generaciones de los mal juzgados millennials también pueden construir trincheras de cemento acuerpadas con la fuerza de la ciudadanía y respaldadas por la transmisión en directo de otras manos amigas que se bifurcan en diversas redes sociales. Esos estudiantes han sido apoyados por cada poblador que sale a comprar víveres para dejar en casas de acopios y universidades, porque todas y todos estamos cansados de no poder manifestarnos cívicamente y de vivir en represión.

Por las noches habla la vicepresidenta Murillo, infectada con palabras llenas de doble moral, a tratar de tranquilizar las aguas de un país revuelto que busca desterritorializar su discurso vertical. A Ortega le ha costado pronunciarse, está asustado porque este país que él ve como finca se le ha salido de control. Muchos de sus seguidores les han dado la espalda y se han enfilado con el pueblo. El presidente recubre su discurso de falacias descontextualizadas para verse nacional e internacionalmente como una víctima más de la conspiración opositora financiada, según dice él, por organizaciones estadounidenses que desean desestabilizar al gobierno. Es un presidente manipulador que ha puesto al pueblo nicaragüense como delincuente, de la misma manera que una vez Somoza y Moncada le llamaron bandolero a Sandino.

Hay algo podrido en Nicaragua, el cadáver podrido cambia cada cierto tiempo. El cadáver de nuestro presente utiliza el nombre de revolución y sandinismo, pero eso desapareció hace años, junto con la mística socialista. Los estudiantes no quieren imágenes que simbolicen el autoritarismo. En las calles han comprendido el sentido de la vida: instantánea, frágil y absurda.

La gente que sale a las calles incrementa con los días; existen varios puntos de lucha en el Pacífico, Centro y Atlántico del país. Cada estudiante, familia, iglesia, trabajadores de la empresa privada y del Estado, y demás ciudadanos apoyan desde sus trincheras, expresando en sus acciones que la diversidad es el arma perfecta para combatir contra la represión cubierta de intolerancia y mediocridad al momento de gobernar.

Frente a las atrocidades que han sucedido este mes de abril y que seguirán creciendo mientras no se dé una solución concreta, los jardines de la cultura seguirán acogiendo almas primaverales que desean y fomentan justicia, crítica y desarrollo. Las palabras causan temor y en Nicaragua los tiranos rápidamente olvidan que la palabra crítica alimenta la mente y las balas disparadas desbaratan cerebros. Por eso, no podemos olvidar que cuando un estudiante muere una madre llora, una familia se desestabiliza y un pueblo grita. La violencia la activó el gobierno, las muertes de estos estudiantes que han defendido sus derechos se debe a la mediocridad de un sistema gubernamental pervertido.

Es complicado responder a la pregunta que se hace el mundo: ¿qué pasa realmente en Nicaragua? El problema no es solamente que el gobierno comunicara el 16 de abril una reforma injusta para los asegurados y que el pasado 22 de abril, fuese revocada para crear una supuesta estabilización en el país, ni que dejara que se quemara una de las reservas naturales más importantes de Centroamérica. Los problemas son varios, como el incremento de la gasolina y la electricidad, la poca inversión a condiciones dignas y de calidad para cualquier estudiante, el temor que provoca una policía que violenta a la población en cada momento del año, robándoles indiscriminadamente. La lista de injusticias aumenta al escuchar las voces de una ciudadanía nicaragüense que no encuentra una opción política que aglutine la pluralidad y diversidad de demandas actuales y dé una respuesta alternativa y coherente frente a estos acontecimientos de abuso, a un gobierno que miente y finge tranquilidad cuando el país se erosiona constante y violentamente.

PRESENTACIÓN

Como si se tratara de un “Castigo divino” o el desajuste de los astros que conspiran contra el país, Nicaragua transita en un estado de crisis permanente a causa de condiciones insuperables que movilizan a la población en la búsqueda de soluciones alternas al establecido por las fuerzas de poder.

Alejados del escenario nicaragüense e inundados por una propaganda sin límite, hemos decidido dar la palabra al profesor de filosofía de la Universidad Centroamericana, Eduardo Flores Arróliga, para que nos explique desde su perspectiva qué sucede realmente en Nicaragua.  El texto, al tiempo que ofrece claves interpretativas, abre el debate gracias a los interrogantes que sin duda generará entre los lectores.

“Hoy se lucha, dice Flores Arróliga, contra una familia que utiliza a su conveniencia ese pasado con discursos retorcidos que, más allá de convencer a los ciudadanos por una unidad reconciliatoria, ponen en evidencia sus políticas autoritarias que censuran cualquier tipo de diálogo distinto al de ellos. Este mes de abril de 2018, las problemáticas en Nicaragua se rebalsaron. Las decisiones arbitrarias del presidente Daniel Ortega y la vicepresidente Rosario Murillo han hecho que los estudiantes salgan a las calles pacíficamente a marchar en contra de esos errores”.

El Suplemento presenta, asimismo, una miscelánea de textos en los que destacan en primer lugar, la propuesta de creación literaria de la poeta Candi Yajaira Ventura López y del cuentista Maco Luna.  Seguidamente, Carlos René García y Miguel Flores, ejercen la crítica estética sobre propuestas tanto del relato cinematográfico como en materia de curaduría de arte.

Que tenga una buena lectura.  Hasta la próxima.

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