Por TIA GOLDENBERG
JERUSALÉN
Agencia (AP)

Una explosiva serie documental sobre la problemática integración de los judíos del Medio Oriente a un Israel fundado por europeos ha reabierto viejas heridas en torno a las divisiones étnicas del judaísmo en la antesala de los festejos del 70mo aniversario de la creación del estado judío.

Si bien Israel conmemora el aniversario destacando su prosperidad y sus éxitos, el país sigue lidiando con divisiones, y no precisamente entre judíos y árabes. Las disputas internas son particularmente dolorosas para los sionistas que consideran a los judíos un pueblo, además de una religión.

La serie “El pecado ancestral” ha generado malestar al plantear que los inmigrantes eran marginados sistemáticamente por burócratas con aspecto intolerante. La controversia dejó ver la intensidad con que se vive la historia de las relaciones entre los judíos mizrajíes, del Medio Oriente y el norte de África, y los de Europa, conocidos como los asquenazis.

“Este fue un estado que planificó su destino sin incluirlos a todos, engañándolos e imponiéndoles sus políticas”, expresó David Deri, director del documental. “Hasta hoy en día, la sociedad no ha lidiado a fondo con esta gente y estos sitios”.

A su llegada de países de habla árabe en el Medio Oriente y el norte de África tras la creación de Israel en 1948, muchos inmigrantes mizrajíes fueron ubicados en precarios campamentos de tránsito y básicamente marginados por los líderes europeos de la nueva nación. Siempre se han quejado de ser discriminados por la elite descendiente de europeos, que tradicionalmente controla el gobierno, a los militares y la economía.

La situación se mantuvo hasta que los mizrajíes encontraron su salvador en el Partido Likud de Menachen Begin, a pesar de que era de ascendencia polaca.

Begin se ganó su apoyo y llegó al poder en 1970, interrumpiendo 30 años de gobierno laborista. La lealtad de los mizrajíes hacia el Likud se mantiene hasta nuestros días.

Las tensiones disminuyeron con el correr del tiempo. Los matrimonios entre mizrajíes y asquenazíes son comunes y hay judíos de ascendencia mizrají que han llegado a los niveles más altos del gobierno, las fuerzas militares, el sistema judicial y el mundo empresarial.

Pero nunca hubo un primer ministro mizrají, por ejemplo. Hay muchos más mizrajíes en prisión y menos en el mundo académico. Los asquenazíes ganan más que los mizrajíes, según el Centro Adva, un grupo de estudio, aunque la brecha ya no es tan grande como antes.

La serie documental puso de nuevo sobre el tapete el debate acerca de qué deben hacer los mizrajíes para ser tenidos más en cuenta. Si bien muchos mizrajíes creen que fueron marginados, otros renunciaron prácticamente a sus raíces del Medio Oriente por propia voluntad y desarrollaron un sentimiento antiárabe que los lleva a apoyar las políticas de línea dura del Likud hacia los palestinos.

“El pecado ancestral” empieza en Yeruham, una localidad de clase obrera en la periferia de Israel donde la familia de Deri y miles de otros fueron enviados cuando era poco más que una amplia extensión de arena surcada de vez en cuando por caravanas. Los ancianos padres de Deri, que vinieron de Marruecos, cuentan entre lágrimas cómo imploraron ser ubicados cerca de las principales ciudades, sin ser escuchados.

Los nuevos inmigrantes fueron enviados a sitios remotos para tratar de asegurar las fronteras de Israel en los volátiles años posteriores a su creación, pero el documental arguye que fueron mayormente los mizrajíes los que cargaron con esa cruz.

La serie se basa en transcripciones de reuniones de la Agencia Judía, una especie de servicio de inmigración, y la correspondencia entre funcionarios y diarios personales. Incluye entrevistas con académicos, inmigrantes nordafricanos y un burócrata de esa época.

A partir de documentos enterrados en el Archivo Central Sionista, la serie presenta hechos que son conocidos para los académicos pero que según Deri no eran parte del debate público ni figuran en los libros de historia.

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