Premio Turner 2017 Lubaina Himid (Zanzibar, Tanzania, 1954)

Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras

El mundo del arte es una red dispersa de subculturas superpuestas, vinculadas por el simple hecho de que todas ellas creen en el arte. Estas subculturas se distribuyen por todo el planeta, pero se agrupan en ciertas capitales: Nueva York, Londres, Los Ángeles y Berlín, aunque hay otras ciudades, como Milán, Glasgow o Vancouver, que son más bien periféricas.

El universo artístico es hoy más policéntrico de lo que era en el siglo XX cuando París y Nueva York dominaban la escena. Sara Thornton lo confirma en su libro Siete días en el mundo del arte. A partir de ello, el lector puede imaginar la posición de Guatemala en ese mapa mundial del arte. Es evidente que por muchos esfuerzos que se hagan, somos la periferia de la periferia.

Los actores de ese mundo desempeñan, por lo general, seis funciones definidas: artista, galerista o marchand, curador, crítico, coleccionista o subastador. Es posible encontrar artistas-críticos y marchands-coleccionistas, pero ellos siempre admiten que no siempre es fácil lograr un equilibrio entre sus dos tareas y/o identidades.

Llegar a ser artista célebre o exitoso es lo más difícil de todas esas posiciones; pero son los marchands quienes, manipulando el poder de los otros participantes, ocupan el lugar más decisivo. Para el galerista Jeffrey Poe “el mundo del arte no tiene que ver con el poder sino con el control. El poder puede llegar a ser vulgar. El control es algo más agudo, más preciso. Surge de los artistas, porque es su obra la que determina cómo van a desarrollarse las cosas; pero los artistas necesitan un diálogo honesto con un conspirador. Un control discreto –basado en la confianza- de esto se trata, en realidad el mundo del arte”. Si bien esto se da en Guatemala, no llega a ser tan cierto, aquí a esos personajes serían a la tortrixs.

El espacio artístico es más amplio que el mercado del arte. El mercado abarca a los que compran y venden obras, pero muchos integrantes de ese mundo (los críticos, los curadores y los propios artistas) no están directamente involucrados en esta actividad comercial de manera regular, pero a la larga en un país tan pequeño como Guatemala, son absorbidos. El ámbito artístico es, incluso, un medio en el que mucha gente no sólo trabaja sino también reside en forma permanente. Es una “economía simbólica” donde el trueque se realiza en ideas y el valor cultural suele ser más significativo que la bruta abundancia.

A veces el mundo del arte pareciera percibirse como una escena sin clases sociales, donde un artista de clase media-baja toma un trago con altos gerentes de bancos, eruditos curadores, diseñadores de moda y otros creativos. Sería un error pensar que el mundo del arte es igualitario o democrático. El arte tiene que ver con la experimentación y las ideas, pero también con la excelencia y la exclusión. En una sociedad donde todos buscan una pequeña distinción individual, esto resulta una combinación embriagadora.

Los grandes acontecimientos artísticos son por lo regular las Bienales y los certámenes. Todos diseñados para poder crear capital simbólico tanto para los artistas como para las instituciones que las llevan a cabo. Guatemala solo tiene una bienal, la organizada por la Fundación Paiz, de larga tradición y escenario de la evolución del arte visual chapín. Su colección de obras de 1978 al 2008 brinda una panorámica del arte nacional después del Terremoto de San Gilberto.

Esta actividad sigue modificando su formato. En la actualidad no tiene premios de adquisición, por lo tanto, tampoco ahora hay vestigios del arte de 2010 al presente. Este tipo de eventos preparan el camino para la visibilidad de un artista que luego podrá aparecer en una subasta o ser fichado por alguna galería de arte. Eso sucede en países con una estructura artística más organizada, en Guatemala hay varias subastas que se orientan al mercado y a nutrir los presupuestos de organizaciones no lucrativas vinculadas con la labor social. A pesar de malos montajes las obras adquieren notoriedad y por ende suben sus precios.

Otro factor importante en el mundo del arte son los premios. En Inglaterra otorga el premio Turner, con una dotación de 40 mil libras esterlinas a su ganador. En Costa Rica, sin ir muy lejos, está el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría para las artes visuales, o el Premio Nacional de Cultura Magón, entregados en un vistoso acto en el Teatro Nacional. ¿Qué hay en Guatemala? el Premio Nacional de Literatura de Guatemala “Miguel Ángel Asturias”, en el campo literario, y el Premio “Carlos Mérida” a las artes visuales.

La iniciativa privada tuvo el Premio de Teatro Opus que luego fue para todas las artes, patrocinado por el Patronato de Bellas Artes. Existen otros premios pero poco lucidos y sin ninguna remuneración económica, más que un diploma o medalla y la tradicional foto en las pocas secciones de sociales que aún quedan en los medios impresos.

En mundo del arte de Guatemala, como decía Javier Pacheco (q.e.p.d.) “Somos muy pocos y nos conocemos muy bien…”

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