Miguel Flores

Cayo Mecenas, (70 – 8 a. C.), nunca imaginó que su interés por la poesía y apoyo de los jóvenes poetas romanos ligaría su nombre a la acción de protección y ayuda en el mundo del arte. Esa tradición que luego adoptaron reyes como Luis XIV, el Rey Sol, quien introdujo el mecenazgo por parte del Estado, llegó a constituir un rasgo de distinción entre miembros de las élites gobernantes. La Iglesia católica fue uno de los grandes mecenas, como se aprecia en las importantes inversiones, para un ejemplo, las colecciones del Museo Vaticano.
Un problema para la creación artística lo constituye el factor financiero. El creador necesitará fondos para vivir y comprar materiales. Ante esto, surge en el siglo XV la figura del mecenas, encarnado en personajes como Ludovico Sforza, Lorenzo de Medici o el Papa Julio II. Se puede decir que gracias a estos personajes se forjó el Renacimiento y el Barroco. Miguel Angel, Leonardo Da Vinci y Rafael de Sanzio, entre otros, recibieron ayudas de todo tipo de parte de sus mecenas, y cuyas obras engalanan ahora las grandes y numerosas iglesias romanas. La Basílica de San Pedro es uno de los mayores exponentes del arte ordenado y pagado a través de este sistema, propio del arte.
Hoy en día el Diccionario de la Real Academia Española se refiere al mecenazgo como una cualidad, es decir la protección o ayuda dispensada a una actividad cultural, artística o científica. Muy distinto es el patrocinio, que en hábito jurídico se entiende como, defender y proteger, amparar, favorecer. Pero la acepción más atinada para el arte es la de apoyar o financiar una actividad normalmente con fines publicitarios.
En la actualidad si se quiere cubrir un presupuesto para una actividad artística se tiene que recurrir al patrocinio y hacer más de una concesión en aras de una marca, que tanto protegen y difunden el mundo empresarial. Ya no existen mecenas, que les interese proteger determinada manifestación del arte. En la actualidad las marcas tienen todo un aparato financiero, publicitario y promocional que una actividad enmarcada dentro del arte simbólico (una exposición de arte de las últimas generaciones, la temporada de la Sinfónica Nacional o un festival de teatro) no posee.

Hay ocasiones en que una actividad pierde su nombre original para pasar a transformarse en el “Festival X de pintura”, o “La temporada y de la Sinfónica Nacional de Guatemala”. Ser observador permite ver cuándo una marca desborda los límites de comunicación y cómo una actividad cultural queda sepultada con otro nombre y lleno de objetos publicitarios que invaden y desdibujan el objetivo del evento.
El mecenazgo dio paso al patrocinio publicitario. Si se quiere optar a uno, quienes tienen la facultad de otorgarlo son, en primera instancia, los ejecutivos de alto nivel de una entidad o los gerentes de mercadeo. Es decir, estamos ante personas formadas a nivel universitario que apenas conocen de arte y desconocen el campo artístico. Por ello, otorgan patrocinio a actividades que no valen la pena, es por eso, por ejemplo, que obras de poca monta como las comedias baratas, resulten con patrocinios publicitarios generosos, con gran exposición de marca y de paso ensalzando obras que del chiste barato no pasan.
Los estadounidenses de cierto nivel educativo se constituyen en mecenas de grupos de danza, museos y orquestas sinfónicas. Existe todo un andamiaje para recolectar fondos. La mayoría de obras de arte en un museo norteamericano, por ejemplo, ha sido donada por una familia, y se deja constancia en cédulas y catálogos.
En Guatemala, solo un coleccionista ha donado al Museo de Arte Moderno una serie de obras del artista Darío Escobar, valoradas casi en un cuarto de millón de dólares. En El Salvador la iniciativa privada construyó el mejor museo de arte de la región. En Guatemala, si no es por la intervención de la Fundación G&T Continental, el museo de Arqueología y Etnología estaría en sus peores momentos, al igual que el Museo Colonial donde ha ayudado en mejoras estructurales del valioso edificio.
Dinero en Guatemala existe, pero tenemos una clase pudiente ignorante en asuntos de arte. Una lástima.
Pie de foto:
Horacio y Virgilio en casa de Mecenas. Jalabert, Charles Francois (1819-1901); francés. técnica: óleo sobre tela. Museo de Bellas Artes de Francia.

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