Por EVA VERGARA
SANTIAGO DE CHILE
Agencia (AP)

Nicanor Parra fue un hombre formado en las ciencias exactas que dio vida a la antipoesía, una lírica llena de ironías, irreverente, antisistémica y excéntrica.

“Durante medio siglo la poesía fue el paraíso del tonto solemne. Hasta que vine yo y me instalé con mi montaña rusa”, dijo Parra, consciente de los convencionalismos que arrasó. “Suban, si les parece. Claro que yo no respondo si bajan echando sangre por la boca y narices”.

Parra, quien falleció el martes a los 103 años, se definió a sí mismo como un “antipoeta» y a su obra como «antipoesía».

Su primer libro, “Cancionero sin nombre”, vio la luz en 1937 y en 1954 lanzó “Poemas y antipoemas”, con el que rompió moldes, paradigmas y esquemas.

Escéptico por formación (estudió matemática y física), jugaba hasta el extremo con el lenguaje en sus antipoesías, desafiaba los convencionalismos hasta cruzar la línea de la irreverencia y, como señalaba, escribía “para el grueso del público”.

“Como su nombre lo indica / el Capitalismo está condenado / a la pena capital: / crímenes ecológicos imperdonables / y el socialismo burrocrático / no lo hace nada de peor tampoco”, escribió en su obra “Ecopoemas”.

En sus versos usaba un lenguaje coloquial que se amoldaba a las diversas situaciones, irónico y mordaz.

También incursionó en exposiciones artísticas irreverentes, como una en que mostró a los expresidentes chilenos colgados por el cuello, y otra en la que exhibió una cruz semejante a la de Cristo, con la leyenda “Voy y vuelvo”. En una oportunidad utilizó urinarios para montar una muestra de arte.

Sus 90 los celebró con una exposición en la galería del palacio de gobierno de La Moneda, donde colgó las figuras de tamaño natural de los expresidentes. También llegó a exponer un ataúd con un manubrio en su interior y en la tapa se leía: “Por si acaso”.

Además fue profesor de matemáticas y física en una escuela secundaria y enseñó mecánica racional en la Universidad de Chile, en 1946. Usualmente antagónicas, en Parra las letras y los números se complementaban.

Algunos de sus antipoemas también se encuentran en: “La cueca larga”, 1958; “Antipoemas”, 1960; “Versos de salón”, 1962; “Manifiestos”, 1963; “Canciones rusas”, 1967; “Obra gruesa”, 1969; “Los profesores”, 1971; “Artefactos”, 1972; “Sermones y Prédicas del Cristo de Elqui”, 1979; “El Anti-Lázaro”, 1981; “Poema y Antipoema de Eduardo Frei”, 1982; “Chistes para desorientar a la poesía”, 1982; “Poesía política”, 1983, “Hojas de Parra”, 1985” y “Poemas para combatir la calvicie”, 1993.

 

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