Por Antonia Lange
Sindelfingen (Alemania)
Agencia (dpa)
¿Sigue siendo yoga o se trata más bien de arte? Cada vez más museos invitan a los yoguis a realizar esta práctica centenaria en sus salas de exposición. Meditar con Monet o hacer el saludo del sol ante Dalí se está convirtiendo en una tendencia en auge.
«Dirijan sus ojos a un punto», aconseja la profesora de yoga en un ejercicio de equilibrio. «Quizás hacia esta preciosa obra de arte». Quien siga este consejo mirará un bloque largo de color amarillo en la pared, que se disuelve según cae.
Debajo del mismo, Roberta Pröfrock realiza sus asanas, es decir, las distintas posturas corporales del yoga. Los participantes de esta peculiar clase no están en una sala de yoga al uso, sino en un museo. Cada vez más galerías abren sus puertas actualmente no sólo para apasionados del arte, sino también para acoger a yoguis y yoguinis. ¿Es el yoga y los museos una buena combinación?
Una docena de mujeres y un hombre no lo descartan, al menos esta tarde. Y para probarlo han ido a la Galería de la Ciudad Sindelfingen, cerca de Stuttgart, en el sur de Alemania. Hasta el 1 de marzo, el museo ofrece todos los jueves en el marco de una exposición 90 minutos de yoga de manera gratuita.
«El objetivo del yoga es liberar la cabeza», declara la curadora, Madeleine Frey, promotora de esta idea. «El arte debe también animar a tener otra mirada del mundo».
En la muestra, que tiene el título de «Acción y Pintura», los sacos de boxeo y las cintas de correr se convierten en obras de arte. Por eso el yoga encaja bien, opina Frey: permite a los visitantes ser activos a nivel deportivo.
¿Son entonces los yoguis una obra de arte en sí mismos? «La iniciativa partió de mí como curadora, no de artistas», indica. Sin embargo, al practicar yoga «se está en una exposición y al mismo tiempo se es parte de la misma». La galería abre hasta las 18:00 y el curso de yoga comienza una media hora antes, por lo que los visitantes pueden teóricamente contemplar a los yoguis.
La galería de Sindelfingen no es el primer museo que aúna yoga y arte. El Museo de Historia de la Navegación de Maguncia ofrece también yoga en sus salas y el grupo Pop-up-Yoga de Múnich organiza clases en museos o galerías de la capital bávara. En Florida, el Museo Salvador Dalí abre los domingos sus puertas a los yoguis. En la descripción de la actividad señalan: «la inspiración corporal, mental y espiritual» en relación con las obras de Dalí.
La Fundación Beyeler en Basilea (Suiza) organizó el pasado año una mañana de meditación con motivo de la exposición sobre el impresionista Claude Monet. «El yoga y Monet no tienen nada en común. Monet nunca pensó en absoluto en el yoga», comentó el curador, Ulf Küster, en una entrevista con el blog «Artefakt». No obstante, él está seguro de una cosa: «La meditación del yoga y el tema de la meditación en general encajan bien con Monet, porque a sus cuadros les precede un proceso meditativo».
También los expertos siguen de cerca esta tendencia. «Existen numerosos proyectos que combinan el arte y el yoga», opina Jessica Fink, de la Asociación de Profesores de Yoga en Alemania. Las clases de yoga se extienden también a concesionarios o cafeterías. Sin embargo, es cuestionable si realmente se puede encontrar la tranquilidad interna si por el fondo pasean otros visitantes, afirma.
Para la profesora Pröfrock, el yoga en el museo de Sindelfingen encaja sin problemas. «El yoga tiene muchas facetas». Lo mismo pasa con el arte, comenta.
¿Y los participantes? «Para mí en realidad se trata más de interés por el yoga», dice Irini Konstantinidou. «A veces se puede llevar el arte con uno mismo», añade esta mujer de 41 años que ha acudido acompañada de su hermana Claudia, de 35. Por otro lado, es atractivo «poder experimentar el yoga de otra manera».
Por su parte, el museo quiere atraer también a visitantes que no son en principio grandes amantes del arte, según explica la curadora Frey. Así, antes del inicio de la clase habla sobre la exposición y explica sus intenciones.
Entre los participantes hay numerosos yoguis experimentados, sin problema a la hora de acometer los intensos estiramientos o posturas. Otros, en cambio, parecen más inseguros y se tambalean en los ejercicios de equilibrio. Y por ello encajan tan bien juntos el yoga y los museos, afirma la profesora de yoga: «Si todos hicieran el mismo yoga, el mundo sería triste y aburrido. Y lo mismo pasa con el arte».