Carlos René García Escobar
Antropólogo y Escritor
Desde hace varios años, unos cuarenta, más o menos, dadas las inveteradas costumbres de los guatemaltecos de extracción popular, los estudiosos académicos propusieron que la etapa navideña del año ocurre siempre desde el día de la quema de los Fogarones, el 7 de diciembre, para amanecer el 8, Día de la Inmaculada Concepción de María.
Luego el 12, Día de la Virgen de Guadalupe, transcurriendo durante las posadas, la elaboración de nacimientos de los que José Milla habló con tanta pasión en sus Cuadros de Costumbres, la Nochebuena (conocida en la actualidad más fuertemente como Navidad por la fuerza del consumismo comercial, el cual, preparándose para vender masivamente su producción capitalista navideña comienza desde octubre cuando ya han finalizado las actividades escolares). Las fiestas de Año Nuevo, el Día de Reyes, los robos simulados de imágenes del Niño Dios (extraídos subrepticiamente de los nacimientos) entre familiares y amigos para después devolverlos con rezos de novena, el Señor de Esquipulas, hasta culminar el día de Nuestra Señora de Candelaria o de la Purificación de María el 2 de febrero, cuando ya los nacimientos deberán haber desaparecido de los hogares.
Además, se descubrió que esta etapa de fin de año se distingue por la abundancia en despedidas de año con sus libaciones de licor y sus derivados o similares. Estas famosas libaciones suelen comenzar la noche de los Fogarones el 7 de diciembre y extenderse los siguientes días. Hay quienes las intensifican en los días de Nochebuena y Año Nuevo, prosiguiendo las libaciones hasta el Día de Reyes (6 de enero), etapa en la que se vuelve a la rutina del trabajo y, aún hay quienes, los sobrevivientes, culminan el Día de Candelaria, pero ya hospitalizados o recluidos en centros de atención antialcohólica, si no en la cárcel o en el cementerio. El ingenio chapín las ha metaforizado como carrera Concepción-Reyes o Guadalupe-Reyes en alusión a los nombres geográficos de las etapas de la carrera anual del ciclismo nacional.
En el orden más tradicional del asunto, se presentan en esta etapa del año, como en otras, una rica proliferación de ritos, ceremonias, costumbres y tradiciones, tan extremadamente arraigadas, que se han vuelto imprescindibles para la gran mayoría de guatemaltecos. En estas actividades de orden religioso cristiano católico de raíces históricas que se hunden en lo profundo de las épocas prehispánicas y coloniales, hemos notado personalmente que las concepciones cosmogónicas de los guatemaltecos se funden entre las creencias sobre la existencia de mundos subterráneos, así como de la naturaleza terrestre y especialmente de los fenómenos celestes. Es decir, lo que denomino infierno, cielo y tierra (título de un libro que publiqué en 2006), aludiendo a ciertas prácticas rituales concernientes a esta época navideña y que se reflejan en varias prácticas danzarías tradicionales en nuestro país.
Estas prácticas danzarías han venido ocurriendo desde tempranas épocas coloniales. Ya el abate inglés Thomas Gage las menciona por haberlas visto entre 1625 y 1635, refiriéndose a danzas que se presentaban ante los nacimientos de las iglesias con ángeles y pastores como personajes. (Luján: 1981,61). Con el tiempo en 1839, Stephens vio una procesión de la Inmaculada Concepción acompañada de personajes de diablos y de otros con aspectos de africanos chocándose palos entre sí y sonando pitos de caña. (Luján: 1981,62). Es Ramón A. Salazar en 1896, (Salazar: 1957,46) quien mejor describe cómo vio las fiestas navideñas en lo que se refiere a la de Concepción recordando: “Pero había más; en los buenos tiempos salían por ese mes, por las calles, cabalgatas de moros y cristianos del tiempo de las Cruzadas y de Saladino el Magnífico.”
De ahí que es lógico que en muchas poblaciones guatemaltecas existan danzas de moros y cristianos dedicadas a la Virgen de Concepción. Es el caso por ejemplo de El Baile de Celin Rogel de la aldea Las Trojes, Amatitlán, Guatemala, del Baile de Toritos –nada que ver con moros y cristianos– de la aldea Lo de Bran, Mixco, Guatemala, el de Los Animalitos en Baja Verapaz o en la Costa Sur y, el de moros y cristianos El Español, también de la aldea Lo de Bran, Mixco y en lugares como Chimaltenango y Baja Verapaz, siempre y cuando el motivo de culto sea el de la Virgen de Concepción.
Con lo anterior quiero decir que en la mayoría de poblaciones guatemaltecas que celebran la fiesta de Concepción y que con esa advocación se fundaron, se practican danzas tradicionales y convites alusivos, relacionadas con los bailes de moros y cristianos y de otras denominaciones que con ese motivo se formaron.
Es por eso que etnológicamente he afirmado que en el amplio espectro mitológico guatemalteco podemos hablar de ritos y ceremonias que se ejecutan mediante las ancestrales formas de concebir imaginariamente aquello que en lenguaje cristiano se refiere al infierno, a la tierra y al cielo. Es decir, al mundo de las cavernas, de la naturaleza y del espacio atmosférico de la tierra, conocido como cielo.
Para estas instancias, mediante la tradición popular se ha creado toda una fenomenología del arte popular guatemalteco que concierne a las artesanías específicas para la época. Danzas y teatro popular (bailes y loas). Música especial como los villancicos navideños y toda una oralidad que cuenta historias, cuentos, sucesos, ya sea en narrativa o en poesía lírica o épica, todo ello con el motivo navideño de origen bíblico que consiste en celebrar el Nacimiento de Jesucristo.
Luján Muñoz, Luis. (1981) Tradiciones Navideñas de Guatemala.
Cuadernos de la Tradición Guatemalteca, No. 1. ESSO.199 pp.
Salazar, Ramón A. (1957) Tiempo Viejo. Recuerdos de mi juventud. Vol.
14, 2ª. Ed. EMEP. 186 pp.
Stephens, John L. (1939) Incidentes de Viaje en Centroamérica, Chiapas y
Yucatán. Tomo I. Quezaltenango, Tipografía El
Noticiero Evangélico.