Por Dorothea Hülsmeier
Düsseldorf (Alemania)
Agencia (dpa)
¿Se puede empezar a despuntar con 100 años? ¿Se puede hacer carrera siendo centenario? En el mundo del arte es cada vez más habitual que galerías y museos descubran talentos de avanzada edad que cosechan sus primeros éxitos internacionales décadas después de jubilarse.
La artista cubano-estadounidense Carmen Herrera, a sus 102, constituye un claro ejemplo. Esta pintora, considerada una pionera del expresionismo abstracto en Estados Unidos, aterriza a partir del sábado en Düsseldorf (Alemania) con una exposición que ya encandiló a propios y extraños en el Museo Whitney de Nueva York.
Herrera es seguramente la artista más longeva que permanece en activo, pero no es la única. En la documenta de Kassel y en la Biennale de Venecia, los críticos también se rindieron a los pies de la rumana Geta Bratescu, de 91 años.
A sus 78 años, el artista conceptual alemán Franz Erhard Walther figura en el mundillo como uno de los más jóvenes, casi como una promesa. En la Biennale veneciana su «trabajo radical» le hizo merecedor del León de Oro al mejor artista.
La lista no termina ahí. En la actualidad, en la ciudad de Siegen, en el centro-oeste de Alemania, se expone una retrospectiva con más de 200 obras de la artista Takako Saito, de 88 años.
Los ancianos definen de forma decisiva el discurso del arte actual. Con Herrera y Bratescu se transmite además el mensaje de que, como mujeres, fueron durante décadas ignoradas tanto por la historia del arte como por el mercado.
Herrera vendió su primer cuadro cuando contaba con 89 años. Sus composiciones geométrico-abstractas en colores llamativos no eran menos vanguardistas que las que pintaban otros colegas hombres como Josef Albers o Piet Mondrian, con quienes ya participó en exposiciones colectivas tras la Segunda Guerra Mundial.
«Museos e instituciones están tratando de dar una nueva mirada de la historia del arte», asegura Katia Baudin, directora del Museo de Arte Krefeld, que en el pasado ya comisarió muestras de Herrera.