Carlos René García Escobar
Antropólogo y Escritor

En 1984 me aventuré un primero de noviembre, en el municipio de Villa Nueva, para investigar el desenvolvimiento sociohistórico y antropológico de una tradición villanovana bastante peculiar que consiste en un desfile bufo con una existencia aproximada de dos siglos. Presento en esta entrega un análisis histórico de sus inicios, no así su organización y descripción actual porque para el presente año, las condiciones socioeconómicas y políticas ya se han transformado dando paso a las influencias globalizantes de una economía política neoliberal que, compite en incidencias con el complejo mundo de la delincuencia generalizada en nuestros municipios capitalinos, e inmersa en un paisaje urbano desorganizado y tremendamente acelerado.

La tradición popular villanovana aún vigente en sus más antiguos representantes nos señala que el actual “desfile de fieros” se originó hace más de 250 años, o lo que es lo mismo, en los años iniciales del siglo antepasado. Hallamos lógica esta aseveración popular si analizamos, por un momento, los datos históricos que nos revelan el nacimiento a la historia de una nueva población durante el año de 1763, o sea a escasos 37 años del siglo XIX.

Juan Gavarrete (1) nos refiere al respecto:

“1762. 1º. De octubre. Las copiosas y continuas lluvias que cayeron en diversas partes del reino en los días 8, 9, 10 y 11 de este mes causaron estragos lamentables que aún no se han olvidado por la tradición. En Guatemala se inundaron algunos barrios aterrándose la iglesia de los Remedios hasta la mitad de su altura; en Ateos, provincia del Salvador, se arruinó la población con las avenidas y derrumbes inmediatos, y finalmente el rico, populoso y célebre pueblo de S. Miguel Petapa quedó destruido del todo el día 10 de Octubre, habiéndose inundado de tal modo que las corrientes arrastraron a la laguna de Amatitlán, las imágenes y retablos de sus iglesias, los muebles de sus moradores y los cadáveres de los muchos que perecieron en aquel desastre. Por este motivo se abandonó el sitio en que estaba y que hoy se conoce con el nombre de Pueblo Viejo y en el año inmediato a 1763 los españoles y ladinos de dicho pueblo se trasladaron a tierras de la labor de Varillas en donde fundaron el pueblo de “Villa Nueva de la Concepción Petapa, y los indios formaron su pueblo aparte a corta distancia del arruinado, en tierras del Ingenio de Arrivillaga, conservando el antiguo nombre de S. Miguel Petapa. “Lannas, Descripción del Arzobispado de Guatemala”, Fol. 21 vto. Orgl. “Efemérides, Colecn. De Documentos Históricos vol M. N.t. 1º. Fol. 103 vto.”

Por su parte, Severo Martínez Peláez (2) nos refiere, abocándose a los obispos Cortez y Larraz y García Peláez, la forma cómo se formaron los pueblos vecinos, uno de indios y otro de ladinos, luego de inundarse San Miguel Petapa -asentamiento de origen prehispánico- de los cuales, el de ladinos, Villa Nueva, se sabe, fue fundado oficialmente el 17 de abril de 1763. Por tales datos sabemos que la población hacia 1770 no iba más allá de 600 moradores de origen español y mestizo en la nueva villa, parroquia fundada bajo la advocación de la Virgen de Concepción desde el año 1670 cuando la misma se fundara en San Miguel Petapa como una parroquia de españoles o de ladinos, aparte de los indios.

No cabe duda que hacia este momento histórico era tan vigente como lo es ahora, la contradicción de orden socioeconómico entre indios y ladinos, aunque su contenido no ha variado acorde con el proceso histórico general devenido hasta hoy. Tan fue así que los indios fundaron un nuevo pueblo cerca del asentamiento general de Petapa, y los ladinos, como decimos arriba, se fueron a fundar su Villa Nueva de Concepción de Petapa o, del Valle de las Mesas.

Fue en el marco de esta contradicción que, hasta que se demuestre lo contrario, se originó el bailes de disfraces que se llamó mucho después “Convite de los enmascarados” cuyo origen también puede buscarse en “Los encamisados”, como veremos a continuación. También hay más qué decir al respecto, aunque en este caso caemos en la conjetura, válida, si la fundamentamos en datos reales y concretos.

El dogma de la Concepción Inmaculada fue promulgado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. Este acontecimiento produjo consecuencias trascendentales en nuestro país en todos los niveles. Para ese año vivíamos el régimen conservador del General Carrera, destacado por lo que se refiere a la plena vigencia del poder religioso católico en la conciencia de nuestra recién surgida República.

Popularmente surgieron las famosas “Quemas del diablo” ahora “Fogarones” para el 7 de diciembre, víspera de la fiesta de Concepción. En Villa Nueva, dígase si no, fundada bajo esta advocación, ya podemos deducir de qué manera se volcaron sus habitantes a celebrar año con año, tan magno acontecimiento. El convite de la fiesta tradicional villanovana en honor a su patrona debió adquirir mayores realces a raíz de la promulgación del mencionado dogma en 1854 como ya quedó dicho.

Por ello, repetimos que conjeturamos, ya que según la tradición villanovana, el Convite de los enmascarados, surge como una burla a los españoles por un lado y, por el otro, como modo de alejar los malos espíritus o demoníacas influencias. Esto nos induce que el tal convite es un producto cultural de indios y mestizos.

El convite de por sí, es una actividad festera que anuncia y convida el advenimiento de la fiesta titular y se ejecuta con un desfile danzante cuyo itinerario es el mismo que utiliza el rezado principal, y se realiza de unos quince días a treinta antes de la gran fiesta, la patronal. En algunos pueblos, sobretodo de Sacatepéquez y Chimaltenango, en este desfile aparecen bailes de gigantes, o bien, desafíos de moros y cristianos, que recuerdan los pregones o mojigangas medievales, pero que en Villa Nueva, adquirieron características originales que han ido variando a través del tiempo.

En 1984, un viejo amigo de 79 años a la sazón, don Juan Escobar Barrera, recordaba cómo, por ejemplo, en las primeras décadas del siglo XX se veía aparecer los bailadores moros y otros, disfrazados y montados a caballo por las calles del pueblo. En este sentido debe mencionarse la tradición de Los encamisados, que tiene un carácter más religioso y que en 1984 estaba en manos del comité religioso villanovano. Se sabe que a principios del siglo XX se trataba de grupos de niños vestidos con largos camisones y que con candelas encendidas más los enmascarados, recorrían las calles del pueblo, simulando las ánimas benditas durante el 1º. de noviembre. Con el tiempo, los enmascarados y los encamisados se fundieron en una sola forma de la tradición: Los Fieros.

Sin embargo, los mismos villanovanos se han lanzado al rescate de su identidad cultural y se encuentran luchando por conocer y preservar sus auténticas tradiciones, de las que, el Convite de Los Fieros ejecutado los primeros de noviembre es de las más significativas. No obstante ello, la globalización comercial y política, le ha impregnado a este convite de fieros, como es conocido ahora, una impronta moderna con rasgos de alienación. Aunque sus motivos de origen y esencia siguen siendo los mencionados al inicio, las formas de expresión se han transformado peligrosamente amenazando la extinción de aquellas esencias.

Obras consultadas

1. Gavarrete, Juan. Anales para la Historia de Guatemala. 1497-1811. Edit. Del Mineduc. Guatemala, 1980. Pág. 276.
2. Martínez Peláez, Severo. La patria del criollo. Csuca. 2ª. Ed. 1973. Cap. 6 Apén. IX pág. 371 y notas 264 y 273.

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