Por Anna Tomforde
Londres
Agencia (dpa)

Mirar de otra forma: así reza el subtítulo de una nueva exposición sobre pintura en blanco y negro en la National Gallery en Londres. Con esta elección temática poco convencional para su gran exposición de otoño, el museo ha dado un golpe de efecto.

Refrescante, diferente, original, aseguran los primeros comentarios de los críticos. La exhibición «Monocroma – Pintura en Blanco y Negro» concluye con un efecto luminoso. Estará abierta al público a partir de hoy hasta el 18 de febrero de 2018.

Los comisarios se fijaron como meta ambiciosa cubrir un período de 700 años, que va de Jan van Eyck y Durero hasta Gerhard Richter y Olafur Eliasson. Durante siglos y a partir de los motivos más diversos, los artistas se enfrentaron una y otra vez a los retos y las oportunidades de la pintura en blanco y negro, explica la comisaria jefa de la exposición, Jennifer Sliwka.

Uno de esos motivos siempre fue el intento de obligar al espectador a mirar bien. Según Sliwka, la renuncia a usar colores complejos puede tener un efecto liberador y estimular experimentos con la forma, el material y el simbolismo.

A Durero, trabajar con luz y sombra le permitía investigar cuidadosamente su motivo. Para Gerhard Richter, el color gris era ideal para transmitir objetividad e indiferencia.

Tal como muestra la exposición en cinco áreas temáticas básicas, había muchos motivos, y muy diversos, para reducir el uso de colores en la pintura. Hasta el siglo XVI, los motivos sacros y religiosos fueron determinantes para la tendencia hacia la «grisaille», la pintura en blanco, negro y gris, como lo demuestran la ventana de una iglesia de un convento francés del siglo XIV y un gigantesco tapiz de Génova de 1538, creado específicamente para la Semana Santa.

Más tarde, la creciente competencia con otras disciplinas artísticas, como la impresión y la escultura, y después la fotografía y el cine, desafiaron a los grandes maestros a incursionar en la pintura en blanco y negro.

Una de las obras didácticas más hermosas de la exposición es el díptico «La Anunciación» de Van Eyck, de alrededor de 1435, prestado por el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Las figuras de la Virgen María y del arcángel Gabriel, pintadas al óleo en blanco y negro, parecen haber sido talladas en piedra.

La pintura difusa «Helga Matura con su prometido» (1966), de Gerhard Richter, basada en una foto, y su obra «Espejo gris – 765» son presentadas como un llamamiento intelectual al espectador para «hacer frente a lo que ve» sin sentimentalismo.

Al final de la exposición, la National Gallery sorprende con un truco: una instalación de Olafur Eliasson, que ocupa toda una sala, sumerge al visitante, con su cara y su ropa, en un mundo monocromático a la luz de lámparas de vapor de sodio amarillas.

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