Jorge Carro L.
Director de la Red de Bibliotecas Landivarianas. Presidente de la Asociación Enrique Gómez Carrillo

Cuando mi mamá me parió en febrero de 1933, muy pocos porteños se imaginaban que a finales de ese año, llegaría al puerto de Buenos Aires, el poeta y dramaturgo Federico García Lorca.

«Buenos Aires tiene algo vivo y personal, algo lleno de dramático latido, algo inconfundible y original en medio de sus mil razas que atrae al viajero y lo fascina. Para mí ha sido suave y galán, cachador y lindo, y he de mover por eso un pañuelo oscuro, de donde salga una paloma de misteriosas palabras en el instante de despedida», pronunciaba Federico García Lorca en 1934 en el puerto de Buenos Aires, a metros del transatlántico italiano Conte Grande, que lo llevaría de regreso a su hogar, luego de una estadía de seis meses en «la Reina del Plata». (Rescata Reina Roffé en su hermoso libro “Lorca en Buenos Aires”, publicado por Fórcola, Madrid 2016)

Federico García Lorca es, sin duda, uno de los autores en lengua española que mejor supo recrear las pasiones, goces, miserias, desgarros y oscuridades de un ser humano, lo cual ha dado lugar a una enorme y no casi siempre cierta, bibliografía. A ello agreguemos que su asesinato, durante la Guerra Civil española, es una herida que permanece en el imaginario social, que conjuran ese trágico episodio.

Residente en España desde 1988, cuando Reina Roffé padeció la censura de la dictadura argentina, ha peregrinado hasta fijar su residencia en Madrizzz donde redescubre a García Lorca, después de haber explorado la intimidad de figuras como Jorge Luis Borges y Juan Rulfo, sobre quien publicó una magnífica biografía: “Juan Rulfo. Las mañas del zorro” (2003) y más recientemente “Juan Rulfo: biografía no autorizada” (2017).

Federico García Lorca llegó a Buenos Aires para una visita de un mes que se prolongó seis, lo que le permitió conocer a Gardel, a Neruda, a Discépolo, a González Tuñón, a Victoria Ocampo y enamorarse del tango, y por fin, ganar dinero, mucho dinero, por el derecho de autor de sus obras teatrales que prácticamente ocupaban, a un mismo tiempo, los escenarios más importantes de Buenos Aires

Reina Roffé tardó casi cinco años en concluir su hermosa historia, que rescata los días de García Lorca en Argentina a través de una mezcla de ficción y realidad, “en el marco de una Buenos Aires cuta y festiva, tanguera y escéptica, pero llena de esperanza y de proyectos vanguardistas y renovadores”. (1)

Pero, esta novela, que tiene a Lorca como protagonista, adquiere más valor al recrear su visita a Buenos Aires en 1934, el episodio menos conocido de la vida del poeta, la presencia de una mujer (Cesca) que lo “fascinó […] y concitó en él un amor inusual que vivió en paralelo a sus deseos más profundos”. (2)

El autor de “Poeta en Nueva York” fue mimado por el aristocrático grupo de Florida amparado por Victoria Ocampo, y el arrabal gardeliano, dos extremos que García Lorca explora en la capital argentina abierta a las tendencias más innovadoras. Acogido por la más selecta intelectualidad, entre otros Alfonsina Storni, Salvador Novo, Pablo Neruda, Oliverio Girondo, Ricardo Molinari y Nora Lange, quienes lo invitaran a sus tertulias y lo trataran como a uno más de los suyos. Curiosamente, Jorge Luis Borges fue el único del grupo que no simpatizó con el andaluz, acaso porque no comprendió su sentido del humor.

El hecho es que, en Buenos Aires, García Lorca vivió intensamente los grandes éxitos de “La zapatera prodigiosa”, “Bodas de sangre” y “Mariana Pineda”. Es decir que asumió lo que significaba triunfar en taquilla, al mismo tiempo que descubrió que podía vivir de su pluma, lo que para él era muy importante cara a su familia.

Ian Gibson, el más importante bibliógrafo lorquiano, recuerda que con “Bodas de sangre”, de la mano de la actriz argentina Lola Membrives, alcanzó un éxito como nunca antes había tenido. Gracias a sus taquilleras obras y a las conferencias que dio a ambas orillas del Plata (Buenos Aires y Montevideo) ganó ingentes sumas de dinero que le proporcionaron independencia económica.

Paralelamente aparece, como lo habíamos adelantado, en la vida de García Lorca, Cesca, que tiene por entonces 23 años. Joven de una sensibilidad extraordinaria, que penetra con gran percepción y sabiduría en el alma del poeta que, de pronto, desea formar una familia con ella, tener hijos; esa mujer, que es quien más respeta “sus instintos”, lo induce a pensar en lo enigmático y pendular de la naturaleza, que no siempre es de una sola inclinación.

Reina Roffé oportunamente se inclinó en mostrar, más que su condición de homosexual (de la que tanto se ha hablado) su lado humano, la ambigüedad que, a veces, a todos nos domina. Y plantear la idea de un García Lorca ilusionado con una chica capaz de intuirlo y verlo más de lo que él mismo se veía, un Federico que tiende a la “normalidad” como una manera de calmar la zozobra que, de seguro, le producía el puritanismo social que lo rodeaba. Es un cariño, el de Federico y Cesca, que creció en paralelo a sus verdaderos deseos, muy posiblemente porque él quería y admiraba mucho a las mujeres, protagonistas principales de sus obras teatrales.

Esto nos lo refiere Reina Roffé en un relato donde la intelectualidad argentina se funde con la ficción como referente de la época, conocida de sobra por Cesca, positivo eje de la narración. Sin embargo, confieso que para el lector de tiempo completo que soy, lo importante del relato de Roffé, es su viaje al interior de la conciencia de García Lorca.

Con un lenguaje exquisito, Roffé nos descubre las dudas que carcomían a García Lorca respecto al valor de su obra; el tormento que representaba su virilidad cuestionada; sus frustraciones amorosas; los desgarros de su amistad con Salvador Dalí y Luis Buñuel. Así tenemos conocimiento de su universo pasional, gracias a la invención de Roffé que le permite fabular cartas que García Lorca envía a su madre y dar vida a un personaje femenino (Cesca) depositario de sus secretos más íntimos y a la que ella entrevista.

El resultado de este viaje de Federico García Lorca a Buenos Aires, es una obra de madurez para goce y disfrute no solo de los amantes del poeta andaluz, sino de los que apreciamos la buena literatura. De este modo, Reina Roffé da sentido a su “travesía” humanizando a esa criatura solitaria que se ocultaba tras el magnetismo ejercido por el personaje García Lorca y que parecía anticiparse a su destino de muerte, en la plenitud de la vida y en el momento más fulgurante de su carrera.

De regreso a España, dos años después, como supongo es sabido, ocurrió lo que nunca debió ocurrir: García Lorca fue detenido más por su condición de homosexual que por sus progresistas ideas políticas y absurdamente, fue fusilado el 19 de agosto del 1936.

Por su parte, Cesca continuó viviendo en Buenos Aires y la última vez que Reina Roffé la pudo ver fue en marzo de 1974, después de pasar casi un año conversando sobre Federico, hasta que como muchos argentinos Reina regresó a España y no volvió a verla. Pero permítanme reproducir -fragmentariamente- como la Roffé cuenta esa separación (3):

“En los sesenta (recordamos), la clase media porteña festejaba aniversarios y comuniones en las Cantinas de la Boca […] Siempre han trato de imponerla a La Boca una alegría que rechaza. […]”

“Cesca le pidió a otro taxista que nos llevara a San Telmo, donde la ciudad atesora su joven historia de edificios del siglo XVIII y XIX… […] Barrio de tanguerías y esquinazos, con patios de antigüedades, talleres de artistas plásticos y de símbolos como el “Conventillo de la Paloma”. Estábamos haciendo un itinerario de lo más raro. De repente, nos encontramos en la Avenida de Mayo; poco después, en la 9 de Julio; casi inmediatamente, en la peatonal Florida que, por entonces, aún conservaba su señorío, restos de la belle époque, cuando los hombres de la oligarquía se reunían en el Jockey Club, frente al diario La Nación y legislaban el futuro del país, mientras las señoras tomaban el té en la confitería Richmond. Acabamos en Plaza San Martín, de arboleda añosa y vistas desde sus barrancas a la Avenida Libertador, con la Torre de los Ingleses al fondo y el río velado por los rascacielos. Tuve la sensación, y se lo dije a Cesca, de que vivía en la ciudad más linda, sólida y prometedora del mundo. Como anticiparse a lo que estaba por venir, ese otro tiempo lleno de incertidumbres y desesperanza.”

“Allí nos separamos, ella en un taxi rumbo a su casa, yo en otro rumbo a la mía. A la semana siguiente, la llamé por teléfono para concertar una nueva cita y recoger la carta de Federico. También deseaba contarle que me habían ofrecido una beca para realizar un curso en Estados Unidos. Cesca me dijo que no se encontraba bien, era sólo un catarro, pero prefería cuidarse y descansar. Volví a llamarla un par de veces más y continuaba sin ganas de salir ni de recibir visitas. Le comuniqué que me iba. Me recomendó que aprovechara la beca y disfrutara del viaje. Ya no nos veríamos a mi regreso. Me pidió que le enviara alguna postal o una líneas y, sobre todo, que escribiera el libro.”

Un libro, “Lorca en Buenos Aires” que recomiendo fervorosamente, porque no solo rescata la ciudad en la que nací el mismo año en que Federico García Lorca la visitó y hasta en la que, muy posiblemente, se enamoró de Francesca Vallmajor Francis, Cesca, sino porque señaló María Rosa Lojo (que nació en La Reina del Plata, el mismo día y año que yo) en el diario “La Nación”, “Reina Roffé integra una sólida investigación histórica y literaria a una escritura capaz de vuelo poético y profundidad reflexiva”. (4)

(1) – Pág. 11 – “Lorca en Buenos Aires” – Fórcola, Madrid. 2016.
(2) – Contraportada – Lorca en Buenos Aires” – Fórcola, Madrid. 2016
(3 – Págs. 368-369 – “Lorca en Buenos Aires” – Fórcola, Madrid. 2016.
(4) – “Faja promocional” – “Lorca en Buenos Aires” – Fórcola, Madrid. 2016

PRESENTACIÓN

No han sido pocos los escritores que en momentos particulares de sus vidas (a veces por crisis políticas, guerras o simplemente por puro deseo), han visitado los países latinoamericanos y dejado una huella importante en el ambiente cultural e intelectual de esos pueblos.

El paso de Federico García Lorca por Argentina es un ejemplo de ello.  Nos lo explica nuestro amigo Jorge Carro, quien recoge de la escritora Reina Roffé el significado de la estancia del poeta y dramaturgo español en Buenos Aires y sus vivencias personales derivada de una vida a veces atormentada.

Al respecto, Jorge Carro dice lo siguiente:

“Con un lenguaje exquisito, Roffé nos descubre las dudas que carcomían a García Lorca respecto al valor de su obra; el tormento que representaba su virilidad cuestionada; sus frustraciones amorosas; los desgarros de su amistad con Salvador Dalí y Luis Buñuel”.

Por aparte, Guillermo Paz Cárcamo escribe sobre su reciente visita a Chichén Itzá.  Su texto alude a la “otra historia” de la ciudad ceremonial, dejando al descubierto los descuidos institucionales y el mercado en que se ha convertido el sitio arqueológico.

La edición reconoce los aportes de sus colaboradores, Karla Olascoaga, Juan Carlos Hernández, José Manuel Fajardo y Miguel Flores.  Cada uno ha contribuido con textos de calidad que estamos seguros será del agrado de los lectores.  Deseamos para usted un feliz descanso. Bendiciones y buena lectura.

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