Eduardo Blandón

El Círculo es el nombre de la reciente película protagonizada por Tom Hanks y Emma Watson, en el que su director, James Ponsoldt, presenta los potenciales riesgos del monopolio de la información en manos de una empresa sin límites. Es un drama que nos acerca a una realidad posible en un mundo en que la privacidad se encuentra comprometida.

Eamon Bailey (Tom Hanks) es el dueño de una compañía tecnológica que maneja un programa capaz de centralizar los datos y predecir el comportamiento de las personas que alimentan dicho software. Con base a este y los algoritmos producidos por la empresa adquiere el poder suficiente para volverse peligrosa para el futuro de la civilización.

Por si fuera poco, evocando sin duda al autor de 1984, George Orwell, Bailey crea un gadget con la intención de registrar (al final es una minúscula cámara) los movimientos de las personas en todos los espacios donde se encuentre. O sea, es la materialización de la ficción orwelliana encarnada en el gran hermano.

Para conocer las virtudes del dispositivo y vender sus propiedades, Bailey contrata a la adolescente Mae Holland (Emma Watson) quien, al vencer su timidez, pone en evidencia con audacia, el perjuicio de un artilugio que no deja espacio para la intimidad ni la privacidad, necesaria para la convivencia y desarrollo de la persona humana.

Eso sí, antes de reconocer la maldad intrínseca de semejante proyecto, Mae parece hipnotizada por las virtudes de la tecnología. Como cualquier adolescente, juega con los límites de las aplicaciones: envía fotos, responde correos, intercambia chats… en una esfera en la que la joven parece atrapada y superada por una tecnología que se apropia de su individualidad.

Por si no fuera suficiente, expone la privacidad de sus padres que no pueden tener relaciones íntimas por la omnipresencia de las cámaras. Y provoca, finalmente, aunque indirectamente, la muerte de su eterno enamorado, que no comparte la felicidad de una chica embobada por las redes sociales.

“Saber es bueno. Saberlo todo es mejor”. Ese es el lema de la película encarnada en protagonistas que juegan a ser dioses en su afán por alcanzar la omnisciencia, según ellos, para beneficio social. Para convencernos, se arguye que “los secretos son mentiras. Compartir es adorable. La privacidad es un robo”.

El filme, que dura una hora con cincuenta minutos, puede que no sea del agrado del gran público por carecer de la acción necesaria que quita el aliento y mantiene despierto. Pero los arriesgados ganan por la aproximación a propuestas alternas que generan amplitud en el paladar cinematográfico. Por ello, hay que celebrar el experimento de su director y responder al acto mirando su propuesta.

James Ponsoldt, al exponer su idea sobre su experiencia dice lo siguiente:

La película explica que “envueltos en el mundo conectado que nos ofrece la tecnología moderna, terminamos compartiendo nuestra información personal sin ser conscientes al respecto: publicamos fotos de los vecindarios donde vivimos, las cosas de valor que adquirimos o lo que nos gusta. Estamos revelando cosas que no deberíamos”.

El Círculo es ciencia ficción y thriller. Se emparenta, a mi modo de ver, con películas recientes como Ex Machina (2014), Chappie (2015) y Cell (2016), entre otras. Todas ellas tienen como denominador común, el reto de la tecnología en poder de una especie que ignora cómo usarlas en beneficio propio. Exponen la estupidez humana que arriesga su vida y su porvenir seducidos por juguetes poderosos.

Aunque el proyecto contó con la presencia de dos estrellas del cine (Hanks y Watson), su valor descansa en el argumento que desarrolla y se defiende por sí mismo. Ello no demerita, por supuesto, la actuación fugaz, pero sustanciosa del primero y el protagonismo sólido de la segunda.

La producción tuvo un costo de 18 millones de dólares y, como caso curioso y de sensibilidad humana, al final, en los créditos, se dedica la película a Bill Paxton, que trabajó en el filme, pero que falleció antes de su estreno el 26 de abril del 2017.

Para concluir, es inevitable referirse a la semejanza que tiene la compañía fundada por Tom Hanks, El Círculo, con los campus de Google en Mountan View, o “Appel Park” en Cupertino, California. Resultan lugares de ensueño para cualquier profesional que aspire a trabajar en una empresa de tal envergadura.

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