Un sac de billes, según su título original, es una producción francesa estrenada a mediados de enero del presente año. Se trata de una nueva adaptación del libro del escritor francés Joseph Joffo, quien en 1973 conquistó el mundo editorial con un texto autobiográfico donde narra su traumática experiencia durante la Segunda Guerra Mundial.

Insistamos, es un “remake” de un filme de 1975, con una puesta en escena superior en virtud de la narrativa fílmica y la calidad de sus actores. Uno de los peligros de este tipo de género consiste en convertir la representación en un evento lacrimógeno o en una reproducción insensible que diluya la complejidad de la historia y la haga inverosímil.

Por fortuna, la nueva versión ha sido salvada y los créditos se deben a un equipo de escritores y conocedores del lenguaje cinematográfico, dirigido por Christian Duguay, con la participación, por supuesto, del propio Joseph Joffo ahora de 86 años. Claro, sin olvidar sus protagonistas.

Entre los artistas hay caras conocidas. El primero es, me parece, Patrick Bruel de apariciones memorables en la pantalla. No podemos olvidar, por ejemplo, su interpretación en la película Le prénom del 2012, en el que a partir de un tema trivial (decidir el nombre de su primer hijo), se genera un evento casi de carácter cósmico.

Otra de las caras distinguidas del filme es el de Elsa Zylberstein. Entre tantas apariciones, podemos evocar su participación en la cinta belga, Farinelli, que en 1995 fue nominada como mejor película de habla no inglesa. Y aunque su intervención en Un sac de billes es fugaz, su fuerza interpretativa sostiene el argumento cinematográfico.

Pero si Bruel y Zylberstein son capitales en la cinta, no lo son menos los que llevan la batuta de la historia, Dorian Le Clech, el niño que interpreta a Joseph Joffo, y Batyste Fleurial, su hermano, Maurice Joffo. Ambos llevan sobre sus hombros la responsabilidad de encarnar personajes creíbles, capaces de transmitir los sentimientos de la novela. Y, según la crítica, tuvieron éxito.

Como hemos indicado, Joseph Joffo novela su propio drama familiar al desarraigarse del amor del hogar como consecuencia de la persecución alemana contra los judíos en Francia. Las escenas recrean los momentos de dolor, desesperanza y angustia de unos niños que no entienden las razones de huir, obligados a abandonar su casa.

No deja de llamar la atención, las escenas en la que Joffo parece agradecer la intervención de personas que, casi milagrosamente, lo salvaron del holocausto. En primer lugar, al cura que simula viajar con los dos hermanos indocumentados en un viaje de tren. En segundo lugar, al otro sacerdote (quizá Obispo, pero en todo caso de mayor jerarquía que el anterior), que engaña a los alemanes con un acta de bautismo falsificado. Y, por último, al médico que extiende el certificado -también falso- que constata la circuncisión “por razones quirúrgicas”.

Ese detalle de gratitud expresado en diversos capítulos de la película da cuenta de un escenario paradójico de amor y odio en muchos niveles. Un fenómeno contradictorio reflejado también en el interior de las familias. Como cuando en el último refugio de Joffo, experimenta tanto el antisemitismo y la violencia, como la ternura y la aceptación.

Por otro lado, el escritor francés narra la zozobra de una comunidad judía que no sabe dónde esconderse y que sufre sin piedad el daño irracional infligido por carniceros alemanes. Sin ocultar, al momento de la caída nazi, la violencia vindicativa de una comunidad (en este caso la francesa) movida por instintos. Dejando constancia de la fragilidad humana a merced de la maldad congénita de la humanidad.

La canica (o las canicas) presente en todo el filme quizá simbolice la atrocidad del ejército alemán empeñado en matar a una comunidad de inocentes. El niño, Joffo, ofrece el sinsentido de la guerra fratricida cruel en el que la mayor parte son víctimas. Expresa también la capacidad humana capaz de crear destrucción, llevada a límites inimaginarios.

¿Cuál es el mensaje de la película según el propio escritor? Lo dice en una entrevista de la siguiente manera:

“En la actualidad, la historia que he experimentado y debido al terrorismo de la guerra, los niños se ven obligados a huir de sus casas también. Como lo fue hace 50 años, y se encuentran en el camino, totalmente aislados y abandonados. Espero que la película nos motive a reflexionar sobre el destino de estos niños y estas familias desgarradas”.

La cinta merece ser vista. No se la pierda.

Artículo anteriorLa fotografía de Daniel Hernández-Salazar
Artículo siguienteKarla Olascoaga