Miguel Flores Castellanos
Doctor en Artes y Letras

Las nuevas teorizaciones con relación a la fotografía, la crítica surgida a su alrededor, los certámenes y ferias, le han conferido independencia a esta manifestación artística a partir de finales del siglo XX. Los cambios en el campo fotográfico se dieron, además, en el plano tecnológico con la irrupción de la cámara digital que destronó el uso de la película sensible.

En la fotografía actual, la técnica pasa a un segundo plano para sobresalir el sentido final de las imágenes. Los formatos de presentación también han variado, invadiendo áreas como la instalación o el video, pasando por el collage o la intervención. Muchos de estos cambios que hoy vemos como actuales, fueron desarrollados por fotógrafos que experimentaron como Fox Talbot, May Ray, Aldred Stieglitz.

La obra de Daniel Hernández-Salazar no es complaciente, no se decanta por el excesivo barroquismo, sino se mantiene dentro de lo exclusivamente fotográfico, alejándose intencionalmente de lo pictórico. Fotoperiodista para el New York Times, es el primero que aborda el desnudo masculino en una exposición pública en la década de los ochenta, su vinculación al fotorreportaje le hace crear una obra fotográfica dramática que da cuenta de los años cruentos de la guerra en Guatemala, acontecimiento que marcó su vida como fotógrafo.

Fue un lector privilegiado de las primeras exhumaciones en cementerios clandestinos, cuando solo fueron registros de los forenses como notas de campo. Este fotógrafo también fue pionero en la fotografía en gran formato antes de que existieran las impresoras digitales. Con paciencia, imprimía foto por foto en un estudio improvisado en una habitación de su apartamento, desde ahí y creó fotografías de dos metros por un metro. Fue el pionero de la instalación de grandes fotografías en el espacio urbano usando una fotocopiadora.

Las obras de Hernández-Salazar causan desazón y esto sucede no solo por la temática, sino porque su fotografía mantiene en alto grado su valor indicial, es decir sus fotografías son índices (indicios, un tipo de signo que nos alude al “estuvo ahí”, “ese hecho ocurrió y de tal forma”). Lamentablemente, mucha de la obra de este fotógrafo no llega al circuito comercial de las galerías locales, pero sí a las europeas, así como a sus museos.

Ganador de la más importante presea para la fotografía que otorgaba la Bienal Paiz, en dos oportunidades, su obra premiada Santos Martín Sic Tzul (1990) es un retrato que interpela al observador, y deja ver las huellas del tiempo en un sujeto. Luego su obra da un paso al vacío con piezas como El camino del dolor (1996), donde se empieza a entrever los valores fotográficos (foco, tonalidades, encuadre, iluminación) y donde además se entrecruzan con el discurso político (los muertos en las orillas de las carreteras) el religioso (su alusión a los crucifijos y cristos sepultados) y al género (el hombre como modelo para desnudo, con lo que rompe la tradición de las modelos mujeres.

En La Fosa. Palabor, Comalapa (2015), foto tomada en posición cenital en de una fosa clandestina, Hernández-Salazar logra poner ante los ojos del observador, el horror de la forma en que el Ejército de Guatemala masacró a estos campesinos. Luego del espanto, surge la poética del color ocre y la contraposición de una simple pala de plástico azul. A esto se suma la posición de los esqueletos, las perforaciones de bala en los cráneos.

Otra de las piezas memorables lo constituye El viento. CREOMPAZ (1998). La foto es una calavera procedente de una fosa clandestina que muestra la forma en se le vendó los ojos al finado, así se ven los efectos de la tierra sobre el resto humano. En esta fotografía logra plasmar el efecto del viento que parece soplar como un hálito invisible. La pregunta de muchos es ¿esto pasó aquí?, y muchos a pesar de las evidencias lo niegan.

La obra de Hernández-Salazar ilustra el ejemplo de los significados encarnados en una obra de arte, pero también en lo que Kant ubicaría como sublime. Este fotógrafo logra una connotación del horror y apela la memoria, con la que se escribe la Historia.

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