Por Sergio Valdés Pedroni

1

Aquí la poesía es un retorno al mundo perdido. Al hogar de la imaginación vuelta memoria. Y al oleaje de palabras como medida del –transcurso del– tiempo (o el mar como imagen paradójica del tránsito terrestre).

Naves elitistas que sucumben en su vano intento de conquistar el sol, cuerpos abandonados al compás arrítmico de la vida, la alegría que se esconde –y se pierde a sí misma sin remedio detrás de una brújula inservible–. La poesía resuelve el desafío interior y silencioso de la autoconciencia. Una forma de asumir y hacerse cargo del dolor propio. De no inculpar a nadie. De asimilar y disfrutar la soledad.

Una vez resuelto el problema de la culpa y la autonegación, la vocación existencialista del texto y la presencia del YO –que en el caso de Tania es rabiosamente dulce, arrolladora– se desplazan hacia un nosotros, un otro colectivo que ayuda, al final de la lectura, a construir el terraplén del distanciamiento.

2

La imagen poética de la muerte es múltiple, polivalente. De un lado es la imagen de la extinción interior, inconfesada hasta el momento mismo de la escritura. De otro, la imagen del olvido –la desmemoria propiamente dicha– y el dolor por el amor roto. No obstante, la toma de posición es clara: no existo para la piel de la muerte, sino de la vida.

Se produce un reconocimiento de la indiferencia del mundo material. Del planeta, fuera de toda especulación ética, estética, filosófica, y de todo aquello que está a un costado de la física. La muerte como idea y como destino.

3

Una poeta que vive en un país en donde la crueldad fue tal que alcanzó la latitud del silencio y los secretos. La imagen inasible de lo absoluto. Pero no hace falta sobrevalorar el precio de la sangre ni deleitarse con su olor de azufre y volcán herido.

El dolor no es vivir o morir o amar en Guatemala (la tragedia de este país es apenas una anécdota de la tragedia del mundo, que es el lugar supremo en donde acontecen los versos). La poesía se agita, el dolor se disuelve en el misterio. Y no existe más en el lenguaje sitio alguno para la serenidad.

Después de leer a Palencia, el reposo se vuelve arbitrario. Una forma de abandono. Lo contrario de la poesía.

Fin de la conversación

Sergio Valdés Pedroni. Cineasta y escritor guatemalteco, egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM, del Centro de Tele-Educación de la Universidad Católica de Lima y del Taller de cine documental de Manfred Vosz en la Escuela Internacional de Cine y Televisión de La Habana, Cuba.

Desarticular un poema como se desarticula un sistema es un delito, por no decir un sacrilegio.
Emil Cioran.

sólo su oro negro que da luz y gasolina
vísceras de mi alma
misteriosos poderes asesinos
(las noticias aladas vuelan
-todo se va todo se acaba menos
en mí)
ja -ríe la loca
ríe y camina entre las calles de los mortales
triste
va
sin querer
bandera de sus batallas
terrenal
pocos saben que en la tierra de este tiempo a su pesar
loca la muerta loca
tiene raíces sembradas que quieren florecer
parir alegrías uncirse a la vida
ja -ríe la muerta
ja -vuelvo a reír
Tania Palencia

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