Por Jairo Alarcón Rodas

Las fotografías rescatan momentos históricos en imágenes congeladas que con innumerables detalles, muestran hechos que sin éstas, desaparecerían en el tiempo, arrumbados quizás, en los recuerdos de los vivos. A través de la lente se captura un instante de los sucesos que fenecen en el devenir del tiempo. En un cuadro se detienen los hechos de la historia, se petrifica la vida que en la realidad, continúa incesante.

_Cul4_1BUna fotografía dice mucho si se examina detenidamente, pero también dice poco sobre los hechos que acaecen y que fluyen infinitamente en la letanía del tiempo. Los retratos se imprimen en fracciones de segundo, dejando una imagen de una porción de la duración de las cosas. Frente un recorte de la realidad capturado por una cámara, la imaginación del perceptor se ensancha e interpreta más de lo que ésta refleja, y es que para ser comprendida, una fotografía requiere del contexto.

Un beso icónico

Uno de los besos más famosos que han sido fotografiados, muestra a un marinero que besa apasionadamente a una enfermera en Times Square, símbolo de la ciudad de Nueva York. La imagen recoge las figuras de dos jóvenes con uniformes distinguibles uno, el de él, de marinero, el de ella de enfermera, a pesar de las insignias las imágenes no muestran la nacionalidad, ni condiciones de los implicados.

Para un observador que fija su atención en el beso, recrea una escena donde un marinero regresa a tierra luego de su labor en el mar. A su encuentro con su amada, le da un beso tierno de amor apasionado. Se presume que la espera fue grande, la tristeza mayor por la larga ausencia y demora, pero el premio es el encuentro con su amor y el beso que ha regocijado sus labios.

Tanto el marinero como la enfermera, ajenos al lente fotográfico, jamás sospecharon de la serie de historias que se escribirían, tras la publicación de la fotografía, menos aún los comentarios que la escena logró en boca de miles de personas. Una simple escena, de una pareja de aparentes amantes, lleva a la imaginación de las personas a elucubrar un sinfín de historias. Las fotografías, en boca de las personas, dicen mucho más de lo que expresan las imágenes que describen.

Ajenos el uno del otro, la enfermera y el marinero jamás lograron intercambiar palabra alguna, menos un sentimiento. Estos personajes sin nombre dieron la vuelta al mundo a través de esa fotografía suscitando insospechados comentarios, creando historias, recreando pensamientos, en fin desencadenando más de una expresión poética que en realidad no sucedió.

¿Quiénes serán, cuáles son sus nombres? En ese momento, no era importante, pudiendo ser Greta Friendman, George Mendosa, Edith Shain, Glenn Edward McDuffie o cualquier otro. 20 años después de su publicación, se dice que la enfermera Greta Zimer, supo de la existencia de la fotografía, ajena totalmente a las historias que se habían urdido con tal imagen.

Curioso es más aún la identidad de los implicados, lo que ha sido motivo de discusión ya que los medios, hasta el 2007, señalaban a otros personajes como los actores de tal icónico beso. En fin, para usos de la imaginación, los nombres de esas personas no tienen importancia, no así, lo que causó en la opinión pública. Pasaron 70 años para los expertos consensuaran a quiénes correspondía la identidad de la fotografía de Alfred Eisenstaedt, para la Revista LIFE.

El beso fue un acto espontáneo de un marinero que por el regocijo ocasionado por el fin de la guerra, tras la rendición de Japón, le imprimió en los labios a una enfermera desconocida, que casualmente pasaba por la misma calle. No lo inspiró el amor, ni la pasión, mucho menos la ternura, sencillamente la alegría del fin de la guerra y su regreso a casa.

El lente del fotógrafo puede inspirar eso, al disparar su cámara y capturar imágenes de hechos de la realidad que, al ser recortados, extraídos de la misma, intencional o espontáneamente, motivan insospechables especulaciones en el observador que no sabe más de lo que la imagen presenta.

El Pulitzer de Kevin Carter

El buitre, que detrás del niño africano espera su muerte, para devorarlo, motiva especulaciones a la imaginación de las personas que ven tal imagen. Ver la fotografía de Carter premiada con el Pulitzer, de ese niño con el vientre inflamado por la desnutrición, encorvado, su mirada enterrada, piernas frágiles, a punto de desfallecer y a pocos pasos esa terrible ave de rapiña, vigilante, presta a atacar, no puede más que hacer pensar que el final para el niño será constituirse en alimento del siniestro animal.

¿Qué le sucedió al niño? Su descuartizamiento, la sangre que brota de su cuerpo, el voraz apetito del ave, puede ser parte de la imaginación de los que ven la fotografía con morbosidad y sin el contexto de lo sucedido. ¿Qué pudo pasar?, ¿cuáles son las imágenes que le siguen a tan dantesco hecho?, no son parte del conocimiento de los que ven consternados la imagen que presenta la fotografía. Aunque la misma sí da la pauta a reflexiones éticas.

El buitre ciertamente no devoró al niño sudanés, aunque posteriormente muriera probablemente por la desnutrición y el hambre que aquejan a Sudán como a otras regiones de África. Sin embargo, tomar una fotografía con tales detalles y en tal circunstancia, pone en entredicho la ética del que, por lograr una primicia fotográfica, deja a un lado el aspecto humano de los hechos. ¿Se debe lucrar con el dolor y sufrimiento ajenos, es eso válido?

Se cuenta que Carter esperó tomar una mejor foto: con el buitre abriendo sus alas, pero no lo logró. Según él, el niño consiguió recuperarse y continuar con su camino lo que fue corroborado por otras personas que presenciaron el hecho. Pero, ¿Qué intención tuvo para realizar tal fotografía?, ¿esperaba acaso que el buitre devorara al niño?, ¿dónde queda el lado humano de la labor periodística? El ejercicio profesional tiene que, ineludiblemente, subordinarse a lado humano de los hechos.

Al parecer ese fue uno de los fantasmas que persiguió a Kevin Carter y propició que se suicidara tiempo después. Lleno de conflictos internos, viviendo en un mundo lleno de desigualdades, de miseria, dolor y muerte. En la carta suicida escribió: Estoy atormentado por los recuerdos vívidos de los asesinatos y los cadáveres y la ira y el dolor […] del morir del hambre o los niños heridos, de los locos del gatillo fácil, a menudo de la policía, de los asesinos verdugos…

Recuerdo de una imagen inquietante

Existe una fotografía publicada en un diario del país producto de una noticia internacional, de un conflicto bélico que en ese entonces me inquietó. En la portada del periódico, en un pequeño recuadro se informaba del conflicto entre Israel y el Líbano. Desde que la vi, me impactó. Impulsivamente la recorté y guardé.

Dejé por un lado la información que traía descrita, me conmovió esencialmente la foto y concretamente el niño que ahí se destacaba. Mis ojos únicamente prestaron atención a las imágenes, las cuales describen a un niño corriendo dentro de un escenario de miseria y destrucción. Casas derrumbadas, promontorios de tierra por los efectos de las bombas presentan un escenario de terror y dolor.

En uno de sus ojos, un destello de luz llamó mi atención, por él pude imaginar las atrocidades que vivieron, el terror, destrucción y la muerte que deja un bombardeo indiscriminado, que indudablemente, los más vulnerables son los que terminan sumando los muertos.

En el centro de atención de la fotografía muestra a un niño, de aproximadamente 5 años, de mirada turba, con ropa derruida y paso firme. Llevaba entre sus brazos un radio de transistores, lo aprieta con todas sus fuerzas como si de él dependiera su vida. El escenario es cruel ya que no existe alrededor suyo vida alguna. ¿Qué trauma habrá vivido el infante, qué será de sus familiares, cuál será su destino? Todo ello queda a la imaginación del que contempla con atención la fotografía.

Me dije en ese entonces, ¿Qué conexión habrá entre el niño y el radio?, ¿hacia donde va?, ¿habrá visto morir a sus padres? ¿Se aferra, acaso al radio como único tesoro de su familia? ¿O es la razón de su vivir y por qué? ¿Qué importancia tiene ese artefacto para él? Todas esas interrogantes surgieron en mí y aún ahora, en la actualidad, asaltan mi pensamiento. Me conmovió el escenario donde el niño corría con rostro de espanto.

Las fotografías, al igual que las obras de arte, la pintura, hacen que se recree en el observador una serie de historias tejidas por la especulación y la fantasía. El autor solo sugiere y su valor consiste en lograr captar detalles que den rienda suelta a la imaginación, que hieran los sentimientos humanos y causen impacto a partir de experiencias vividas o imaginadas. La fotografía, como lo señaló el fotógrafo Arnold Newman, no es algo verdadero. Es una ilusión de la realidad con la cual creamos nuestro propio mundo privado.

En el fondo la fotografía es subversiva, y no cuando asusta, trastorna o incluso estigmatiza, sino cuando es pensativa.
Roland Barthes.


Jairo Alarcón Rodas (Guatemala, 1962). Docente e investigador de la Universidad de San Carlos de Guatemala ha realizado publicaciones en distintas revistas y periódicos del país. Ha publicado «El conocimiento, una segunda mirada al mundo que creemos conocer», y próximamente el libro «Hacia la superación de nuestras diferencias».

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