Por Joaquín Orellana

Existe dentro de las varias cualidades humanas consideradas como valores, una de ellas, el amor a la humanidad, la filantropía. Esta proyección, que emanando desde lo más profundo y de mayor pureza de las estructuras del sentir, se autodefine de por sí, como una espontánea piedad por lo humano, y es esa cualidad de nobleza espiritual, la que impulsó a Paul Dougherty hacia sus acciones filantrópicas que, desde ese punto de partida interno, se diversifican en varias direcciones: desde la ayuda específica a personas, hasta donaciones y trabajo personal, dirigidos a entidades culturales periodístico/históricas, docentes y benéficas.

Paul Dougherty fue fundador de la Asociación «Amigos de la Hemeroteca Nacional de Guatemala» y a este respecto escribió la señora Ana Martínez de Zárate: «(…) gracias a las aportaciones altruistas del argentino de nacimiento pero chapín de corazón, Paul Dougherty, tiene la ventilación necesaria en el almacén de documentos, tan importantes para su buen mantenimiento, pues el control de la temperatura y la humedad son decisivos(…)».

Se cuenta que recién llegado a Guatemala, Dougherty pasaba tardes enteras leyendo periódicos en la Hemeroteca Nacional, para indagar acerca de la historia y las circunstancias sociales y políticas de Guatemala. En cuanto a sus colaboraciones a la educación, es sabido que otorgó varias becas para estudiantes universitarios y de secundaria. En cuanto a sus labores de participación en el Club Rotario Internacional, fue Gobernador de Distrito desde Guatemala hasta Panamá.

Al identificarse Paul Dougherty con el individuo urgido de ayuda, se establece una especie de «inter subjetivismo» que podría definirse como la interacción entre el auxiliado y el socorrista, una comunión espiritual plena. En ese sentido puede citarse que: «En la antigua Grecia, la filantropía se definía como el amor al ser humano, como naturaleza esencial y el propósito de la humanidad, la cultura y civilización. El escenógrafo italiano Stefano Poda, lo describía en su personalidad como «…un hombre afable, jovial, de trato ameno, respetuoso y fácil para la amistad…».

En el mundo antiguo, el término filantropía fue creado por Flavio Claudio Juliano, quien fue emperador del imperio romano desde el año 361 hasta su muerte. Una de sus tareas fue restaurar el paganismo. En este intento, imitó a la Iglesia católica en sus instituciones y doctrina. Así acuñó el término Filantropía para suplir al término que los cristianos usaban, la caridad. La Academia de Platón, define Phailanthropía como un estado de buenos hábitos derivados del amor a la humanidad». También el término se asoció con la libertad y la democracia. Precisamente esos buenos hábitos derivados de una intensa piedad por una humanidad doliente y paupérrima, genera en Paul Dougherty esa especie de estado de beatitud y al respecto él mismo decía sentir: «Mi verdadera felicidad brota al ayudar a los necesitados». Por ende, se manifestó siempre hacia sus trabajadores con acendrada proyección de justicia social, existiendo de ello muchos testimonios: se refiere que una vez, algunos de sus empleados, al retirarse de la empresa, le entregaron una placa, en señal de gratitud, en la que entre otras cosas, lo llamaban «Padre Espiritual» y se supo de comentarios entre ellos sobre que «los hacía sentir seguros y protegidos». Entonces sintiéndose hombre justo, ya labrando su serenidad de espíritu, su paz con él y con el mundo, y, al despedirlo luego de su fallecimiento el pasado 10 de abril, hemos de esperar que su ejemplo germine en espíritus afines que camine en pos de sus huellas, y que el posible proseguir de su magnífica labor, ha de perpetuar y enaltecer aún más su figura de gran hombre y su memoria.

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