Por Mario Alfredo Alvarado Vela
USAC-Escuela de Historia

El tiempo pasa, más la historia y las devociones del pueblo guatemalteco no. En los anales de este país quedo registrada la fecha del 23 de mayo de 1738, cuando en la muy noble y leal ciudad de Santiago de los Caballeros se registró una ceremonia desconocida para muchos, pero para otros conocida exactamente tan solo 21 años después de la primera consagración en la América Española registrada en la misma urbe cuando se ha consagrado a Jesús Nazareno de la Merced, los muros del templo conventual de Nuestra Señora de las Mercedes fueron el escenario perfecto para la solemne coronación y consagración de Nuestra Señora del Manchen de manos del obispo de Comayagua Fray Antonio López de Guadalupe.

Esta singular escultura de talla perfecta que representa el dolor de la madre de Dios durante la Pasión del Salvador es de escultor anónimo aunque algunos la atribuyen al insigne maestro Pedro de Mendoza, sin ningún respaldo documental en mi apreciación se tuvo que tallar entre mediados del siglo XVII y comienzos del XVIII, esta efigie se veneraba en una ermita situada en la periferia de la ciudad de Santiago, en un solar habitado por personas humildes; mestizos en su mayoría dependientes de la parroquia de San Sebastián, algunos de ellos trabajadores del oficio de la herrería. El lugar estaba situado en las faldas de un cerro por lo que dadas las condiciones de la época el agua era uno de sus principales problemas dados los constantes daños reportados por las autoridades de la época en cuanto a la cañería que surtía de agua aquel lugar.

La palabra Manchen según el cronista y literato Víctor Miguel Díaz, significa Palo Viejo en dialecto indígena dado que el lugar estaba rodeado de estos árboles es probable que de ahí tome la advocación la citada dolorosa, esta ceremonia de coronación y consagración se vivió durante tres días siendo una verdadera fiesta barroca para la entonces metrópoli que alcanzaba sus años de gloria y esplendor en el siglo XVIII.

Los terremotos de Santa Marta de 1773 obligaron a la traslación de la ciudad de Panchoy a la Ermita y en cumplimiento de la real cedula de traslación del monarca Carlos III se suprimieron las ermitas en la Nueva Ciudad por lo que en 1780 llega la Dolorosa a esta ciudad siendo, ubicada desde entonces en una capilla especial para su culto en la parroquia de San Sebastián que es atravesada por los callejones de La Soledad y El Manchen.

Durante el siglo XIX su culto tuvo gran esplendor y pompa, muestra de ello lo podemos deducir de las consultas realizadas al libro de limosnas de Nuestra Señora del Manchen, conservado en el AHAG que nos describe como para la época republicana esta devoción se mantenía sólida en la ciudad de Guatemala y principalmente en el ideario del ciudadano del siglo XIX.

Las constantes visitas a su capilla revestían especial mención, más los días viernes de cada año cuando se cantaba solemne misa temprano y por la tarde la Salve Regina. Ceremonias muy concurridas por las personas del barrio y de otros lados que venían a venerar a tan mística escultura.

Hoy a más de 2 siglos de este acontecimiento las visitas frecuentes cada viernes en su capilla se mantienen desde donde esta escultura guarda celosamente la devoción y protección sobre sus devotos que le visitan desde el año de 1780 en esta ciudad de la Nueva Guatemala de la Asunción.

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