Por JAKE COYLE
NUEVA YORK
Agencia/AP

Queridos hermanos, estamos reunidos hoy aquí para celebrar la obra del músico pop más grande de su generación.

La música de Prince era, antes que nada, una invitación irresistible a ir de fiesta. Desde escenarios sudorosos y nublados, y detrás de un aura mística de funk, exhortaba al público a amar, a hacer el amor y a volverse loco. Con sus olas de ritmos creados con maestría llevaba a quien estuviera frente a él a su templo de erotismo y éxtasis.

La Experiencia Prince siempre fue más que solo música, pero la música era la base. Prince era el raro artista cuyo ostentoso espectáculo nunca opacó su música. En todo caso, sus dotes teatrales a veces opacaron al extraordinariamente meticuloso líder de banda que era, o el hecho de que fue uno de los guitarristas más maravillosos de todos los tiempos.

«I Wanna Be Your Lover», el tema principal de su disco homónimo de 1979, no solo anunció el rico falsete post-disco del entonces intérprete de R&B de 21 años. Fue una proposición: la primera en los años de seducción que seguirían. «Quiero ser tu amante», cantó. «Quiero ser tu madre y tu hermana, también».

Fue el primer sencillo de Prince en las listas de popularidad, y el inicio de una prolífica carrera que incluyó 39 álbumes y muchos éxitos más. Su siguiente disco, «Dirty Mind» de 1980, fue la expresión más completa y sucia de su fusión de funk, rock y new wave. El crítico Robert Christgau escribió del álbum en el Village Voice: «Mick Jagger debería enrollar su pene e irse a casa».

«1999», del disco del mismo título de 1983, se mantiene como uno de los mejores temas de juerga de todos los tiempos, una canción de electro pop que ha vivido más allá de la entonces futura fecha que anunciaba. Es el gran himno del apocalipsis, una fiesta para el Día del Juicio. Canta: «La vida es solo una fiesta y las fiestas no se supone que duran».

Si «1999» fue la pieza bailable, «Little Red Corvette» fue la obra maestra del disco. En ella, Prince, entre toda la gente, llama a las chicas promiscuas a «reducir la velocidad». La batería mantiene el tempo y lleva al crescendo del coro: «Pequeño Corvette rojo / Nena eres demasiado rápida / Pequeño Corvette rojo / Debes encontrar un amor que perdure».

La fiesta de «1999» continuó en «Purple Rain», de 1984, con the Revolution, y Prince mostró cierta madurez y un salto al góspel. Comienza «Let’s Go Crazy» desde el púlpito, con un órgano de iglesia como fondo de su elegía para «esta cosa llamada vida». El llamado urgente a disfrutar la vida, a aceptar la pasión carnal, no se ha ido a ninguna parte, pero tiene un toque de sabiduría: «Todos estamos emocionados / pero no sabemos por qué / Quizás es porque / Todos vamos a morir».

Prince, por supuesto, también tiene su lado romántico. La reina de todas sus baladas es la majestuosa «Purple Rain», junto con el filme y banda sonora (que también incluyó «When Doves Cry»), que revelaron la amplitud y talento visionario de Prince. Esto es lo que hizo de Prince una superestrella en todo su derecho.

En los años que siguieron, la conciencia social continuó creciendo en la música de Prince, más notablemente en «Sign ‘O’ the Times» de 1987. La aceptación, la diversidad y la imparcialidad fueron temas que abordó en sus canciones y con la variedad de artistas con los que tocó.

Muchas de las piezas adquieren una resonancia particular tras la inesperada muerte de Prince el jueves a los 57 años. Pero también son un recordatorio de cómo su cuerpo de trabajo se mantuvo vivo, en toda su romántica y lasciva gloria.

¿Qué quería Prince?
«Solo quiero tu tiempo extra», cantó. «Y tu beso. ¡Oh!».

«Soy tan funky que ni siquiera puedo dormir conmigo mismo»
Prince.

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