Por Jeddú M. Villatoro

Se hacía tarde y me apresuré a salir de la oficina pensando aprovechar lo que quedaba de luz natural. Yendo en el taxi escuché la noticia: explotó anoche una estación de gas en el Distrito Nacional de Santo Domingo —decían— se estima 40 heridos.

Ya estaba llegando al Parque Colón, antiguamente llamado Plaza de la Catedral, ya que ahí mismo se encuentra la Catedral Primada de América. Bajé en la Calle Isabel la Católica, donde alguien estacionaba su moto, una muy antigua, color óxido y apenas más grande que una bicicleta.

Caminé sin prisa en dirección al monumento central; una fuente que tiene en su cumbre al gran almirante, Cristóbal Colón, señalando al norte, con una mirada visionaria, perdida en el horizonte; la que quizá tuvo en vida y que esculpió el francés E. Gilbert, ya hace muchos años.

Me pareció ver poca gente y no era extraño, por ser martes, tal vez el gentío se reservaba para el fin de semana.

Me detuve frente a la fábrica de tabacos, sobre la Calle del Conde, justo donde pasaba caminando un músico vistoso; con pasos largos y muy seguro de sí. De pronto las palomas se echaron a volar pero volvieron apresuradas, y me rodeaban amontonándose, como pidiendo que las alimentara.

A paso lento recorrí todo el lugar y encontré a una quinceañera que sonreía mucho; y es que posaba para su sesión de fotos. Y vi también a un anciano de rostro sereno, que no podía ver, y él también posaba. Petrificado, pedía limosna en la parte trasera de la Catedral.

Desde lejos las había visto jugar y reír, pero ahora, la abuela se había retirado un poco y conversaba con alguien, la niña era muy pequeña y no alcanzaba el suelo estando sentada al borde de la fuente. Su abuela continuaba con la cháchara y ella, su nieta, no la dejaba de vigilar.

Finalmente me senté en cualquier banca. Cerca, un grupo de señores musitaban entre ellos mirando, expectantes, a tres jugadores de dominó. Frente a mí, casi inmóvil y, con el vespertino entre manos, un jubilado leía calladamente. “Cuarenta heridos” alcancé a leer en el titular, ya cuando la luz del día casi se había ido.

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