Por Gustavo García Solares

Tengo dos escenas del día que conocí al Dúo Guatelinda: Una mujer y un hombre de la tercera edad con trajes de colores típicos, terminan de tocar una canción acerca del Cerrito del Carmen, se abrazan y hacen una reverencia de agradecimiento a un público compuesto por unas treinta personas en la Avenida de Los Árboles. Acto seguido, ambos van subidos en una moto; Willy (guitarra) maneja y Amparito (voz) va detrás, con la guitarra en la espalda. Se van y nadie se da cuenta.

Suficiente para engancharme y como músico en este país, de alguna manera verme en ellos. ¿Quiénes eran? ¿Por qué hacen lo que hacen? ¿En dónde han estado todo este tiempo? Le comento a un amigo la ternura y peculiaridad del Dúo y pienso “Alguien tiene que hacer un documental de ellos“. No los vuelvo a ver por un buen tiempo.

La vida se encarga de ponérmelos en frente varias veces. En una de esas aprovecho la oportunidad y me acerco. ¿Quiénes son? ¿LLEVAN MÁS DE 30 AÑOS TOCANDO Y NO HAN GRABADO NI UNA SOLA CANCIÓN?

El Dúo Guatelinda es una historia que pareciera fácil de contar pero no lo es. Es difícil explicar porqué en más de 30 años nunca habían dejado registro de las composiciones de Willy. Canciones que hablan de la Avenida de Las Américas, de Guatemala como un lugar al que nos gustaría ir, de años dorados en este país lleno de idealistas que se volvieron cínicos. ¿Por qué ellos siguen creyendo?

El Dúo siempre me sorprende con su gana tan fuerte de verle el lado bueno a la situación tan injusta que viven. Desde conciertos en donde les pagan nada y los hacen viajar, hasta luchar a diario para poder tener un lugar donde dormir y comer. Simplemente no bajan la guardia ni el amor por cantar, por tocar. No sé si es el resultado de dejarse o de seguir adelante a pesar de lo que sea.

“Yo lo traía en mí desde que nací” dice Amparito una mañana en que nos encontramos junto a mi amigo Dan Roca en el estudio para grabar su primer álbum. Amparito es un personaje con una energía y mística difícil de explicar. Cuando ella canta simplemente “es“. Hablar con ella es como hablar con una especie de gurú. El altar de su pequeña habitación tiene un cuadro de Jesús, uno de Shai Baba y un retrato de ella cuando tenía unos 18 años. Luego de escuchar las grabaciones por primera vez, me dice: “Siento que ya me puedo ir en paz. No puedo creer que esto esté pasando. Mi voz es un regalo que tengo que compartir“.

“Nos ofrecieron muchas veces grabar, pero nunca nos cumplieron. Pero ya vio, ustedes son el instrumento de Dios” dice Willy. Yo no sé cómo tomar el comentario. Una semana antes del día de grabación, Willy había salido del hospital luego de haber sido atropellado mientras manejaba su moto por la ciudad. Al grabar, él sabe que no está en las mejores condiciones, pero como los grandes cumple con su destino, el de dejar registro de sus composiciones. Con Dan, también músico, solo vemos y nos succiona la voz que sale de las bocinas del cuarto de control. Sabemos que lo que está pasando es algo muy especial. Amparito y Willy brillan en el estudio de grabación, como debieron hacerlo hace mucho tiempo. Esta vez se van y todos tenemos las canciones que nos dicen que estuvieron.

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