Por Carlos Alberto Cerda

#Pregón. “Asalto al cielo” (Magna Terra Editores, 2008, segunda edición, 210 pp.), antología personal (1967-1994) de Francisco Morales Santos, quien dedica esta obra a su amigo Roberto Obregón, poeta, y a su esposa Isabel Ruiz, pintora. ¡Pregón de un asalto!

#Poeta que siente el dolor de su tiempo. La poesía de Morales Santos tiene mucho que ver con la sentencia de Gil: “Nuestra voz de poetas, hombres cuyo dolor asume el dolor de los otros (citado por Lechner, 2004). Se trata de una poesía comprometida y sensible a las realidades.

#Perfume exquisito. Esta obra es capaz de revolver la quieta mente del lector de hoy en día por el contexto en que se configuró la antología y por la evolución literaria del autor, ambas razones, además, constituyen la prueba de una vida consagrada al mundo infinito de la filosofía de la intuición, el de la poesía. El aroma que esconde cada verso de este libro, puede envolver el subconsciente del alma sensible, de luchas humanas pasadas que no son ajenas a la realidad vigente.

#Alrededor de la montaña se escuchaba el tambor de los pueblos. En 1967 un joven guatemalteco de 27 años escribió versos que proyectaban con lírica su entorno. La buena poesía se mueve en el terreno ideológicamente neutral, aunque no está exenta de reflejar los rasgos esenciales de una fracción de la historia para lanzarse a vivir en el eterno humano. Cuando Morales Santos afinaba el lápiz con “Escrito sobre olivos”, la mano del mundo recibía “Cien años de soledad” y “Los Cachorros”. En ese año el planeta jugaba a la Guerra Fría, “esa confrontación ideológica universal y multipolar que dominó el escenario internacional de la segundad mitad del siglo XX” (Pedemonte, 2015, p. 233); así, en los versos de la antología se siente el palpitar tensionado del corazón de ese tiempo: “Tú en América siempre indetenido, / calibrando volcanes y torrentes / a despecho de feudos y de olvido, / multiplicas los pechos combatientes”.

#Una batalla personal. Un joven, desde la trinchera de los versos, libró su propia batalla en el campo cultural a favor de la causa latinoamericana (utilizando los términos de Goytisolo en Navales, 2008). No se trata de versos elementalmente protestatarios, sino piezas artísticas que no son indiferentes al clamor de su tiempo. Como asterisco, no hay que olvidar que Guatemala en 1967 era gobernada por el licenciado Julio César Méndez Montenegro, un civil con elixir castrense. Alrededor de la montaña se escuchaba el tambor de la guerra, pero un joven talentoso calibró su alma para lanzar al mundo versos con gran significado humano: “A tu sombra del más humano canto / tus fraternos anhelos apaciento. / Ruralmente admirándote, levanto / mi latido social por monumento”.

#Pluma afilada. En 1994 “Los acuerdos de paz”, entre el Gobierno de la República de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) tienen un horizonte medianamente claro. El tiempo ha pasado, Morales Santos tiene 54 años, su capacidad creadora ha sido afilada por la vida. Hay conciencia absoluta sobre “¿quién soy?, ¿de dónde soy?, y ¿por qué soy como soy?”, interrogantes que navegan en el poema “El país y sus secretos”: “Soy de un país pequeño / —no he dicho diminuto— / al que le han valido madre / todos los sismos del mundo. / (…) Para algunos es un país con cara / de aquí no pasa nada, / un país de ciegos / donde el político es el rey, / un país de mierda. / Sin embargo, señoras y señores, / cuando llega la hora / de rajar ocote, / cada guatemalteco lleva / su magma bajo el brazo”. El camino recorrido también le ha dado al autor luces para definir la poesía: “La poesía es cosa / de locos específicos; / de esos que ven la cordura / de quienes los rodean / como la inversión térmica / de la ciudad de México…, / y no se equivocan.”.

#Estaciones del tren. El punto de partida es Sacatepéquez a las 19.40 h. Estación 1967 “Escrito sobre olivos”. Estación 1969 “Tenebrario”. Estación 1975 “Cuerno del incendio”. Estación 1976 “Cartas para seguir con vida”. Estación 1974 “Ceremonial contra el olvido”. Estación 1976 “Poesía para lugares públicos”. Estación 1978 “Conjuros contra gangrena y tumba”. Estación 1966-1977 “Artefacto”. Estación 1987 “Al pie de la letra”. Estación 1988 “Madre, nosotros también somos historia”. Estación 1990 “Implicaciones del verbo amar”. Estación 1994 “Escrito sobre fondo oscuro”. El tique se compra a precio de escuchar la respiración de los pueblos latinoamericanos en Magna Terra.

#Versos sobre la tierra de Rubén Darío. En Nicaragua la insurrección estaba en estado avanzado en 1977. Morales Santos seguramente observó con la agudeza del águila la soberbia del dictador nica y el levantamiento de un pueblo en contra de la sinrazón. En esta antología el lector encontrará el poema “Muerte y tortura en Nicaragua”: “Los colgaban de los pies / como a la carne de res en los expendios, / para ver si entre la sangre, el sudor y los orines / destilaban la confesión deseada; / los golpeaban con los rifles / para llenar con tumores el vacío del hambre; / los colgaban del cuello / para que escupieran nombres o bien para matarles / la costumbre de expresarse a gritos: / les daban con el casco en la cabeza / para que repitieran al paso del tirano / esta canción sui géneris: / Salve a ti Anastasio (…)”.

#La terminal. Cuando el lector se baja del tren de la antología y recuerda cada una de las estaciones recorridas, paisajes, rostros y circunstancias, tendrá la sensación que los versos pasados de Morales Santos tienen vigencia en el presente, quizá porque son atemporales, de manera que calzan en determinadas circunstancias actuales y se proyectan en el futuro, lo cual es señal de que se trata de una poesía construida por y para la humanidad. El poema “Sabiduría antigua” es un canto de esperanza para cualquier alma o pueblo que anhela algo mejor: “De seguro que si las aves fueran / el corazón del universo, / nunca habría pasado inadvertida / su lección de elevarse / con espíritu fuerte / bajo los temporales, / pues los pájaros saben / que no hay invierno que dure cien años / y que, al pasar la tormenta, la primera semilla que brota / es el sol.”.

#Prueba de la victoria. El joven guatemalteco de 27 años que se alistó en 1967 en la poesía de la vida, ganó muchas victorias con las armas de la cultura. Esta antología lo evidencia.

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