Por Camilo Villatoro
Fotografías de Ban Vel

Debo desconfundirme, guardar una proximidad entre lo posible y mis pasos, desemborracharme [Calláte, no me vengás con decentismos, salvá tu sed, hidratáte]. Como sea, no ando ni una vara en el bolsillo y además hay ley seca [Menos mal, la consciencia abstemia te «desconfunde»; en el mejor de los casos, desemborracha]. Qué sé yo, no crean que hago lo que hago para complacer esquizofrénicas musas masculinas, me bus[Qué perversión de serote vanidoso, a mí me lamentás porque soy el tapiz aristocrático que cubre las paredes de tus venas, soy Borges recorriéndote el laberinto sanguíneo, y la espada del viejo mundo salida de tu frente relinchando, la razón de tu deslumbramiento por los ojos de la progenie huérfana de los Austrias]¿Me dejarán en paz… quiero decir, algún día? Miren que tengo cosa parecida a un revólver, engavetada por si las du[De ponernos genealógicos se trata… Soy la hija sobreviviente del minotauro de Cortázar, que mira al viejo Teseo (fascista como nadie) desde una celosía (fascista también, de cierto modo) y la macana que puso a llorar a Cortez bajo un árbol, y la espada sin filo de Alonso Quijano]. Si siguen mencionando autores para sus metáforas fálicas, les mostraré lo crecidos que están mis cuervos monterroseanos: bien educados, aprendieron a arrancar mucho más abajo de los ojos, los muy golosos (si fuese guanaco le pediría a Roque pasarme el cuchillo). Déjenme dormir, han aniquilado mi presunción autohermenéutica, al menos por hoy [Falo, badajo, ¿qué más?, ¿moronga?, ¡Pongámonos centroamericanos pues! pero cuando tus cuervos mitológicos me arranquen el carajo, también se llevarán parte de tu virilidad (de por sí exigua)]. Argumentación-contrargumentación; qué novedad. Repito: déjenme en paz, Juracán duerme en el sillón de la par, y no sé cómo puede dormir, pero yo no… tan frustrante como la memoria minutesca de los peces. Así que se callan… La promesa de mis malcriados cuervos sigue en[Pito me importa, y lo sabes; soy un ente más que menos autónomo, estoy casi seguro de ello: cuando meas en un poste iluminado, yo volteo a ver la luna. Mirá que automutilarnos a nosotros… en vez de que tus cuervos se ensañen con los nenes ultradiestros, o mejor, con los vástagos criollos e imitadores… ¡Que el cabezón de Tréveris se apiade de ti, pecador! (Ironía aparte, el asexual tiene razón: no tenemos culpa de tu virilidad exigua)] No crean, yo también los aprecio. Pero cada cosa que dicen suena a yo, tan obtusa como yo, el mismo hecho de que a veces hablen conjugando en «vos» y otras en «tu». Tan yo, tan guatemalteco extraviado en México, tan hijo de exilados. Parezco fresita, y a la vez tan lumpen, deseando tener el súper poder de evadir la ley seca. Guatemala está triste, hoy más que nunca; no porque la inteligencia sea incapaz de «tomar» el poder, sino porque no tenemos guaro el día de nuestra enésima muerte. Y las fronteras se borran porque no son nada, apenas lo que separa a los kaibiles de los zetas, y suenan trompetas desde México hasta Colombia, donde tengo una hermana perdida en la nación de las montañas de coca; allí, en las fosas nasales de mis amigos está mi hermana, desvelándoles el sueño. Y cientos de pasos o cabalgatas bolivarianas, Rolandito, El Rolo, en alguna parte de la nalga bonaerense, tal vez llorando, pero quién sabe. Él me conoce de una edad en que ni yo me conocía, y me conoce poco de todas formas. Y más abajo de mí, mi hermano diciendo que qué pura mierda escribo, que ya hubiera escrito algo más trascendental; si supiera que en la tapa del tanque del baño vi un libro de T.S. Eliot y al abrirlo salieron cucarachas asustadas.

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