Por Maya Juracán

En una cena regular en algún restaurante de San Pedro La Laguna alguien advirtió en voz alta ¡cuidado con Alejandra, que te toma la foto! La advertencia me pareció muy extraña no obstante seguí revisando las notificaciones de mi celular. Después de algunos días de convivir con el grupo conocí su trabajo. Pero no fue hasta la siguiente semana cuando llegue a su muestra instalada en el Centro Cultural Municipal curada por la uruguaya Adriana Almada que entendí el porqué de aquel comentario tan aleccionador con respecto a las fotografías de Alejandra Mastro.

Al ingresar al salón de la muestra “El Imperio de la Mirada” se respira un aire de solemnidad, enseguida me dirigí a una puerta del lado izquierdo que se encontraba abierta pero en completa penumbra, ahí pude percibir el sonido lo que a primera instancia puede interpretarse como un suspiro, sin embargo al ver el video el sonido cobró otro sentido más profundo, un soplido alargado y fuerte que apagaba reiteradamente unas velas de cumpleaños, me hacían referencia a lo efímero de la vida. Esta pieza responde al nombre de “Rituales Vanos”, una alusión al gesto simbólico del exterminio o anulación, que es el mismo gesto que conmemoramos todos los años, pero nunca se nos había presentado ajustando el tiempo con el gesto y así rectificar que es en esta acción en la cual anulamos o cancelamos el tiempo pasado.

Al salir de aquella habitación, se observan unos textos los cuales parecen pequeñas gotas de pensamiento de la muestra, entre los pequeños cuadros colocados puede encontrarse la frase “Hay que preservar el fuego en la intemperie, un texto que nos remite al intento por la supervivencia del tiempo, por la preservación de lo inevitable.

Al terminar de leer los textos, pude ver los instantes retratados en fotografías de formato pequeño, que se encuentran en una mesa alargada. Para mí es fundamental el acercamiento a todas estas personas retratadas en una pulsión escópica. Aunque todas eran personas diferentes en diferentes contextos sociales, perfectamente me podría sentir identificada como en una explicación de Leibniz trayendo a mi memoria aquella cena. Alejandra Mastro lleva esta acción de un pseudo voyerista a la interpretación más consecuente de la vida, el mirar pero más que nada el poder ver.

En las fotografías que estaban en las paredes se pueden observar a personas compartiendo una cena, viendo a sus celulares, estos sujetos se convierten en actores de Alejandra Mastro en instantes que la artista consensuada en la acción ¿Y por qué no? si en este mundo invadido por imágenes estamos expuestos a ser parte del universo de otro u otra.

En este caso del universo de Alejandra Mastro que con su celular recopila la intención.
Al finalizar el recorrido por la exposición no pude preguntarme si aquella cena que compartimos podría perfilar una fotografía mía o de otros más cercanos que a pesar de no compartir un imaginario colectivo nos perfilamos entre las atracciones de preservaciones de miradas como un acto involuntario y así convertirnos en parte del Imperio de la Mirada.

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