Por Edgar H. Carpio Rezzio*

El municipio de Amatitlán, localizado a 28 kilómetros al sur de la ciudad de Guatemala, es un lugar rico en tradiciones y posee un enorme potencial cultural que abarca desde la época prehispánica hasta la actualidad. Uno de los acontecimientos de mayor relevancia en Amatitlán lo constituye la feria que se realiza en honor al llamado “Niño de Amatitlán”, que es la imagen más venerada de la localidad. También se conoce esta festividad como la Feria de la Cruz, por celebrarse el 3 de mayo, día de la Santa Cruz en el calendario litúrgico de la iglesia Católica.

Los festejos de la feria de Amatitlán se extienden por más de una semana, desde finales de abril hasta después de la fecha principal. El punto más relevante lo constituye la procesión acuática que se realiza el 3 de mayo, alrededor del mediodía, cuando el Niño es transportado en una embarcación especialmente preparada y recorre la ribera del Lago de Amatitlán, acompañado de numerosas embarcaciones que llevan a cientos de fieles católicos. Durante el recorrido, una banda musical interpreta alegres marchas, música tradicional y melodías de moda. Las personas que se encuentran en las orillas del lago, en pequeñas villas o chalets, implementan vistosos altares ricamente ornamentados y queman cohetillos y bombas al paso de la embarcación. Esto es más atractivo por la noche cuando se hace el recorrido de regreso a la playa, esta vez por la playa norte.

La procesión concluye cuando la imagen es colocada en una especie de silla de piedra, llamada “La silla del Niño”, que constituye una formación natural de columnas basálticas. En este lugar, que se ubica a inmediaciones del lago, se realizan rezos y peticiones especiales, teniendo por testigos a las autoridades religiosas y a los cientos de acompañantes de la procesión, pobladores locales y personas llegadas de los alrededores, incluyendo la capital y otros poblados más lejanos, además de numerosos periodistas que cubren el evento. Posteriormente las embarcaciones regresan a la playa, distante unos 5 kilómetros y durante el resto del día, hasta las seis de la tarde, muchas personas realizan la peregrinación acuática para venerar a la imagen. Después de esa hora, el “Niño de Amatitlán” desciende de su silla y es colocado de nuevo en la embarcación para ser trasladado a la playa principal del lago y desde aquí en procesión normal retorna a la parroquia de Amatitlán.

Este recorrido que hemos realizado desde el 2003 en compañía de otros colegas ha resultado en una verdadera experiencia antropológica al poder compartir el fervor de los feligreses y peregrinos que veneran a la imagen del Niño. En ocasiones la lancha que nos transportaba dejó de funcionar a medio lago o se corría un peligro de zozobra por la sobrecarga. Las meriendas a bordo resultaron de lo mejor y el compartir con los medios de comunicación, prensa y televisión convierte la procesión acuática en algo especial.
Un dato que resulta interesante es que la imagen que sale en procesión no es la misma que se encuentra en el altar de la parroquia. Se trata de una réplica a la que denominan “El Zarquito”, por el color claro de sus ojos. La imagen principal, el verdadero “Niño de Amatitlán”, permanece siempre en la iglesia. Según el historiador de arte, Fernando Urquizú, el Niño de Amatitlán es un niño de la “Vera Cruz”, pues en su iconografía sostiene una cruz en la mano izquierda y su túnica tiene una cruz en el pecho. Sus pies se apoyan uno sobre un mundo y otro sobre una calavera (Urquizú 2009:18).

Datos históricos revelan que la tradición del “Niño de Amatitlán” se inició cuando esta imagen traída de España en el siglo XVII, fue trasladada de la localidad conocida como “Pampichí”, hacia la actual parroquia del pueblo de San Juan Amatitlán. Este hecho tuvo lugar en el año de 1689 y desde entonces se inició la tradición de celebrar el acontecimiento cada 3 de mayo, que coincidentemente es también el día de la Santa Cruz (Chinchilla Aguilar 1961). La iglesia del poblado original de Pampichí todavía se encuentra en pie en la aldea Mesillas Bajas, ubicada a unos 9 kilómetros de la cabecera municipal.

*Dr. en Estudios Mesoamericanos, Escuela de Historia Usac

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