Camilo Villatoro

Nos gustaba la finca porque de pequeños solíamos jugar con las armas de papá. Mi hermano, a los 13 o 14 años, disparó por accidente una de las escopetas hacia el techo de su habitación; cuando abrimos la puerta no hizo otra cosa que reír como el patojo travieso que era. Papá lo puteó, por supuesto, pero pese al incidente jamás nos negó el uso recreativo de sus rifles, pistolas y escopetas. Mi favorito era un Winchester con mira telescópica, con este solíamos espantar a los indios que intentaban cosechar furtivamente nuestros árboles frutales; nunca llegamos a matar a ninguno pues bastaba infligirles dolor para no volverlos a ver. El tío Pancho no se hubiera tentado el alma en la misma situación; si no dudaba en apuñalar terroristas capturados para no gastar balas, mucho menos vacilaría en quebrarse a esos infelices.

Al coronel Francisco Arenas, tío Pancho, lo apreciábamos mucho, aunque nunca se dejó abrazar porque decía que nos volveríamos mariflores. Quería que estudiásemos en el Adolfo V. Hall como él, para hacernos hombres hechos y derechos. No sentimos que estudiar ahí fuese un castigo; después de la experiencia en la academia militar fuimos mejores.

Acostumbrábamos salir de caza cada mes. La sala lucía muy elegante adornada con pieles y animales disecados, venados en su mayoría. El único problema era que en los bosques de Mazatenango estos escurridizos animalitos brillaban cada vez más por su ausencia. Los macilentos venados se volvieron presa fácil, parecían haber perdido las ganas de vivir.

Un día volviendo aburridos de una mala jornada de cacería divisamos unos rapaces ladronzuelos cortando naranjas. Al vernos huyeron espantados, excepto uno que tropezó fatalmente con una raíz sobresaliente. Lo atamos de pies y manos a un tronco delgado, su mordaza era una de las naranjas cortadas que le dio un toque de lechón a punto de rostizar. Nunca habíamos tenido la suerte de capturar con vida a ningún animal. El tío Pancho propuso la magnífica idea de darle caza el mes siguiente, papá estuvo de acuerdo. Fue lo más creativo que se le pudo haber ocurrido nunca. No podría ser un deporte tan desafiante como la cacería de venados pero sin duda nos divertiríamos mucho.


Camilo Villatoro (1991-…) es librepensador ocasional (piensa muy poco), de personalidad cínica llegando a cáustica. Esteta incorregible, historiador de cronopios y de famas, poeta frustrado, antipoeta y aspirante a actor porno guatemalteco. Sus amigos lo odian. Sufre constantes alucinaciones esquizoides pensando que alguien envenena su comida con cianuro.

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