POR MANUEL GAONA
Ciudad de México /Agencia DPA

Para los próximos años, el nominado a un Oscar por el guión de «El laberinto del fauno» sólo quiere divertirse trabajando en cosas que no ha hecho antes, según contó a dpa en Ciudad de México.

Y también piensa seguir con películas animadas, con los videojuegos que diseña y produce junto al animador japonés Hideo Kojima (con quien filmó recientemente la versión cinematográfica de «Silent Hills») y escribir novelas como la serie de vampiros «Nocturna», que creó a cuatro manos con Chuck Hogan.

Del Toro, que lleva 16 años viviendo fuera de México, nació en Guadalajara, en el oeste del país. A los 20 años filmó su primera película, el corto de terror «Doña Lupe» (1985). En la primaria conoció a la que pronto fue su novia y luego su esposa, Lorenza Newton, con la que sigue casado y tiene dos hijas: Mariana y Marisa.

El director y su familia viven en Estados Unidos desde 1998, después de que su padre, un próspero empresario, fuera secuestrado en Guadalajara y quedara libre tras el pago de un rescate.

Del Toro siempre se ha considerado un «raro» en todos los sentidos. Coleccionaba comics y se especializó desde pequeño en contar historias de terror. «Recuerdo que cuando era un niño se me aparecía un monstruo o lo imaginaba. Salía de debajo de la cama, llegué a un acuerdo con él: le dije que si me dejaba en paz me iba a dedicar a contar historias sobre ellos», relató.

Se obsesionó con los efectos especiales, prótesis y mecanismos raros, cuando nadie en el país sabía de la materia. Para filmar «Cronos» (1993), su primer largometraje, que protagonizó el argentino Federico Luppi, construyó sus propios aparatos, como el mecanismo de tipo oruga que aparece en esta historia.

No había cumplido los 25 años cuando volcó su pasión por el maestro del suspense en el ensayo «Hitchcock. Por Guillermo del Toro» (publicado por Espasa más de dos décadas después) y fue uno de los fundadores de la Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara, que posteriormente se convertiría en el reconocido Festival Internacional de Cine de Guadalajara.

«El laberinto del fauno» (2006), una fábula de fantasía enmarcada en la Guerra Civil española, conquistó tres estatuillas de la academia de Hollywood por mejor fotografía, dirección de arte y maquillaje, recibió ocho premios Goya españoles y el nueve Ariel de México, entre ellos los de mejor película y director.

Antes había rodado ya el drama de un misterioso orfanato durante la contienda española en «El espinazo del diablo» (2001), en el que un fantasma acecha para hacer justicia.

Su incursión en Hollywood fue con dos películas: «Mimic» (1997), con la actuación de Mira Sorvino, y «Blade II» (2002), interpretada por Wesley Snipes, una historia de un mitad vampiro-mitad humano, que el mexicano lamentó haber filmado.

«Hay veces que para hacer una película que quieres, debes hacer otras que no te gustan», confesó en una ocasión. Después de aquello, su personaje de «Hellboy» (2004), basado en el comic del mismo nombre e interpretado por Ron Perlman, es considerado de culto.

Del Toro fue uno de los primeros cineastas mexicanos en conquistar el reconocimiento de la crítica y filmar fuera de su país con temáticas no ajustadas literalmente a la cultura mexicana. Traspasaron «la muralla de nopal», como dijo el cineasta Luis Mandoki.

Una carrera similar tuvieron Alfonso Cuarón («La princesita», «Gravity») y Alejandro González Iñárritu («21 gramos», «Babel») quienes de broma se hicieron llamar «Los tres amigos».

Del Toro fue elegido para ponerse al frente de «El Hobbit», precuela de la saga «El señor de los anillos» que dirigió Peter Jackson. Sin embargo, tras mudarse a Nueva Zelanda y trabajar en el proyecto durante varios años, decidió renunciar a la película porque no terminaba de concretarse la filmación.

Finalmente, Jackson se hizo cargo de la trilogía y Del Toro sólo aparece en los créditos como guionista. «Fue una de las decisiones más difíciles de mi carrera», dijo después el mexicano. «Desde entonces aprendí que nunca debes apostar a un solo proyecto, sino a varios».

Ahora el mexicano dirige, produce, escribe, dibuja, asesora, da conferencias, viaja y come en los mejores y más raros lugares, y todavía le da tiempo de pasar tiempo con su mujer y sus hijas. Ellas «son la base de todo lo que hago», afirma.

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