Por Elena Box
Madrid /Agencia dpa

«Cantarle al amor es muy bonito, pero para un intérprete como yo, cantarle al desamor tiene más miga, provoca más», dijo el autor de éxitos como «Escándalo» o «Yo soy aquel». Y eso que desde hace más de cuatro décadas está felizmente casado con la periodista Natalia Figueroa. ¿El secreto? «El amor hay que trabajárselo a diario», explica. «No te lo otorgan y ‘¡hala!’, ya lo tienes».

Tras 55 años de carrera, con más de 60 álbumes a sus espaldas y un récord de premios -entre ellos uno de los tres Discos de Uranio entregados hasta la fecha-, Raphael sostiene que le queda «todo por hacer, pero mejor». Por eso, en este trabajo continúa «descaradamente» con el proyecto iniciado en su último disco, «Mi gran noche».

«Mi idea es regrabar mi carrera. Que mis éxitos no vuelvan en Navidades remasterizados y sonando a antiguo, porque son antiguos», contó. Por eso dedica este álbum a los jóvenes: «Quiero que la gente de 20 años conozca el gran repertorio que tengo» y que para ello «no tenga que ir al baúl de los recuerdos de su abuela». «Ya que la voz está conmigo, se lo voy a dar yo. Cada enero, me meteré en el estudio y grabaré».

Aunque sostiene que siempre ha tenido un público joven -«lo que pasa es que son cinco generaciones, y ahora se nota más», dice-, su conexión con quienes nacieron cuando él era una estrella consagrada resulta sorprendente. Ya lo demostró el pasado agosto en el festival indie Sonorama, donde causó auténtico furor. Y tiene claro el porqué: «Soy de mentalidad muy joven, que no de edad».

Aunque no sabe si repetirá, parafraseando uno de sus hits declaró con el teatral estilo que lo caracteriza que aquella fue «una gran noche» y que él ha sido «indie», o más bien independiente, «de toda la vida». «He escuchado opiniones, pero siempre he hecho lo que quería», afirmó. Y su intención es seguir «muy apegado a la realidad, a lo que se lleva o no», pero sin perder su origen.

Por eso, en «De amor & desamor» da una nueva vuelta de tuerca a algunas de sus «joyas de la corona», desde «Qué sabe nadie» a «Provocación», y recupera otras «que no lo fueron en su momento». Y es que por muchos años que lleve actuando ante el público, «nunca es más de lo mismo». «Cada día que canto, y es casi a diario, el misterio que hay cuando se sale al escenario es siempre diferente».

¿Y la energía? «Yo qué sé de dónde la saco», dijo mostrando una de sus radiantes sonrisas. «No tomo nada, ni siquiera un vasito de vino, porque no me dejan», bromeó. Probablemente, el «quid de la cuestión» sean «la ilusión y la pasión», afirma. «Aunque también me cuido muchísimo». Eso sí, el día que no pueda seguir, que sea incapaz de cantar su «canción barómetro» («Desde aquel día»), lo dejará.

«Me iré y disfrutaré de la vida con la familia», contó, «pero no haré gira de despedida porque voy a volver, como todos», confesó riéndose. Eso sí, ni siquiera sus nietos lo llaman «abuelo». «Son muy educados», cuenta coqueto. «Yo les llamo por su nombre y ellos hacen igual. Abuelo en inglés suena muy bonito, ‘grandpa’, como padre grande, pero en español…»

Con todo, «la realidad la pone en el pasaporte, y en Google lo puede ver todo el mundo», declara. Aunque en su caso no parezca que pasen los años: según anunció, grabará un nuevo disco con canciones compuestas para él por autores más jóvenes, en lugar de sus colaboradores de siempre. Y como ya hizo hace décadas, volverá a ponerse ante las cámaras, esta vez a las órdenes de Álex de la Iglesia.

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