Por: Maya Cú

Dorsal es el poemario de Nadia López García publicado por el Fondo de Cultura Económica y se presentó en la Feria Internacional del Libro de Guatemala (Filgua). Esta es la reseña de la poeta guatemalteca Maya Cú, quien comentó el libro de López García.

I

La publicación de un libro en países como los nuestros es un triunfo. Un paso para derrotar a la ignorancia. Cuando se trata del libro de una mujer hay doble fiesta en el universo. Las diosas y las Ajqij danzan porque también es un paso para quitarle espacio al patriarcado. Por eso comienzo celebrando con fuego y hierbas aromáticas junto a Nadia López García, ganadora del XVI Premio Mesoamericano de poesía Luis Cardoza y Aragón 2021.

Como poeta y como mujer me siento sorora (hermanada) con Nadia, primera mujer en ganar este premio. Es decir, que hubo quince ganadores antes que ella, lo cual nos refleja la realidad androcentrista que prevalece, incluso en el ámbito literario.

II

Dorsal, poemario de Nadia López García es intenso, abrumador y una muestra de manejo de distintos lenguajes literarios. Así como debieran desaparecer las fronteras entre nuestros países, porque el sur de México con Guatemala comparte expresiones y elementos culturales. La línea entre poesía, narrativa y dramaturgia es muy fina a lo largo del poemario.

Dorsal está escrito en primera persona, es decir, la voz poética nos transporta a un mar lejano, desconocido y tan cercano, que pude sumergirme en sus aguas y producir mi propia agua salada, recorriendo la historia de Vicente, escrita a manera de diálogo con la voz poética de su hermano, habitado por Estrella.

El Primer movimiento, Olas tempranas, como se titula la primera parte del libro, abre con versos potentes:

Se hace de noche al borde

Siempre al borde

Y pasa de inmediato a contar, sobre

La primera vez que probamos la sal de nuestros cuerpos.

La primera persona habla de un “nosotros, los xochihua”.

Confieso que no logré comprender esa definición de nosotros, hasta avanzada la lectura del libro.

En esas primeras páginas, Nadia hace aparecer en este relato poético, a los antiguos, quienes cuentan:

Que la destrucción empezó / por los ojos / por el oído / por el silencio / y por el odio.

Ese odio que lo llevamos dentro y fuera, pues ha dejado huellas en almas y pieles de quienes habitamos estos territorios.

Pronto aparece un padre, cuyo amor se ha llevado la marea. Un padre cuyas palabras son descritas como cuchillos, las cuales duelen más

Que el puño sangrante

De ese padre.

El motivo de la sangre:

Papá… / yo soy una mujer.

Me remonta a tantas expulsiones de las vidas y corazones de los padres –y cuando digo padres, hablo de varones– por el hecho de ser mujeres, personas con el cuerpo sexuado en femenino o cuerpos habitados por mujeres.

Estos primeros versos tienen lugar en una casa, donde habita una abuela que:

Unta tomatillo caliente

-Miltomate para Guatemala, para sanar el cuerpo de la voz poética, herido por ese padre que intenta borrar la existencia de Vicente. A raíz de este hecho, el sujeto poético dice que:

Mis alveolos se han inundado del odio de mi padre.

Hay preguntas filosóficas en esta primera parte del libro ¿somos el recuerdo que nos habita? Recuerdos con los que juega la poeta a lo largo del libro, dejando entrever la duda ¿o son sueños?

III

Para el Segundo Movimiento, Olas Tardías se deja ver con plenitud la imagen del título del libro, al aparecer el hipocampo. Y ahora, de lleno, las imágenes de mar, de olas, unas veces apacibles, otras agresivas, llenas de palabras, de recuerdos, de preguntas y de sueños.

Y ahí está la madre, que dialoga con la primera persona del poemario y se anuncia afirmando:

Sabes, yo sueño muchas cosas

Pero, la voz de la madre duda porque el sueño o los sueños son como si fueran un recuerdo.

Queda claro que la primera voz dialoga con Vicente, su hermano, cómplice y compañero de juegos, cuyo recuerdo está acompañado de un caballo de tierra y también de un hipocampo.

El poema titulado Mar de Arafura aclara las dudas que podrían haber quedado sobre Vicente niño y Vicente cuerpo encontrado a pedazos.

Este poemario trae consigo, además de las preguntas y los diálogos de la madre, una serie de situaciones cotidianas que se dan dentro de la vida familiar. Cotidianidad que pasa a ser un signo que las mujeres recuperamos en lo que escribimos y que ha sido desvalorada en la literatura; más, al ser trasladada a este cuento-poema-drama de Nadia López, adquiere fuerza de hilo conductor.

Como cuando la madre le dice:

Una vez soñé… / que traías un vestido morado,

No morado como el violeta de genciana

Violeta que es referente de algunas generaciones como la mía, presente en muchas casas para enfrentar emergencias. La madre continúa:

Morado como las jacarandas de tu abuela.

Y siento que ese morado de jacaranda es el que me gusta, con el que a veces me visto y cuyo color inunda las calles, las alamedas y las ropas de nosotras en marzo.

A esta altura del poemario la primera persona afirma:

Aquí debió empezar todo.

A partir de acá, el hipocampo se merece un respetable espacio en el poemario que incluso nos ofrece información científica para describirlo. La primera voz juega, literalmente con el hipocampo y con su imagen tan singular.

La voz poética, unas veces está en tierra, otras en el mar que puede ser un mar real o un mar de lágrimas, para usar un lugar común.

Al acercarse al cierre, la primera voz describe a Vicente, a Estrella, a papá, a mamá.

Y cierra, con un poema definitivo: Dorsal en el cual están presentes el hipocampo y cada personaje, sumidos en mutismo, preguntas, melancolía y soledad. La voz poética le explica a Vicente, el hermano arrebatado por seres de odio, las razones para escribirle:

Te escribo porque lo único que tengo / son palabras.

Y eso, las palabras son lo que nos quedan cuando se escapa la vida. Esa que, de manera recurrente nos arrebata la violencia o los prejuicios; o ambos, como en el caso de Vicente. Sin embargo, el poemario tiene la capacidad de alejarse de la realidad grotesca que desvela.

Dorsal, conmovedor y tierno poemario nacido de tierra y mar, sin duda merecedor del premio Luis Cardoza y Aragón y sobre todo digno de nuestra lectura.

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