Por: Nhat Esteban Marcus

Mienten casi todas las contraportadas al exagerar los contenidos de los libros que promueven farsescamente.

Al otro extremo de ese diario fraude editorial, hay contraportadas que cruzan el pantano y no se manchan: el plumaje de la cuarta de forros de Viento de primavera de Alaíde Foppa es de esos: con mesura, avisa que esta Antología poética (1945-1979) “reúne un soberbio catálogo de la obra poética de Alaíde Foppa, quien, desde los abismos de su voz más íntima y más lírica, aborda temas que van desde la confesión de los anhelos e inquietudes del ser, la relación con el entorno natural y el político, hasta el cuestionamiento mismo de la condición femenina: la maternidad, el vínculo con los hijos o la alabanza de la feminidad”.

Pero esta esquina jamás ha estado (ni estará) para sobriedades de ningún tipo.

Así que, de entrada, aquí se proclama que en este Viento de primavera de Alaíde -a quien Barcelona dio la vida y lo peor de Guatemala desapareció- se concentra el eco de por lo menos cuatro sinónimos de la palabra sublime: espléndido, majestuoso, excelso, eminente.

Dicha proclama es confirmada por las 229 páginas de esta Antología poética y es reconfirmada por la voz de Alaíde Poeta, Alaíde Maestra, Alaíde Maga, Alaíde Profeta, Alaíde Hacedora Bendita, que con vientos que arrecian de línea en línea…

Convoca a “Un niño que no llegó a vivir” y le pregunta:
¿Hay recompensa alguna
para ti que perdiste
lo que no tenías?

Formula una “Anunciación” y la reconforta:
Hoy no tiene el amor
dónde ampararse,
pero los días
le van haciendo un destino.

Alcanza a un “Niño convaleciente” y le recomienda:
Hijo, no vayas tan de prisa,
te fatigas.
Camina despacito
y no te apartes de mi lado.
El sol es demasiado vivo,
pero el suelo que pisas
lo va cubriendo el ala
que te sigue:
entero cabes en mi sombra
todavía.

Sostiene un “Diálogo con el hijo mayor” y lo reconviene:
Te hablo,
pero ¿te alcanza
mi palabra?
Como flecha ardiente
busca tu costado,
y tú la esquivas.
Algo te aleja
de mi lado,
algo me ocultas siempre:
sombra
de un mal amenazante
o cándido secreto
de infancia.
Quién sabe.
Hijo,
ya no me das la mano
y tu beso
es apenas el roce
de un ala que huye.
(…)
Mas seguiré esperando:
también llevas,
sin saberlo,
la semilla escondida
de mi amor.
Y algún día,
con la confianza
de la perdida infancia,
volverás a buscar mi mano,
aunque sea
para decirme adiós.

Indica a “La niña que no camina bien”:
Tu pie es bonito:
sólo le falta
levantar un poco
el arco breve de la planta
para hacer más leve tu huella.
Camina de puntillas,
como si no quisieras
que te oyera nadie,
como si todos durmieran.
Otra vez, ligero.
Pon algo de vuelo
en tu paso,
tú que eres todavía
un poco pájaro
y un poco cielo.

Encuentra una “Orquídea” y la descifra:
Lejana rara solitaria
esplendorosa
orquídea
te corona el asombro.
Más que florecer
surgir pareces de un encantamiento.
No te sustenta la tierra,
ajena hija del árbol y del aire.
Por el valor incomparable
de tu belleza
preservada habitas
detrás de los cristales
como fulgurante gema.

Observa una “Granada” y la interroga:
¿Para qué espléndida mano,
para qué diosa,
nació ese puñado de granates
en tan cerrado estuche
custodiado?

Encuentra una manzana cercada por “Las palabras” y la descifra también:
Quisiera decirlo todo
con unas pocas palabras
cotidianas
y que al decir
manzana
vibraran en el aire
frescos colores
sabores acidulados
equilibrios formales
memorias
símbolos.
¿Pero
hace falta la palabra
si existe la manzana?

Se enfrenta a los relojes de arena y nos reta a los que atestiguamos su desafío:
El tiempo
es la espera
de un mañana improbable
o de fecha segura
que llega
y pasa
y engendra
otra espera.
Dices que es tarde.
¿Por qué?
Dices que es tarde.
¿Para qué?
El tiempo
no lo mide el sol
ni se lo lleva el viento.
Mira
cómo lo gastan
tus manos
sin darse cuenta.

Al final, Alaíde Foppa se equivoca al confesarnos que escribe “en la sombra / mudas palabras / que nadie sabe, / signos confusos / que nadie lee…”. Se equivoca, sí, y qué bueno que tenga ese breve descuido: aquí nadie se raja: aquí seguimos leyéndola y su voz sigue llenándonos de luz.

Si a estas alturas del amnésico desbarrancadero planetario ustedes aún no saben con precisión quién es Alaíde Foppa, busquen la cura en las 22 páginas con que Elena Poniatowska prologa Viento de primavera.

Ahí les van unas cuantas pistas elénicas:

Alaíde estudió en España, Suiza, Bélgica, Italia, Argentina. Se doctoró en filosofía y letras en la Sorbona parisina.

“Los cuatro intereses de su vida, los cuatro pilares que la sostienen: la crítica de arte, el feminismo, la poesía (límpida, clara como ella misma), la docencia y la vida académica. Por si esto fuera poco, Alaíde todavía se dedica a la traducción simultánea del italiano al español o viceversa para redondear su presupuesto. ¿Cómo le hace para ser esposa, madre de cinco muchachos, ama de casa, y darse tiempo para atender sus cuatro inquietudes personales? Es casi un milagro. A México, Alaíde Foppa le ha dado miles de artículos, críticas de arte, prólogos, infinidad de conferencias, clases, traducciones, un libro de sus conversaciones con Cuevas, poemas. Y ahora fem, la revista feminista que absorbe casi todo su tiempo.

“Alaíde es el símbolo de la lucha de las mujeres latinoamericanas por la libertad, contra la infamia de la desaparición, apenas un pequeño colibrí, pájaro del amor (…)

“Hoy por hoy, el hermoso rostro de Alaíde se nos aparece de vez en cuando en los momentos duros y nos ponemos a pensar, junto con la poetisa Isabel Fraire, cómo es posible que no nos diéramos cuenta de que era tan bello”.

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Movilidades, control fronterizo y lucha de clases, de Liliana Herrera

Más allá de la diversificación de los movimientos migratorios y de sus destinos, estamos asistiendo a cambios fundamentales en las dinámicas de las movilidades. ¿Cómo entender la relación entre estados, regímenes de control fronterizo y disciplinamiento de las poblaciones? ¿Cómo se articulan las migraciones con otras dimensiones de la desigualdad y exclusión? ¿Cuáles han sido las formas de resistencia en las migraciones contemporáneas en el continente? Este libro examina las variadas formas en que se han manifestado las tensiones y conflictos entre los movimientos de migración y la instauración de regímenes de control en diversos contextos y experiencias migratorias en la región en los últimos diez años desde miradas y metodologías antropológicas, sociológicas y politológicas. Su primera sección agrupa textos que discuten las nuevas formas de movilidad que convergen hoy en América Latina en un marco de control que genera, a su vez, expresiones de cierta in/movilidad. La segunda reúne reflexiones en torno a los procesos de fronterización, las prácticas de criminalización, securitización y humanitarización de la migración. Una tercera sección examina la relación entre estas nuevas dinámicas migratorias, la agudización de las desigualdades sociales y ciertas prácticas organizativas de movilización y resistencia de los y las migrantes.

El ángel callaba, de Heinrich Böll

Un soldado sin identidad vuelve a colonia en la hora cero con una encomienda del hombre que le salvó la vida. A su llegada, el rostro de un ángel taciturno lo espera entre las tinieblas del sinsentido. En la búsqueda de un nuevo comienzo su mirada refleja los pensamientos de una generación entera, la cual deambuló a ciegas entre las ruinas y el ripio del silencio forzado. La doble moral, la corrupción y la indolencia fueron el rostro de una sociedad negada a desaparecer, pero de ésta también surgió el abrazo de fe oculto en los escombros de la guerra.

Encuéntrame afuera, de Cristian Lagunas

Encuéntrame afuera de Cristian Lagunas es el libro ganador del Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2020. El libro incluye seis cuentos: Parques lineales, No regreses a Tucson, Historia de la madera, Febriles, Deshielo e Intemperie.

 

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