Víctor Muñoz
Premio Nacional de Literatura
Gedeón decidió engrosar las filas de una de las iglesias protestantes que por ahora proliferan por muchas partes. Una de las primeras cosas que dispuso hacer fue tratar de llevar a cuanto individuo se le pusiera enfrente a su iglesia; y a la vez, hacerles ver la conveniencia de salvar su alma de los fuegos eternos. Nuestra amistad, conservada durante tantos años a pesar de los problemas que conlleva ser amigo de una persona como él, se vio afectada por esa su decisión. La cosa es que desde el mero principio le advertí que me dejara en paz, que si luego de muerto me iba al cielo o al infierno era cosa muy mía y de nadie más, ya que yo era el único responsable de mis actos.
Como se trata de una persona tenaz y un tanto inculta, pero buena gente, se creyó a pie juntillas todo lo que le dijeron en su iglesia. Comenzó a dar su diezmo y se cortó el pelo como la gente decente. Además, le entregó su anillo de graduación, su cadena de oro y su esclava, también de oro, a su pastor, como una humilde contribución para el engrandecimiento de la obra.
Y claro, ya no fue posible entablar una conversación seria con él porque para todo citaba frases de la Biblia.
Cuando ya no encontró a quien más convertir, decidió irse a Orjujo, a visitar a su tío Justo para hacerle ver el error en el que estaba cayendo con eso de ser miembro de la Hermandad del Señor del Pensamiento y del pecado en el que vivía por estar adorando estatuas de palo. El tío Justo, viejo y sabio, solo se lo quedó mirando y luego de escuchar la perorata de su sobrino se echó a reír y le dijo que no fuera bruto, que la religión y la política son cosas parecidas porque tanto una como la otra sólo sirven para mantener dormida a la población y para sacarle todo el dinero posible.
-¿Incluso la religión católica? -le preguntó Gedeón, más con malicia que con el ánimo de sacar algo el claro.
-Incluso la religión católica –le respondió el tío Justo-. Decime una cosa
–prosiguió-, ¿quién es el líder de tu iglesia?, el pastor, ¿verdad?, ¿y quiénes son los líderes de la iglesia católica?, los sacerdotes, que también son pastores, porque tanto los unos como los otros tienen una misión, que consiste en cuidar a su grey, guiarla y darle el alimento espiritual que todos necesitamos. Ahora bien, ¿cuál es el trabajo de los pastores? Pues nada más y nada menos que cuidar a sus ovejas para luego esquilmarlas. ¿Ves alguna diferencia? Yo no veo ninguna, sólo que en tu iglesia te esquilman duro; por el contrario, en la nuestra también te esquilman pero con lo que vos querrás y no con lo que te impongan, ¿de acuerdo? Además, la primera cosa que te meten en la cabeza los pastores de tu iglesia es que el mundo ya se va a terminar, que estamos viviendo los últimos días, que hay que estar preparado para cuando tal cosa ocurra; pero fijate que desde que yo era patojito vengo escuchando la misma cantaleta esa del fin del mundo, de las señales en el cielo y de la maldad de la gente. Decime si no es cierto que cuando te metiste a esa tu iglesia te dijeron que lo primero que tenías que hacer era arrepentirte de todos tus pecados porque ya se iba a acabar el mundo, ¿verdad?
-Puesss… sí -le respondió Gedeón.
-Y te lo dijeron con tal seguridad que vos te consideraste pecador e impuro, ¿verdad?
-Puesss… sí.
-¿Y vos tenías pecados tan graves como para arrepentirte de ellos?
-Bueno, la cosa es que uno siempre tiene pecados…
-Claro, todos los tenemos, pero eso no quiere decir que para llegar a tal conclusión vos tengás que volverte algo así como un zombi que a todo dice que sí, sin saber a ciencia cierta cual es la magnitud de tus faltas. ¿No creés?
Gedeón se sintió sumamente confundido y puso cara de inocencia; y no porque de verdad fuera inocente, sino porque, para variar, no había terminado de comprender lo que le había dicho su tío.
¿Ni sabés qué? –le dijo el tío-, tengo que irme para El Recreo a llevar unos documentos que desde la semana pasada debía haberlos llevado, pero ya ves, ya comenzó el invierno y no he podido, pero mañana temprano, aprovechando que es domingo nos vamos, yo me voy en la yegua blanca y vos en el tordillo. Los animales son mansos, no te preocupés, y así podemos irnos platicando de estas cosas en el camino, a ver qué otra cosa se nos ocurre, porque aquí entre nos, tenés que saber que eso de las religiones es una cosa que siempre me ha llamado la atención.
-¿Sabe qué tío Justo?, –le dijo Gedeón- yo creo que mejor me regreso a mi casa porque con todo lo que usted me dijo, a estas alturas estoy tan confundido que de pronto ya ni siquiera voy a saber cómo me llamo.
-Está bueno mijo –le dijo el tío Justo esbozando una sonrisa mansa, -que tengás buen viaje.
Indudablemente, como humano común y corriente, y más corriente que común, Gedeón ha comenzado a tambalear en su fe.
El pobre.