Por: Santos Barrientos

La conciencia de las palabras, de Elias Canetti (Premio Nobel de Literatura 1981), publicado por el Fondo de Cultura Económica, agrupa una serie de ensayos que se distinguen por su precisión en el dominio del lenguaje y la construcción de temas que conducen el destino de una época convulsa. Con esto ayuda a afirmar la comprensión de las imágenes que se extienden hasta nuestro presente y convergen con la inmediatez en que se vive.

Para explicar el libro, me enfocaré en uno de sus ensayos que se titula Arrebatos verbales. Trataré de explicar cuál es la conciencia de las palabras.

Todo comienza con nombrar, señalar una letra del abecedario y armar palabras. Primero deletreamos nuestros nombres y los pronunciamos de forma imprecisa. Después, se nos enseña el alfabeto y escogemos letras para comprender la infinitud de palabras. A la “cosa” ya no la nombramos de tal manera, sino que encontramos entre el armario de letras una palabra que sea precisa para señalar la “cosa” por su nombre. Esto es así. El tiempo, con la medida justa, lo enseña. Y digo tiempo pensando en el reloj atado a nuestros ojos, en la flor que se marchita, en la edad que nos acerca a la vejez, en los calendarios o en la mujer amada cuando la abrazamos, pues tenemos la sensación de que el tiempo transcurre más de prisa, y lo que existe en realidad es el sentido de permanecer; es decir, quisiéramos estar presente más tiempo sin importar los minutos o las horas. Lo contrario ocurre con el recuerdo, el tiempo se extiende como una repetición de momentos. El tiempo transcurre en nosotros cuando lo nombramos o “controlamos”. En fin, ya algunos pensadores dedicarían libros completos al tiempo, como Martin Heidegger y Norbert Elías.

Entonces ¿existe conciencia de las palabras? Sí, porque cada palabra encierra una singular característica: el momento preciso en que se pronuncia o escribe. Y cada palabra tiene un significado que describe lo nombrado. Por ejemplo, pensemos en un nombre y su significado. Pienso en “Krista” (lo tomo prestado de una mujer especial para mí, en ella el nombre y la imagen representan la belleza y la inteligencia), su nombre proviene de una vena histórica en la que se presenta como cristal, una de las piedras más preciosas que existen. Como todo lo bello, el cristal se muestra en distintas formas o dimensiones. Pensemos en el cristal de forma hexagonal. Sus seis lados simbolizan las seis letras que componen el nombre “Krista”, y si nos vamos un poco más allá, tendríamos que imaginar al hexágono y trazar unas líneas en su interior, cada una de las cuales al unirlas por sus vértices formará una estrella. Y las estrellas son “cuerpos celestes” que al ser observadas muestran su luminosidad. Lo que significa que “Krista”, al ser nombrada, es un ser de luz. Es decir, una persona que brilla.

Estas descripciones nos llevan a comprender la importancia de las palabras y su significado. El momento preciso para nombrar el objeto por su nombre, pronunciar un discurso o trazar uno o dos versos que resuenen en nuestra memoria. Canetti lo explica en “Arrebatos verbales”; la importancia del idioma en sus distintas manifestaciones resulta evidente para el buen uso de la expresión verbal o escrita. Por ello, resulta imprescindible leer a Canetti, para la comprensión de “La conciencia de las palabras”. No solo de eso se trata el libro, sino que sus ensayos encierran, además, un debate permanente sobre el poder.

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Rituales literarios, de Gabriel Weiz

En Rituales Literarios, Gabriel Weisz recopila y compara un gran acervo de conocimientos mágicos bajo el tamiz de temas como el fetichismo, el uso del cuerpo como instrumento mágico y la importancia de los lugares sagrados, y analiza su influencia en el ejercicio de la literatura a lo largo de la historia. La riqueza teórica y conceptual del texto hace de Rituales literarios una herramienta eficaz para el estudioso interesado en el uso de recursos mágicos en la literatura.

 

Palimpsestos, de Luis Eduardo Rivera

Este es un ejercicio escrito de consciente reescritura. Un viaje interior que la voz lírica realiza llevando al lector casi de la mano. En el trayecto, que puede ser un bus, un tren en la calle o en n sueño se vuelve al viejo texto como se vuelve a la vida pasada.

 

Arriba y abajo, de Oliver Jeffers

Un niño y un pingüino eran inseparables y siempre se divertían juntos. Pero un día, el pingüino sintió que necesitaba hacer algo por sí mismo para ser totalmente feliz: volar. Los dos amigos buscaron sin éxito la forma de que el pingüino pudiera cumplir su sueño, pero todo parecía estar en su contra. Entonces el pingüino encontró un cartel que parecía destinado a hacerlo cumplir su sueño, pero ¿cuál sería el costo?

 

 

 

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