Francisco Blandón

Son las 12:10 a. m., acabo de terminar de ver una película con mi hermano que esta de vacaciones y mi prima la cual es incapaz de decirme que no cuando propongo ver un filme. Tik Tik…Boom con Andrew Garfield. Quiero escribir algún tipo de reseña sobre la película, pero no soy lo suficientemente valiente para reseñar una película y mucho menos para hablar de un musical tan bueno.
Mi papá me pidió que escribiera algún texto para el Suplemento y esta es la tercera vez que me siento para intentar escribir algo, pero para ser honesto no encuentro momentos para escribir. Sé que escribir no se trata solo de tener un momento de inspiración, sino de tener disciplina, escribir y escribir hasta que se perfecciona el arte, pero para perfeccionar el arte debemos intentar, deben salir cosas malas, o como mis amigos pondrían en palabras menos delicadas “Para decir algo bueno, hay que sacar toda la mierda primero”. Esta no es una historia donde el arte esta perfeccionado, esa quizás la escriba mañana, hoy al igual que ayer, no logré disciplinarme y, sin embargo, donde falta constancia, sobra inspiración; esta es una de esas historias.

Volvamos al primer párrafo, estoy despierto a una hora donde los únicos que están así son aquellos muy ocupados o aquellos sin nada que hacer, sigo sin poder discernir cual de los dos soy. A estas alturas, creo que lo mejor que puedo hacer es hablar un poco más de qué me hizo sentarme a escribir lo que pienso. Hoy tuve uno de esos días que no se olvidan, son sencillos, de esos que son lindos, pero que si los dejamos sin atención se mezclan con otros días buenos. Y esa es la cosa con los días buenos, son memorables, pero nuestra memoria se las arregla para olvidarlos. Podemos tomar fotos, podemos hablar de ese día con nuestros amigos durante años, así como yo hago con mis amigos. Sonamos como señores de 40 años rememorando “aquellos días” cuando en realidad solo han pasado dos años desde que estuvimos en el colegio, pero creo que lo hablamos por algo mucho más sencillo, porque no queremos olvidarlo.

Claro, eso suena sencillo, ¿no? Hablamos porque no queremos olvidar, pero es un poco más complicado que eso. Los días buenos, los días con mis amigos, el día que acabo de tener, no voy a olvidarlos; pero eso no significa que pueda recordarlos todos a la vez. La mente humana se las arregla para enfocarse en las cosas malas, somos extremadamente buenos en ello, puedo pedirte que me hables de la última vez que pasaste una pena y probablemente puedas contármelo a detalle ¿pero las cosas buenas? Esas se mezclan.
Somos tan buenos para recordar lo malo, o tan malos para recordar lo bueno que no lo asimilamos. Nos acostumbramos tan fácilmente a las cosas buenas que todas se mezclan y cuando sentimos no podemos saber si aquella comida que nos gusta la comimos ayer o hace una semana, no sabemos si aquel día que nos regañaron en clase de psicología fue el mismo día que nos escapamos por la tarde del colegio para comer shucos o si fue el día que nos quedamos para grabar el trabajo de idioma español.

Hablamos del pasado porque no queremos olvidar, queremos recordar las cosas tal y como fueron, pero solos no podemos, los eventos colectivos no pueden ser recordados por un solo individuo, por algo se les llama colectivo, está en el nombre. Mis amigos, incluso a nuestra edad, ya tenemos miedo de olvidar la grandeza de “aquellos días”, así como tengo miedo de olvidar la grandeza de este día.

Terminé de ver mi película y mi novia me mandó un mensaje -Ya regresé de la fiesta-, vi la notificación en la pantalla del celular y continué con lo mío, estaba preparándome cereal para cenar a las 12:00 a. m., donde solo los ocupados o los desocupados tienen cosas que hacer. Tomé un libro y me senté a comer, decidí contestarle con un vídeo sobre lo que hacía. Duró tres segundos en los que enseñé mi cereal y mi mano izquierda sosteniendo mi libro, la descripción del mensaje decía “Si este momento es el mejor de mi vida y muero mañana, habré vivido una buena vida”. Ese fue el momento en que me pegó.

No quiero olvidar este momento, no quiero confundirlo con otros momentos o perderlo para siempre. Este no es un evento colectivo, a penas y no puedo contar a mi hermano como persona la mitad de las veces, así que es mi deber preservar esta pequeña memoria que tengo. No tendré la disciplina para escribir todos los días, no aún al menos, pero tengo la inspiración, quiero recordar porque quizás muera mañana y si lo hago entonces habré vivido una gran vida, pero más allá de vivirla, quiero recordarla.
Cenen cereal a horas indebidas, las mejores ideas vienen en la tercera cucharada.

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