Hugo Gordillo
Escritor

A finales del Siglo XX escribí mi primer libro; una serie de relatos de niñez, adolescencia y juventud, lo cual no me convertía en escritor. Después de escuchar a Marco Augusto Quiroa leer algunos de sus cuentos para niños en la presentación de su libro Doña Mazacuata y otros Animales, empecé a escribir poemas infantiles. La mayoría de ellos los escribí en el Hipódromo del Norte de la ciudad de Guatemala. Llegaba los fines de semana por la mañana y me sentaba en un parque a donde los niños iban a jugar pelota, a mecerse en los columpios, a retozar en los sube y baja o a subir por la escalera y descender alegre y velozmente por el resbaladero.

Después del reposo y el pulimento respectivo me dirigí al Centro de Estudios Folclóricos, donde le mostré los cuarenta poemas al antropólogo y escritor Celso Lara Figueroa, a quien le encantaron; no solo me animó, sino que me ayudó para publicarlos. Su esposa Walda Echeverría hizo la portada, una pintura en acrílico como de dos metros del alto, que acompañó a otras en una exposición suya realizada en el Centro Cultural de España de la zona 9. El libro publicado apareció durante el primer año del Siglo XXI con el nombre de Fiesta Pajarera, título de uno de los poemas.

Emocionado por el nacimiento de la criatura y motivado a continuar escribiendo para ver si me convertía en escritor, me reuní con Frieda Liliana Morales Barco, de quien recientemente había leído su libro “Han de Estar y Estarán, literatura infantil de Guatemala”. Nos conocimos y nos vimos por primera vez en el Café León, donde le entregué el libro. Quedamos de reunirnos después de que los leyera para escuchar sus comentarios. Me interesaba mucho su opinión como experta, pero, en lugar de motivador, nuestro segundo encuentro resultó ser matapasiones, no por sus comentarios negativos ¡ojalá!, sino porque no hubo comentarios.

Si bien comentó la poesía para niños en general y de Guatemala en específico, Morales Barco no descendió hasta mi Fiesta. Con respecto a mi libro se deslizó por la tangente del ni te he visto, ni te conozco como escritor de poemas infantiles; o sea, por la vía del ninguneo. Cuando intenté orillarla a que aterrizara, no lo hizo. Sencillamente se negó a emitir una opinión. Yo le insistí diciéndole que fuese lo que pensara de los poemas, sería bienvenido. “Es que no, es que no puedo”. Se negó a abrir la puerta. Sus razones tendría.

La negativa de la especializada en literatura infantil no me desmotivó, sino que, por el contrario, volví con más insistencia y entrega al Hipódromo del Norte donde, en medio del delicioso bullicio infantil, poema a poema, se fue gestando un nuevo libro llamado Fiesta Fantástica, con otras cuarenta creaciones. Con esta publicación tuve la mejor venta de todos mis libros que han nacido hasta ahora. La factura que hice fue por diez mil quetzales, de los que tomé una buena parte para una segunda edición.

Finalmente decidí juntar los ochenta poemas en un solo libro llamado FIESTA, cuya portada es obra del pintor de Nepal radicado en California, EUA, Tshering Sherpa, descendiente de una familia de pintores de Katmandú. Yo tengo la idea de haberle entregado el libro al cantautor nacional Raúl López “Colibrí” en San Agustín Acasaguastlán. Raúl recuerda que se lo di en algún lugar de la ciudad de Guatemala. Sea como sea, el músico leyó los poemas y tuvo la brillante idea de musicalizar algunas de estas creaciones. Yo le di el sí con mi agradecimiento y la recomendación de que, en beneficio de la música, podía agregar o quitar lo que quisiera. Lo hice porque sé que respetar la letra de los poemas, que tienen su propio ritmo y su música, a veces no les permiten a los artistas hacer una buena composición musical.

Cuando Raúl llevaba algunas canciones hechas, le sugerí la posibilidad de que las grabaciones se pudieran hacer en la Universidad Tecnológica de Michigan, donde existe una carrera de ingeniería en sonido. Le comenté de esto a mi esposa Lisa Johnson, profesora de arte en la universidad, y ella empezó a hacer los contactos. Regresó a casa llena de noticias. El maestro Mike Christianson dijo que podía hacer los arreglos musicales para la Sinfónica de Viento y la realización de un concierto en el Gran Teatro Rozsa de la Universidad, el cual quedó programado para el 15 de febrero de 2020. Por su parte, el profesor de sonido Christopher Plummer había dado el sí para la grabación de un disco compacto del evento en los estudios de la universidad.

Raúl López Colibrí fue invitado por la universidad para su participación como compositor, guitarrista y primera voz de las canciones. Además de participar en los ensayos con la Sinfónica, iba a hacer visitas a algunas escuelas para cantar con los niños. Resulta que lo de Raúl se quedó en un sueño fallido, porque la Embajada de los Estados Unidos le negó la renovación de su visa. Con esta mala noticia y el concierto a las puertas, mucha gente de la universidad y de la comunidad se acercó para ver en qué podía ayudar ante la falta del artista guatemalteco.

El gran problema no era tanto la consecución de cantantes, sino de cantantes en español, ya que en toda la Upper Península es muy difícil encontrar hablantes del idioma hispano, ya no digamos de artistas. La maestra Amanda Plummer preparó a un grupo coral de niños, del que salieron algunos solistas. La mayoría de ellos no sabía una gota de español. Se les tradujo las canciones a su idioma materno para que tuvieran la idea de cada pieza y ensayaron cantando en español. Amanda me puso a corregir pronunciación de palabras que el coro y los solistas fueron enmendando noche a noche.

Aún así, quien escucha el concierto sabe que los artistas están cantando en un idioma que no es el suyo. Por ejemplo, cuando los niños cantan la canción Fiesta Pajarera, dicen: “son las aves miusicales”, en lugar de “son las aves musicales” porque en la lógica de su lengua materna ellos leen la letra u como iu en muchas palabras. La profesora de teatro Trish Helsel trabajó con grupos de escolares en la elaboración de títeres con personajes de Fiesta y la respectiva lectura de poemas en español e inglés durante cada reunión.

El concierto se llevó a cabo en la noche febrerina programada. Rozsa era una fiesta nocturna desde el lobby del teatro hasta detrás de bambalinas. Antes de pasar a la sala del concierto, en la antesala hubo lecturas infantiles bilingües, bocadillos, decoraciones, y espectáculo de títeres que después se trasladaron al escenario para su actuación durante el concierto. El público aplaudía a mares entre canción y canción, y se quedó con las ganas de seguir escuchando más, pero agradecida con el regalo mágico-musical. No fueron suficientes los aplausos. Las felicitaciones y los abrazos del público no se hicieron esperar en el lobby para el director de la orquesta, la directora del coro, los niños coristas, los cantantes, los músicos, para todos los que habían hecho posible un espectáculo único hasta entonces en Upper Península. Para mí fue un gran regalo de cumpleaños, ya que el concierto se había realizado en la víspera de un aniversario más de mi nacimiento.

La experiencia de la fiesta musical hizo decir a Mike Christianson: “me he enamorado profundamente de estos poemas y de esta música, que dan la impresión de que Guatemala es uno de los lugares más bonitos y emocionantes de la tierra”. En una conversación que tuvimos le pregunté cuál había sido la reacción de los músicos de la sinfónica durante los ensayos o después del concierto y me refirió que tuvieron una emoción especial, ya que participando en la ejecución de la música de Fiesta se lanzaban automáticamente al recuerdo de su niñez.

Por su parte la directora del coro, Amanda Plummer, expresó: “crear música con niños siempre me hace sentir más esperanzada con nuestro mundo”. ¡Y vaya si no es cierto! En mi caso, lo menos que pensé durante el concierto, donde se me salieron las lágrimas, es que “toda la felicidad del mundo cabe en una fiesta para niños”.

Llegó la noche negra del coronavirus y no se pudo trabajar durante todo el año en la realización del disco compacto porque la universidad estuvo prácticamente cerrada y todo se hizo en línea. Fue hasta este año cuando Chris Plummer retomó el trabajo y, el 30 de septiembre, el producto en físico salió a luz con un hermoso diseño de la artista Allie Maple y el trabajo abundante y afiligranado de producción por parte de Lisa Johnson.  Lo que queda en el tintero de la alegría musical, también por causa del coronavirus, es la posibilidad de que la Fiesta continúe en Guatemala con un concierto bajo la dirección del maestro Mike Christianson o de un director y la orquesta sinfónica de viento nacionales. La Fiesta más larga de la historia, que lleva ya 20 años, continuará alegrando y haciendo sentir y cantar a niños de todas las edades. Una fiesta sin fin. ¡Ojalá!

PRESENTACIÓN

Una “Fiesta sin fin” es la que nos comparte un gozoso Hugo Gordillo en el texto principal de nuestra edición, donde nos hace partícipes del proceso creativo y la realización de un sueño literario gracias al concurso de personas que valoraron su labor de escritor y creyeron en su obra.

Ni su “Fiesta Pajarera” ni su “Fiesta Fantástica” fueron concebidos felizmente.  Gordillo refiere el itinerario a veces escabroso dadas las condiciones propias por las que atraviesa un escritor en Guatemala.  Sin embargo, no capituló y juntó sus ochenta poemas en un solo libro, “Fiesta”, que es el texto de sus recientes alegrías.

No es para menos.  “Fiesta” ha sido musicalizada en los Estados Unidos y puesta en escena en la Universidad Tecnológica de Michigan, en el Gran Teatro Rozsa de esa casa de estudios.  Los nombres que destacan en el proyecto son, Mike Christianson, Christopher Plummer, Amanda Plummer, Trish Helsel, Allie Maple, Lisa Johnson y Tshering Sherpa.  Cada uno desde su profesión, sonidistas, arreglistas, maestros de teatro y coro, contribuyeron a que la obra se presentara en febrero del año pasado.

Nota particular merece Raúl López “Colibrí” quien fue uno de los primeros en reconocer el trabajo de Hugo Gordillo y musicalizó los textos. El cuentista lo recuerda así:

Yo tengo la idea de haberle entregado el libro al cantautor nacional Raúl López “Colibrí” en San Agustín Acasaguastlán. Raúl recuerda que se lo di en algún lugar de la ciudad de Guatemala. Sea como sea, el músico leyó los poemas y tuvo la brillante idea de musicalizar algunas de estas creaciones. Yo le di el sí con mi agradecimiento y la recomendación de que, en beneficio de la música, podía agregar o quitar lo que quisiera. Lo hice porque sé que respetar la letra de los poemas, que tienen su propio ritmo y su música, a veces no les permiten a los artistas hacer una buena composición musical”.

En La Hora nos congratulamos de los éxitos de nuestros escritores y compartimos nuestra felicidad con los lectores.  ¡Enhorabuena, Gordillo!  Que sigas produciendo más universos fantásticos para el disfrute espiritual de los niños del mundo.

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