Catalina Barrios y Barrios
Escritora e Investigadora

Uno de mis maestros fue el licenciado José María Alemán quien nos advirtió de la importancia de saber leer y escribir.  Versado en el estudio del griego nos orientó para comprender ese idioma, desde el alfabeto (oral y escrito) y demás ejercicios al punto de hacernos traducir un párrafo de La Ilíada de Homero. Se nos dificultó, nuestras traducciones no coincidían, señaló nuestros errores y nos aconsejó tener cuidado al leer textos traducidos pues casi siempre son infieles, más si se trata de poesía.

Mi maestra de Latín fue la licenciada Ruth Álvarez de Schell, magnífica docente y amiga. Para cerrar el área nos trasladaron al seminario impartido por el licenciado José Mata Gavidia, con traducciones de la obra de Landívar.

Una tarde el licenciado me llevó a su oficina para entregarme el certificado con la aprobación del Seminario.  Salimos juntos, al llegar a la puerta de salida hacia la calle se despidió, unos minutos más tarde regresó, sostenía en su frente un pañuelo ensangrentado, no sé quién me ayudó para llevarlo al Decanato, desde donde lo trasladaron a una Casa de Salud. Fue un asalto y al oponerse lo golpearon con el arma. El asalto fue polémico.

El licenciado Mata Gavidia fue Decano de Humanidades, Rector interino y Director del Departamento de Filosofía.  Una de sus preocupaciones fue la docencia en forma de investigación.  Insistía en hacer que el estudiante “observe, analice, separe, dude, dictamine e informe”. El estudiante debe ser reflexivo y alejarlo de lo repetitivo, decía.

Otra de las actividades de Mata Gavidia fue el estudio de la vida y obra de Rafael Landívar, profundo y documentado.  Ya en la Ciudad Universitaria lo invité para que dictara una conferencia a mis estudiantes, precisamente acerca de la vida y obra de Landívar. Lo aplaudimos, se puso de pie, agradeció pues era el primer homenaje tan emotivo recibido de los alumnos, se notaba nostálgico. Se acercaba su jubilación.

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