Filosofía y creatividad

 

F. Nietzsche (1844 – 1900) es uno de los filósofos más influyentes del siglo pasado. Su punto de partida es, como en Feuerbach, el intento de superar tanto el idealismo de Hegel como la religión tradicional. Más radicalmente, para Nietzsche el idealismo y el cristianismo son los dos grandes vicios de la cultura europea occidental. En este sentido, su obra constituye una importante crítica de la civilización burguesa del siglo XIX. Para Nietzsche, las creaciones culturales de su tiempo no expresan más que debilidad y miedo a la vida. Su filosofía es un intento de recuperar las energías vitales del hombre, liberándolo del vicio de la pasividad y del resentimiento. Su obra ha tenido múltiples interpretaciones, que van desde el anarquismo hasta el racismo. El texto que reproducimos a continuación constituye un intento de contraponer la filosofía auténtica y creativa a la labor escolástica de los «obreros filosóficos.» (*)

 

* González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.

 

 

Insisto en que se deje por fin de confundir a los obreros filosóficos y, en general, a los hombres científicos con los filósofos, —en que justo aquí se dé rigurosamente «a cada uno lo suyo,» a los primeros no demasiado y a los segundos no demasiado poco. Acaso para la educación del verdadero filósofo se necesite que él mismo haya estado alguna vez también en todos esos niveles en los que permanecen, en los que tienen que permanecer sus servidores, los obreros científicos de la filosofía (…). Aquellos obreros filosóficos modelados según el noble patrón de Kant y de Hegel tienen que establecer y reducir a fórmulas cualquier gran hecho efectivo de valoraciones (…) bien en el reino de lo lógico, bien en el de lo político, bien en el de lo artístico. A estos investigadores les incumbe el volver aprehensible, manejable, dominable con la mirada, dominable con el pensamiento todo lo que hasta ahora ha ocurrido y ha sido objeto de aprecio, el acortar todo lo largo, más aún, «el tiempo» mismo, y el sojuzgar el pasado entero inmensa y maravillosa tarea en servir a la cual pueden sentirse satisfechos con seguridad todo orgullo sutil, toda voluntad tenaz. Pero los auténticos filósofos son hombres que dan órdenes y legislan: dicen «¡así debe ser!,» son ellos los que determinan el «hacia dónde» y el «para qué» del ser humano, disponiendo aquí del trabajo previo de todos los obreros filosóficos, de todos los sojuzgadores del pasado, —ellos extienden su mano creadora hacia el futuro, y todo lo que es y ha sido conviértese para ellos en medio, en instrumento, en martillo. Su «conocer» es crear, su crear es legislar, su voluntad de verdad es voluntad de poder. ¿Existen hoy tales filósofos? ¿Han existido ya tales filósofos? ¿No tienen que existir tales filósofos?…

 

(Tomado de Más allá del bien y del mal, 1884-1885)

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