Óscar Gatica Gálvez
Director general de la Comunidad de Lectores de Guatemala

– Ustedes, sí, que la joden. Nunca, se me hubiera ocurrido que terminaría bailando en una presentación de uno de mis libros. Contá, siempre conmigo en lo que pueda seguir apoyándolos, Maestro. Me dijo, al tiempo que me extendía la mano y esbozaba una sonrisa.

Con esas palabras, más o menos, fue que se despidió. Quedándome grabado ese recuerdo desde ese entonces y trayéndolo en esta ocasión, en la que igualmente, se me extiende la mano para tratar de hacer el panegírico al maestro Mario Roberto Morales

Esto ocurrió después de la reunión del Círculo de Lectores, precisamente convocada para conversar en torno a “Jinetes en el cielo”. Él nos había dado la idea general, al manifestar que el nombre de esa canción se le vino a la mente, cuando escribía dicha novela. Y nosotros que hemos dado por llevar a la práctica la divisa. “El mejor homenaje a todo autor es leer efectivamente su obra”, con el agregado en dicha ocasión, de musicalizar el título junto con otras piezas que había mencionado, durante el diálogo desarrollado en torno a la obra.

Al maestro, lo contacté inicialmente, alrededor de hace unos doce años, cuando precisamente estábamos ajustando nuestro primer año de labores, para solicitarle que nos diera “La lectura inicial” la actividad con que inauguramos desde ese entonces, cada nuevo ciclo de lectura. La sorpresa fue doble, por aceptar sin mayores reparos por parte de él y por la sencillez de su trato, pese a que ya figuraba dentro de los columnistas más reputados en el medio. Igualmente, a él le sorprendió nuestra solicitud para que nos hablara del “Intelicidio”, la ponencia que recién presentara para su ingreso a la Academia Guatemalteca de la Lengua. Dijo que le sorprendía y causaba extrañeza la conformación de una Comunidad de Lectores precisamente en Guatemala. Después de explicarle nuestros principios y proyectos, nos dijo que era un trabajo utópico, pero como toda utopía valía la pena ir en pos de ello. Y que contáramos con su apoyo.

Años más tarde, fiel a su palabra, nos acompañó en el abordaje de su obra y en la realización de nuestra primera y única feria del día del libro independiente en el 2014; cediéndonos los derechos de autor para una edición especial de su ponencia “Intelicidio” para dicha ocasión. Durante todo ese tiempo se mantuvo atento al crecimiento de nuestra organización, respaldándonos de nuevo en nuestro séptimo aniversario en el 2016, disertando de nuevo dicha ponencia. Finalmente en el año 2020, anunciaba la edición popular de “Jinetes en el cielo”. Motivo y excusa para contactarle.

En una llamada previa, a la reunión me comentó que le sorprendía que no hubiéramos anunciado que él estaría presente; inmediatamente reaccionó, diciéndome. -Disculpa, había olvidado que ustedes, sí son un grupo de lectura real y luego, quizás, como concesión, me comentó que leía nuestros comunicados, los que, según su apreciación, entre veces rayaban de lo pomposo a lo panfletario, pero tenían la característica de ser escritos con honestidad y sentimiento, incluso los escritos con errores de redacción, los que dijo, también, ya eran cada vez menos frecuentes. Y, que le sorprendía, que hubiéramos durado tanto tiempo. Pero que habíamos mejorado en todo sentido desde que nos conoció. ¿Qué decir, cuando uno de los grandes escritores se toma tiempo para revisar y corregir tu trabajo? No queda más que aceptar la realidad y agradecer al amigo el gesto. Posterior a los tiempos modernos, la comunicación se trasladó del correo electrónico al chat de WhatsApp.

Después en esa alegre mañana de convivencia literaria y literal. Sólo me queda, recordar la reacción de sorpresa del maestro cuando una compañera lo invitó a bailar; tras la timidez inicial verlo con total desenvoltura, disfrutar al ritmo de esas melodías de rock clásicas. Con la sonrisa franca de amistad y complacencia con que nos despidiéramos. Posteriormente le contacté para solicitar su permiso para reproducir una de sus columnas: “El futuro llego ayer”. A lo que accedió, dándome las instrucciones para la edición y nuevamente sorprendiéndome al decir, que nosotros le habíamos dado la idea de ese y de otros temas. Aprovechando la ocasión y sin pensarlo mucho. Le pedí, que nos concediera el privilegio de editar “La nave del olvido” dado a que ninguna editorial se había animado a realizar, la que ahora es su novela póstuma y que recién había terminado, (esto nos lo había comentado en la reunión bailable). Me dijo que pensaría, o que esperáramos, como le iría en un certamen en que la había puesto a participar. .-¿Ahora, vas a llevar a la reunión, a un grupo de Bolero? Me dijo con tono irónico, Buena idea, le dije. Y así, nuevamente terminamos la conversación. Hasta que finalmente los bulos anteriores al 16 de septiembre, se convirtieron en una triste realidad.

¿Qué podría agregar, a los extensos homenajes póstumos y panegíricos? Sería jactancioso presumir de una gran amistad. Sólo estoy seguro de que todos hemos perdido a un gran intelectual, a un excelente maestro, a un amigo de aquellos con quienes no mantienes un contacto muy seguido; sin embargo, siempre está atento a compartir con uno y a atenderte sin tantos preámbulos, aquellos que te acompañan y valoran tus esfuerzos por vanos que puedan parecerles a otros, con la total franqueza de la confianza y la honestidad. Se le extraña, precisamente en estos tiempos en que la confiabilidad a la palabra brindada son monedas raras, fuera de uso. Pero que se acuñaron con todo su valor, al que igualmente nos brindaran: Marco Antonio “El Bolo Flores, Guillermo “El Patojo” Paz y ahora el Nenón, Mario Roberto Morales. Queda en nosotros honrar el compromiso de seguir con el homenaje permanente a todo gran autor.

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