Francisco J. Rodríguez H.
El acento se basa en la forma que expresamos nuestro lenguaje y aunque seamos del mismo territorio tenemos diferentes formas de hablar, por ejemplo, no pronunciando la “s”, arrastrando la “r” o “cantamos” (alargando la última sílaba) de algunas palabras, así nos pueden identificar de donde somos o donde vivimos.
Para los que escribimos también tenemos un acento propio y peculiar, algunos utilizan palabras rebuscadas o palabras en desuso para identificar alguna cosa para sentirse más cultos; otros utilizan ritmos al escribir, llevando la cuenta de cuantas sílabas se escriben en cada línea, para llevar la cantidad exacta de ellas, sin olvidar la rima en su última palabra son las mismas consonantes y vocales.
Pero para otros, como yo, escritor de vivencias, que las ideas vienen y van qué sino se escriben se olvidan, se pierden y no se recuperan; se nos hace tan fácil echar andar al hámster de nuestro cerebro sin importar la hora del día o no dormir para plasmarla y expresar todos esos sentimientos e ideas que revolotean cual mariposas, entre preocupaciones y responsabilidades del día a día.
Muchas veces es tan fácil escribir solo viendo una imagen, un paisaje, un video, leer un texto o simplemente una frase. Realmente por cualquier cosa de la vida, lo que desencadena todas estas letras y frases sin sentido, que al ordenarlas se vuelven un nuevo escrito y una nueva forma de expresarme y dar a conocer mi acento, mi forma de hablar a través de mis letras.
La mayoría de veces mis pensamientos se abalanzan en mi mente para salir de primero y no quedarse de último, que mis manos no son lo suficientemente rápidas para escribirlas todas al mismo tiempo, pero todas son plasmadas en mi lienzo virgen y se ordenan en su justo lugar, en algún párrafo ya escrito o para complementar otro.
Ese es mi acento, aquel donde dejó entrever lo más profundo de mi ser, mis miedos, mis anhelos, mi esperanza y mis sueños, donde se me vienen las lágrimas en el rabillo de mis ojos, donde se me dibuja la sonrisa más natural o perciban mi yo, sin máscaras ni ataduras, mi esencia, mi imperfección.
No importa sí me lees de aquí, o del otro lado del mundo, no importando si eres alguien con estudio o la persona más humilde, lo importante es que ese mensaje te deje algo de enseñanza, de amor, o esperanza. Que cuando lo leas sea el momento justo y llegue a tu mente, a tu corazón y puedas aprender de él.
Mi acento es mi tesoro y lo plasmo cada vez en mis letras, en mis frases, en mis ideas; prometo no lo perderé nunca, siempre sabrán cómo es mi forma de escribir.