Luis Antonio Rodríguez Torselli
Historiador y académico universitario

Para poder situar nuestro tema, es necesario que retomemos un poco lo sucedido en lo que actualmente es la República de Guatemala.

Hernán Cortés, como conquistador de la Nueva España, envió a Pedro de Alvarado, para conquistar la Provincia de Guatemala pues habían pueblos muy recios y minas.

Entre las instrucciones que se le dieron a Alvarado fue que procurase atraer a los indios de paz sin darles guerra y que les predicase lo tocante a nuestra santa fe.  Como recordamos, esto no sucedió así, sino que hubo combates muy fuertes por parte de los españoles contra los indígenas y una vez finalizadas las batallas de conquista, se inició el poblamiento de estas tierras y es así como el 25 de julio de 1524 (algunos autores dicen que fue el 27 de julio), Pedro de Alvarado fundó la Villa de Santiago en las cercanías de Iximché, capital de los Cakchiqueles, que más que una ciudad fue un campamento itinerante (Xepau, Olintepeque, Comalapa) pero debido a la insurrección de los Cakchiqueles, se tuvo que trasladar y asentar en otro lugar la recién fundada ciudad. Fue así como el 22 de noviembre de 1527 se asentó la ciudad en el Valle de Bulbuxyà o Almolonga, por parte de Jorge de Alvarado, hermano y lugarteniente de don Pedro.

En este asentamiento fue que solicitó ser vecino de la ciudad el cura Juan Godínez, 26 de noviembre de 1527, y fue el encargado de prestar los servicios espirituales para los españoles y para aquellos indígenas que se hubiesen convertido al cristianismo. (¿vino con los conquistadores?)

También a ese sitio (Santiago en Almolonga) llegó el Licenciado Francisco Marroquín por invitación expresa que le hizo don Pedro de Alvarado para que se desempeñara como predicador y como tal fue presentado al cabildo en 3 de junio de 1530.  Posteriormente, en el año de 1534‑ la ciudad de Santiago fue elevada al rango de Metropolitana por el Papa Paulo III (el mismo que emitió el Breve Sublimis Deus por medio del cual declaró que los indios tenían alma) y para ello debía tener un Obispo, nombramiento que recayó en el Licenciado Marroquín.

Pero que importancia tiene todo esto para hablar de la educación en el Reino de Guatemala.  Lo cierto es que la iglesia, los religiosos, instalaron los primeros centros de alfabetización y las primeras escuelas primarias o de gramática y el Obispo Marroquín tuvo un papel muy importante puesto que él fue quien solicitó se fundara un colegio para estudios superiores en Santiago.

La ciudad de Santiago en Almolonga se destruyó por una inundación en 1541 y se trasladó una vez más la ciudad, esta vez al valle de Panchoy o Pancán y fue este primer Obispo quien desde que vino a esta tierra como simple cura predicador se preocupó y puso por obra que hubiera una escuela que enseñara a leer y escribir a los niños españoles que iban naciendo.  Ya como Obispo informó al Rey de España la necesidad que había de quien enseñase la lengua latina y fue por conducto de cédula del 16 de junio de 1548 que el Monarca instituyó una cátedra de Gramática en esta ciudad.

Inicialmente, el Obispo Marroquín vio la posibilidad de adquirir propiedades en estas tierras, él era un hombre visionario y se dio cuenta que esos terrenos con el tiempo tendrían un valor muy grande, es decir que era muy sagaz para los negocios, pero además en la esfera de la educación dio amplia prueba como hombre enérgico y caritativo pues dejó el mejor legado para Guatemala.  El inició los estudios de latín, como señalamos anteriormente, que era la condición sine qua non para la educación superior en el reino.  A petición suya, la corte otorgó el 6 de junio de 1548 el derecho de instituir la cátedra de gramática latina en la ciudad de Santiago de Guatemala y dio los ingresos de una prebenda para su sostenimiento.

Por el año de 1559, este obispo y el ayuntamiento solicitaron al Rey que se fundase una Universidad en Guatemala, pero sus deseos no fueron satisfechos.

Al notar el Obispo Marroquín que su salud declinaba, vio en los dominicos la orden docente sin rival (puesto que no habían llegado los jesuitas) y eran su principal esperanza para impartir educación avanzada, en cualquier momento, para la colonia.  Por eso, desde 1562, celebró un contrato con el convento de Santo Domingo para la fundación de un colegio a donde asistieran los hijos de los «españoles pobres» (blancos) y se les enseñaran artes, filosofía, teología, y gramática latina.  El plan requería la construcción de un edificio a expensas de Marroquín en un solar proporcionado por los dominicos al lado de su convento (Recordar la ubicación de Casa Santo Domingo en la actualidad).

Siguiendo de cerca este arreglo, el obispo en su testamento fechado el 5 de abril de 1563, nombraba al prior del convento de Santo Domingo y al Deán de la catedral como patrones del colegio, que sería conocido en la posteridad como el Colegio de Santo Tomás de Aquino.  Marroquín también dotó la proyectada escuela con rentas sobre su tierra (terrazgo: precio o renta perpetua del mismo) de Jocotenango; y los 882 tostones (1 tostón cuatro reales y medio de un peso) de renta anual que producía fueron los primero que se usó en la construcción del edificio.  También proveyó dos mil ducados más de sus bienes para mantener dos cátedras a cien pesos cada una y legó al colegio dos granjas (se denominaban «milpas”) situadas en Ancón, junto a Jocotenango.

En el testamento al leerlo, se puede observar que en ningún momento, el obispo Marroquín menciona la fundación o la intención de fundar una Universidad sino únicamente la fundación del colegio pero los patronos de la dotación discutieron que «debía suplicarse» al Papa y al Rey para que conmutara el propuesto colegio en universidad, decisión que aparentemente se tomó después de la muerte de Marroquín.

Como buen hombre de negocios, tuvo tiempo para interesarse en la minería, la agricultura, los préstamos sobre prenda, y aún el tráfico de esclavos; por tanto, en su testamento dispuso ‑siguiendo una costumbre rígida‑ de encomendar su alma a Dios, ordenar donaciones y desembolsos y cobrar cuentas, donó sus esclavos a diferentes personas y que otros fueran vendidos y unos pocos libertados.  A las órdenes religiosas dejó sumas simbólicas de cien pesos de oro a cada una.

La dotación del colegio fue solamente una entre muchas del testamento del Obispo Marroquín y es engañoso suponer que estuviera obsesionado con la fundación de una universidad.  El obispo murió el 18 de abril de 1563 y el colegio después de muchas vicisitudes fue fundado.

Aparte de este colegio estaban otros colegios para la educación de la juventud y fueron:

  1. El Tridentino denominado Asunción de Nuestra Señora que fungió como seminario para educar a los futuros sacerdotes y a la fecha el Seminario Mayor de Guatemala es el SUCESOR directo de este colegio pues aún se denomina De la Asunción.
  2. El de San Francisco de Borja fundado hacia el año de 1700 de la compañía de Jesús, que terminó con la ruina de la ciudad en 1773
  3. El de Señor San José de los Infantes que servían para el coro de la Iglesia Catedral y se erigió en el año de 1781. A la fecha, ese colegio subsiste, aunque su función ya no es la de dotar a la iglesia de miembros del coro.
  4. El de San Lucas fundado a principios del S. XVII.

El Obispo Cortez y Larraz quiso fundar un colegio bajo la advocación del Espíritu santo pero el rey no accedió a su solicitud.

Aparte de estos principales hubo otros como el de San Francisco, el de San Buenaventura, el de San Jerónimo, el de San José de Calazans, de san Casiano y otros.

La educación formal no fue la única en la Colonia en Guatemala, puesto que la música la enseñaban en los conventos, tanto para cantar como para interpretar instrumentos, al extremo que el Rey Felipe II emitió una cédula el 29 de julio de 1565 señalando: «Para que se modere la música» ( AGCA A1 23.  Leg.  4588 Exp.  39541 Fol.  43) pues

«…ay muy grande exceso y superfluidad en essa tierra y gran gasto con la diferencia de generos de ynstrumentos de musicas y cantares que ay con … biguelas de arco y rabeles…»

Además:

«…De los dichos ynstrumentos como se usan desde nyños en los monasterios de aprendiendo al cantar y tañer los dichos instrumentos son grandes  holgaçanes y desde nyños conocen todo sobre mujeres del pueblo…»

Pero fue tanto el interés en la música por parte de los indígenas que fue de uso frecuente por parte de los religiosos, así como del teatro para evangelizar y culturizar a los indios.  Se aficionaron tanto a la música que hubo que prohibirles que armaran bandas o trompeterías dentro de los monasterios e iglesias, especialmente durante la celebración de los oficios divinos, incluso señala que «…no tengan excesso de cantores y tañedores…»   Eso como una muestra de la educación no formal o académica que siempre se ha mantenido en esta tierra.

Sin embargo, la idea de fundar una Universidad estuvo presente dentro de los hombres cultos de la época y posteriormente don Pedro Crespo y Suárez ‑Correo mayor, regidor y alguacil del Santo Oficio de la Inquisición‑ es a quien debe considerarse como verdadero fundador de la Universidad en Santiago de Guatemala.  Este personaje era un rico hacendado y sin herederos legítimos que le sucedieran y esta fue la razón para que hiciera un contrato con los regentes del colegio de Santo Tomás de Aquino para convertir parte de su heredad en una dotación para convertir el colegio en una universidad pues se había dado cuenta que los fondos con que contaba el colegio, los de Marroquín y los de Sancho de Barahona, eran insuficientes para justificar la existencia de una universidad para lo cual ofreció dotar con 40,000 tostones pagando 2,000 tostones de interés en un año para mantener cinco Cátedras que faltaban en el colegio, entre las que se encontraban las de prima y vísperas de teología, una de derecho canónico y una de derecho civil y una de medicina.  Para ello, los regentes debían pedir al Rey que creara una universidad y al Papa los correspondientes privilegios y exenciones.

Don Pedro Crespo, un mes después de suscribir este contrato (6 de febrero de 1646), enfermó e hizo su testamento en donde confirmaba su ofrecimiento tocante a una universidad y amplió el plazo para que la universidad se fundara en un plazo de seis años y no en cuatro como inicialmente había contratado.  Dos semanas más tarde, falleció; por lo que no vio realizado su sueño de la fundación de la universidad.

Sin embargo, los regentes y el cabildo iniciaron los trámites y aún con la oposición de los jesuitas que querían para si la universidad, lograron finalmente que se emitiera la Real Cédula de fundación de la Universidad, la cual se denominó de San Carlos en honor del Rey Carlos II (el hechizado) que fue quien el 31 de enero de 1676 firmara la tan ansiada cédula.

La fundación de una universidad Real permitiría a los estudiantes seguir la profesión de las leyes, hacer el trabajo esencial del gobierno en los distritos locales y así servir a la corona. La cédula real llegó a estas tierras el 22 de octubre en donde se confirmaba que se creaba una universidad en el Colegio de Santo Tomás de Aquino:   Frustración para los jesuitas y alegría para los dominicos.  Esta es la tercera universidad fundada en América pues anteriormente se fundó la de San Marcos en Lima y en la Nueva España. El primer rector y quien redactó los estatutos fue don Francisco de Sarassa y Arce.

En esta universidad se concedieron los grados académicos de bachiller, licenciado y doctor. Las clases como universidad se iniciaron el 7 de enero de 1681 y posteriormente Inocencio XI por medio de una bula, elevó la categoría de la universidad a la de Pontificia y es por eso que se denomina Real y Pontificia (Real por el Rey y Pontificia por el Papa) Universidad de San Carlos (que honra a su fundador Carlos II).

En sus inicios la Universidad negaba la admisión de negros, mulatos, morenos y de aquellos que hubiesen sido penitenciados por la Inquisición.  En ese orden de cosas, la universidad beneficiaba a los criollos y peninsulares y no a los indígenas y mestizos; sin embargo, eso no fue obstáculo para que el Indígena Tomás Pech obtuviera el grado de Doctor en leyes y triunfara en la oposición para impartir la cátedra de Prima de Leyes.  También fue de gran relevancia un mestizo de origen humilde, el Doctor Manuel Trinidad de Avalos y Porres que en el siglo XVIII fundó la investigación científica y realizó experimentos médicos de gran avance para la época.

La universidad continuó su funcionamiento en el edificio del Colegio Mayor de Santo Tomás de Aquino y en el edificio que en La Antigua Guatemala conocemos actualmente como el de la Universidad que únicamente la albergaría por diez años puesto que el 29 de julio de 1773, y los terremotos de diciembre de ese mismo año, la ciudad se destruyó.  El edificio, aún cuando no había sufrido muchos daños hubo de abandonarse al trasladarse la capital a su nuevo asentamiento en el Valle de la Ermita o de la Virgen.

En los registros históricos se menciona que en el año de 1777 se hizo el traslado oficial de la Universidad a este valle. En la época liberal de Mariano Gálvez, la universidad se denominó Academia de estudios.  En la época conservadora de Rafael Carrera se le nombra como Universidad de San Carlos de Borromeo y durante la Reforma liberal de 1871 se le denomina universidad de Guatemala. Durante el gobierno de Estrada Cabrera se le denomina Universidad Nacional Estrada Cabrera hasta 1927 en donde se le denomina nuevamente Universidad de Guatemala.  Durante la época   ubiquista se le denominó Universidad Nacional y es hasta el período postrevolucionario de 1944 que se le otorga la autonomía y se le denomina como actualmente la conocemos UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA.

PRESENTACIÓN

Somos no solo el resultado de las condiciones económicas o las limitaciones materiales que nos constriñen (o posibilitan), sino la conformación de nuestro imaginario derivado fundamentalmente del desarrollo del pensamiento. De aquí la importancia de la educación como creadora de sentido y potenciadora de ideas. Nada nuevo, sin duda, si revisamos la historia.

En el siglo XVI los colonizadores ya comprendían que la conquista sería demasiado cruenta si no se acompañaba de la “domesticación de conciencia” a través de la educación. Para tal fin apoyaron (muchas veces de mala gana, resignados) el proceso evangelizador de esos catequistas que ganaban almas para Cristo y secundariamente para la corona española, dulcificándolos y “humanizándolos”, según sus propias convicciones.

Ese es el valor del texto de Luis Antonio Rodríguez Torselli, repasar los momentos fundantes de la educación en Guatemala, los intereses que privaron y el desarrollo progresivo con que se extendió la enseñanza. Reconoce los protagonistas, lugares, condiciones y hasta el alcance de las decisiones tomadas en circunstancias donde la empresa era novedosa. Es una revisión histórica que debe considerar como lectura.

De paso le sugiero atender los demás artículos de la edición, las contribuciones que ampliarán sus horizontes o quizá solo contrasten sus convicciones. Usted como nosotros compartimos la voluntad lectora, el amor por el conocimiento y la pasión por la verdad. No apague esa llama estimulante constituida en signo de esperanza en estos días aciagos. Un abrazo y hasta la próxima.

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