Por: Ángel Elías

Ahora que nos encontramos en la incertidumbre por el futuro ante la amenaza que representa el Coronavirus, llega este relato: A la luz del relámpago, del académico Adolfo Gilly. Acá se describe la crisis que ocurrió a finales de octubre de 1962, en la que las dos potencias: la Unión Soviética y Estados Unidos estuvieron a punto de la guerra frontal.

A esa etapa de la historia de la Guerra Fría se le conoció como la Crisis de los misiles, en la que ambas naciones estuvieron a punto de involucrar al planeta en una guerra nuclear. Adolfo Gilly narra con detalle lo que sucedió en aquellas semanas decisivas, donde todo estuvo al borde de la destrucción. Pero todo este conflicto tuvo un tercer involucrado, el cual fue decisivo: Cuba. Para aquellos días, la Unión Soviética había instalado misiles nucleares en el territorio cubano, al descubrir esto, Estados Unidos subió su alerta máxima para responder con su arsenal nuclear ante un posible ataque.

Mucho se ha escrito sobre esta crisis diplomática y militar que puso en vilo a la humanidad, pero este relato va por otra ruta, la de contar qué pensaba el gobierno cubano y cómo enfrentó aquella crisis. Para sorpresa de los lectores se vivió de manera muy diferente a la que se pueda suponer. Estados Unidos movilizó su arsenal y se puso en pie de guerra ante Cuba. La isla entonces se preparó para una posible invasión que pondría en riesgo los logros de la revolución. “‘Alarma de combate’, ‘La nación en pie de guerra’ fueron el 23 de octubre los dos titulares en grandes caracteres del periódico Revolución. Trescientos mil hombres y mujeres armados movilizó el gobierno en el ejército, las milicias, los centros de trabajo y de estudio, los barrios y las calles de las ciudades: el pueblo en armas”.

Cuba estaba dispuesta a defender su territorio y los principios de la revolución. Bajo un lema particular: podrán destruirnos, pero no derrotarnos. Principio que los soviéticos no terminaron de comprender cuando negociaron el cese de la hostilidad entre su país y Estados Unidos. La crisis fue tan peligrosa, que años después se revelaron detalles. “Los misiles instalados en territorio cubano estaban bajo mando soviético y únicamente por órdenes de Moscú podían ser disparados. El enfrentamiento nuclear era, pues, entre los grandes. Pero quienes se estaban jugando literalmente el todo por el todo eran Cuba y su revolución”.

La crónica cuenta detalles que parecen sacados de una película, pero en realidad se extraen de la historia de uno de los momentos más peligrosos de la Guerra fría. “Por otro lado, en ese mismo día catorce unidades estadounidenses ubicaron a un submarino soviético, el B-59, lo rodearon y comenzaron a lanzar cargas de profundidad para obligarlo a salir a la superficie. Los atacantes no imaginaban que ese submarino traía un torpedo con cabeza nuclear. El comandante soviético, exasperado y sin contacto con el cuartel general, después de cuatro horas de hostigamiento ordenó armar el torpedo nuclear y preparar el disparo: “Tal vez la guerra ya estalló allá arriba y nosotros dejándonos zarandear aquí abajo. ¡Les disparamos ahora mismo! Nos vamos a morir, pero los vamos a hundir a todos juntos. ¡No vamos a deshonrar a nuestra Flota!”. Los dos oficiales inmediatos lo calmaron. No hubo disparo y salieron a la superficie. Las naves de Estados Unidos, logrado su objetivo, no atacaron. La guerra no estalló allí, aunque sólo muchos años después los estadounidenses vinieron a saber que habían estado acosando hasta el borde del disparo a un submarino provisto de un torpedo nuclear”.

A la luz de relámpago no es una oda la fuerza nuclear de dos potencias. Es una reflexión sobre el papel de Cuba. Además, sobre la determinación del pueblo y la importancia de defender la revolución ocurrida años antes. Esto no como un discurso político, sino como la convicción de un pueblo. A lo mejor, en estas épocas no hace falta un poco de determinación en los pueblos latinoamericanos.

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La alegría, de Luiz Ruffato
Luiz se ve envuelto en un ambiente enrarecido, a través de imágenes le son arrojados pedazos de su pasado y su presente, esto le opaca cualquier intento por querer vislumbrar su futuro. Esta obra es el eco de un sueño apenas contado en voz muy baja y el secreto que aún no se ha dicho. La alegría es una novela con imágenes oníricas, pero que muestra el verdadero rostro de la conducta humana. Muestra una realidad brasileña poca conocida.

El hijo del héroe, de Karla Suárez
Esta obra ilustra a través del Padre de Ernesto la época de la guerra de Angola, (1975-1991), en la cual se vieron involucrados muchos cubanos. Ernesto pasa a ser el hijo de un héroe, el peso de esa responsabilidad cambiará su vida. El protagonista emprende una incesante búsqueda de la individualidad bajo el peso inagotable de los acontecimientos históricos. En esta extraordinaria novela, Karla Suárez nos hace partícipes del modo en que la Historia con mayúscula se interpone y condiciona los sueños individuales de libertad.

Luna estelar, de Ricca Fukuda
En una hoja de papel puede caber el cielo. Si además la hoja es negra, también puede caber la luna, una luna tan grande que su luz es capaz de deslumbrar a quien la mire. ¿Cómo llegó esa luna hasta ahí? Una niña la descubrió mirando hacia arriba en una hoja de papel enrollada. La luna era tan grande y redonda que la niña, temiendo ser aplastada, agarró lo que tuviera a la mano para perforar el papel. Entonces el cielo se llenó de estrellas y la luna desapareció en el firmamento. ¿Podrá la niña volver a encontrarla?

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