La abolición de la propiedad

Nos hallamos aquí con otro Tomás; no el Aquinate, sino un gran humanista del renacimiento, quien puede ser justamente considerado el fundador del socialismo utópico. Tomás Moro (1480-1535), gran amigo de Erasmo, desempeñó un papel destacado en la política inglesa de su tiempo, llegando a ocupar el cargo de canciller. Fue el creador del término «utopía» («ningún lugar») para denominar a su Estado ideal, supuestamente situado en el nuevo mundo. Su obra constituye una fuerte crítica a la sociedad inglesa de su tiempo y la radicalidad de sus ideales va mucho más allá de la de Platón: mientras éste último conserva las clases sociales en su república ideal, Moro piensa que deberán ser abolidas. Por fidelidad a sus principios éticos y religiosos, Tomás Moro fue decapitado por el rey Enrique VIII. Amante esposo y destacado político, fue canonizado por Pío XI en 1935. (*)

* González Antonio. Introducción a la práctica de la filosofía. Texto de iniciación. UCA Editores. San Salvador, 2005.

Al considerar todo esto, doy la razón a Platón, y no me sorprende que se negara a hacer leyes para quienes no aceptaban la equitativa división de los bienes entre todos. Ese prudentísimo varón prevenía con sagacidad que el único medio de salvar a un pueblo es la igualdad de condiciones; pero no creo que tal cosa pueda obtenerse mientras exista la propiedad privada. En realidad, desde que todos los pueblos han de apoyarse en algunos títulos para agrandar tanto como es posible sus posesiones, un número reducido de personas se reparten todas las riquezas del país, por abundantes que sean, y a los demás quédales únicamente la pobreza. Con frecuencia sucede que los pobres son más dignos de la fortuna que los ricos, pues éstos son rapaces, inmorales e inútiles, y aquéllos son, en cambio, modestos y sencillos y su trabajo cotidiano es más provechoso para el Estado que para ellos mismos.

Es por tal motivo que estoy persuadido de que el único medio de distribuir equitativamente los bienes y asegurar la felicidad de la sociedad humana, es aboliendo la propiedad. Mientras ésta subsista, la mayoría de los mortales, y entre ellos los mejores, conocerán las angustias de la miseria, de todas sus calamidades inevitables; situación que, aunque considero pueda ser susceptible de ser mejorada, considero que ahora no puede ser evitada de forma total. Si se estatuyera (la utopía), podría decirse que nadie posea más de una extensión determinada de tierra o suma de dinero que se fijarán legalmente; se arreglarían las cosas de manera que ni el príncipe sea poderoso en extremo; ni el pueblo insolente en demasía; que los magistrados no sean indignos, ni los cargos corruptos, haciendo que el

ejercicio de estas altas funciones no lleve aparejados gastos suntuarios, para que sus titulares no se hallen en la tentación de procurarse dinero con fraudes ni delitos, y que no sean designados entre los más ricos en vez de ser acogidos entre los mejores y de más competencia.

(Tomado de su Utopía, 1517)

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