“Durante mi infancia y adolescencia Acapulco era el lugar del que todos hablaban cuando hablaban del paraíso”, así comienza su relato la escritora Rosa Beltrán. Una narración que se incluye en la colección Vientos del pueblo, del Fondo de Cultura Económica.

Pero este relato no es una guía turística de uno de los puntos ineludibles de las vacaciones en México durante la segunda mitad del siglo XX. Encontraremos historias impregnadas con la turbulencia política o social en la que se ha enfrascado Latinoamérica en los primeros 20 años de este siglo. También es una alegoría al recuerdo, principalmente eso.

Acuérdate de Acapulco es esa añoranza a lo que se tiene en la memoria, en la infancia, en lo que queda al contrastar las temporalidades. Este relato que se desarrolla en Acapulco o en el recuerdo de esta ciudad, que puede ser cualquier lugar de Latinoamérica o de nuestra memoria. Es una fotografía que siempre tenemos presente. “Se llegaba en coche. Ocho horas infernales; 450 kilómetros de carretera de un solo sentido con varios intentos suicidas por rebasar jugándose la vida. Deslaves. Piedras”.

A través del relato, los personajes salen de sus escondites. Con palabras se dibujan sus perfiles, sus aficiones, su forma de ver la vida, de transcurrir el tiempo. Personajes tan comunes que pierden sus rostros y adoptan lo que nosotros conocemos. Que suceden en cualquier playa de este continente tan lleno de particularidades que nos, en franca contradicción, nos unen. “Una vez en el paraíso, se cumplía con el ritual matutino de la clase media vacacionista: todos los miembros de la familia salían de sus cuartos de hotel o de sus “bungalows” cargando cada uno su toalla, chanclas, algunos visores, los más pequeños llantas inflables que sus padres les ponían alrededor de la cintura”.

Para esta parte del relato, la autora ya abrió la caja de recuerdos. De las visitas a la playa, de la familia en viaje hacia el paraíso de un fin de semana de verano o de la visita a algún familiar en las costas de este trópico al que llamamos país. Todo en alguna Semana Santa, en la que vamos a purgar penas anualmente. Ya en aquellos sitios, junto al sol, el calor y la abrumadora avalancha de gente que busca la “sutil caricia” del sol a mediodía de un día de abril; están estos cuadros, que arrancan sonrisas de complicidad con la autora. “Se rentaba la sombra (¡sombra!, ¡mi reino por una sombra!) que venía en forma de palapas que todavía eran de techo de palma tejido en un tronco grueso de árbol; se rentaban hamacas de yute que picaban por la piel sensible o ya quemada; se rentaban las sillas de madera gastada por el continuo choque del viento y la sal con respaldos reclinados hacia atrás”.

El mar siempre tan incomprendido y que eventualmente cobraba vidas o por lo menos se mencionaban, algún capitalino distraído se había ahogado en una playa cercana. “Siempre que se hablaba de Acapulco aparecía el asunto del ahogado o de otro que quedó tetrapléjico. Al mar había que tenerle respeto. Nosotros nadábamos en las playas de olas no tan altas como la Condesa, y aun en ellas pasaban cosas”.

Pero todo queda en el recuerdo, el paraíso de Acapulco, los recuerdos de las playas de cualquier parte de este continente a los que los españoles llamaron América, pero que nosotros lo conocemos como hogar, porque allí se entierran los recuerdos, en la arena de Acapulco o en nuestro caso, Puerto de San José.

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La fuga de Siberia en un trineo de renos, de León Trotsky

Traducida al español por primera vez, la fuga de Siberia en un trineo de renos es la obra de un revolucionario impetuoso, sí, pero no tiene nada de alegato político o propaganda. Como protagonista de la revolución de 1905, sofocada por el poder zarista, un Trotsky de 27 años es enjuiciado y deportado de por vida a Siberia. El destino final está situado sobre el círculo polar ártico, a 1,600 km de la estación de tren más cercana. En una de las postas del trayecto, el prisionero inicia la fuga a través de la estepa siberiana, territorio salvaje y extremo, con temperaturas por debajo de los –25 ºc y poblaciones con costumbres, penurias y solidaridades que él no conoce.

Migración y movilidad en las Américas, de Alberto Hernández

Este libro tiene como objetivo analizar los distintos movimientos y desplazamientos en Latinoamérica. Sus capítulos ofrecen una mirada a las distintas movilidades de las poblaciones en la región, los esfuerzos en materia de política pública y la creciente volatilidad en la garantía de los derechos de las y los migrantes. Mientras que los aportes que componen la primera parte examinan los cambios en los planteamientos teóricos, jurídicos y de derechos humanos, los casos que se estudian en la segunda parte visibilizan las mutaciones recientes en la dinámica migratoria y de control en el corredor Centroamérica-Norteamérica, así como la creciente necesidad de estudiar y atender los procesos de refugio y asilo en México. Por su parte, las contribuciones de la tercera parte indagan las llamadas migraciones sur-sur en Sudamérica e incluyen estudios sobre las políticas migratorias y de refugio y asilo para migrantes en Perú, Ecuador, Chile, Colombia, Brasil y Argentina, con especial énfasis en el éxodo de población venezolana.

El salto, de Joaquín Camp

Joaquín se prepara para saltar. ¡Está a punto de hacerlo! ¡ya casi! Sin embargo, permanece inmóvil, pues desde arriba las cosas se ven distintas. ¿Y si sale mal? ¿qué tal si mejor se queda a vivir allí? ¿podrá realizar su gran salto? Con su humor característico y coloridas ilustraciones, Joaquín Camp nos invita a descubrir cuántas aventuras caben en el borde de un trampolín, y a explorar qué hay más allá de nuestros miedos.